Capítulo XIII | Melifluo

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Desperté tarde.

Ayer me costó dormir por la emoción de haber podido negociar con Aren, tanto que hoy en la mañana cuando sonó la alarma, la pospuse tres veces. Si no hubiera sido por Billy, quien me despertó para preguntarme dónde estaba el cargador de la computadora, estaría dormida ahora.

Tomé un baño, preparé el desayuno y dejé a mi hermano en su escuela en un tiempo récord; pero eso no hará que llegue temprano a la mía. Faltan cinco minutos para comenzar clases y la pequeña colina que tengo que subir siempre toma diez minutos. No soy tan atlética para subirla corriendo, y tampoco me creo capaz de hacerlo. De igual modo, no es que vaya a pasar algo muy malo si llego un par de minutos tarde; pero cómo participaré en el concurso de matemáticas, no quiero dar una mala impresión a los profesores.

Bajo del autobús y me permito correr hasta dónde empieza a subir la calle. De ahí en adelante ya es más difícil continuar exigiéndole a mis piernas, y mi ansiedad aumenta cuando observo que no hay ningún estudiante varios metros por delante. Tomo las tiras de mi mochila, cierro mis ojos para escuchar bien la música en mis oídos y camino tan rápido como pueda.

Antes de llegar a la escuela, hay que escabullirse por varias calles residenciales. Son muy parecidas a las que hay por dónde vivo; casas pequeñas, calles angostas, plantas a los costados de las puertas y pequeñas tiendas de barrio. A veces da la sensación de que no hay nadie viviendo alrededor, porque el silencio es opresor.

Supongo que ese es el beneficio de dar con buenos vecinos.

Apresuro más mi paso, sintiendo que mis piernas ya se están cansando. Miro la hora en mi celular y faltan tres minutos para empezar clases. Y si mal no calculo, estoy a nueve minutos caminando.

Haga lo que haga, ya no llego a tiempo.

Cuando doblo hacia la derecha, para continuar subiendo, noto que desde la izquierda viene una motocicleta que no tiene pensado frenar en la esquina. El sonido del motor es tan fuerte que hace que lo escuche incluso con mis audífonos. Quedo atenta, esperando que pase, pero cuando se va acercando a mi posición, reduce la velocidad.

Entonces me doy cuenta, que aquella motocicleta es la misma que vi el día de ayer. Él se detiene a mi costado izquierdo, y yo también dejo de caminar. Cuando baja su visor, yo me quito mis audífonos. Examino su cuerpo sólo para asegurarme que se trata de Aren.

—¿La nerd va tarde? —habla, con cierto tono de burla.

—Tú también.

—Tengo moto —dice, recordándome que él llegará más rápido. Antes de pelearle, enderezo mi cuerpo y vuelvo a caminar. Él me sigue a una velocidad lenta—. ¿Necesitas que te acerque?

Y su pregunta hace que me detenga. Lo veo, y él me indica con la cabeza que me suba en el asiento de atrás.

¿Tanto temor le tiene a que cuente su secreto? De igual modo no es momento para pensar, agradezco que haya venido.

—¡Muchas gracias! —digo, dirigiéndome al asiento de atrás. Cuando estoy subiendo la pierna, él acelera de golpe haciéndome caer al suelo. Su risa empieza a escucharse y después, voltea su cabeza para verme.

—¿Qué te hizo creer que una mujer como tú puede subirse a mi moto? —bufa, volviendo a ver al frente—. Buena suerte llegando tarde —acelera, para después de unos segundos perderse entre las calles.

¡Es un maldito imbécil!

Me pongo de pie, con la poca dignidad que me resta. Miro hacia todos los lados para ver si alguien más observó eso, y afortunadamente no veo a nadie. Limpio mi falda, las medias y empiezo a caminar, pero ahora un poco más motivada por la ira que él hizo nacer en mí.

Hasta que seamos diferentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora