Capítulo VIII | Una mezcla única

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Hoy es martes, y no habría nada de espectacular en eso si no fuese porque es el primer partido de los cuervos en las nacionales. La escuela parece un carnaval, porque hay muchas personas con cornetas y silbatos, sin mencionar que la mayoría de los estudiantes llevan puesta una camiseta o la chaqueta del equipo de básquet. Es impresionante el ruido que se escucha, y aún no me he bajado del autobús.

Miro mi ropa, y concuerdo con que se sentirá extraño no llevar, aunque sea, unas líneas negras pintadas en mis mejillas. Victoria ayer me estuvo comentando que la escuela, a nivel deportivo, es una de las que tienen más renombre en el país; incluso muchos de los estudiantes se cambiaron de escuela sólo para pertenecer al equipo. Eso deja mucho que pensar, aunque creo que cada quien está detrás de lo que desea.

Cuando el autobús para, bajo de él y empiezo a caminar en dirección a la pequeña colina. Delante de mí van varios estudiantes de la escuela, algunos con camisetas del equipo; uno de ellos lleva el apellido Trend en su espalda.

El día de ayer Jordan no vino a la escuela, y ya todos saben acerca de la decisión de no jugar las nacionales. Creo que el único motivo por el cual la clase no sufrió un infarto, fue porque creen que pueden convencerlo en volver, después de todo, es el capitán. Sin embargo, no siento que eso sea algo fácil.

Y si no es fácil para ellos, es imposible para mí.

Me pregunto cuál será el motivo por el que decidió eso, y más en un momento así.

Continúo viendo que cada vez más personas aparecen con la camiseta de los cuervos, y al voltear para subir a la escuela, noto un letrero gigante en la entrada, que cubre el ancho de las rejas. Es una imagen de esos pájaros negros con las palabras: "Bienvenidos al matadero".

—El partido es después de clases y ya están cómo locos —mención en voz baja, comenzando a subir.

Creo que esta escuela me encaja bien; porque no hay motivos para que una persona como yo destaque.

Al llegar al aula de clases, veo a todos, sin excepción, con camisetas del equipo; y no es de extrañar, después de todo los dos mejores jugadores pertenecen a la clase. Al visualizar mi asiento, también veo en frente de él a la chica de cabello rojo. Victoria me ve, y alza su mano para saludarme. Yo hago lo mismo.

—No, no, no... No puedo tolerar esto —dice al yo llegar—. ¿Y tú camiseta? —pregunta, poniéndose de pie. Ella lleva puesta la que tiene el número cinco.

—No sé dónde conseguirlas —me sincero, viendo como su rostro me deja ver una expresión de desagrado. Tomo asiento entre su mirada que me juzga, y dirijo mi vista hacia la otra esquina del aula; el asiento de Jordan está desocupado.

¿Tampoco vendrá hoy?

—No, no, no, no —repite Victoria, haciendo que la vea—. Tienes que buscar una... ¡Pero ya! —exclama, haciendo que sonría.

—No entiendo la fascinación por...

—¡No seas una deshonra, nueva! —me interrumpe una voz masculina. Giro mi rostro y noto que la persona que habló, fue el chico del cabello tinturado—. ¡Todos estamos orgullosos de pertenecer a esta clase, y tú no serás una excepción! —declara, caminando hacia mi posición en compañía de otras dos personas. Al estar en frente de mí, como si se tratase de un abogado furioso dejando los papeles encima del tribunal, él deja su bolso encima de la mesa—. Siempre estoy preparado; no podría ser el delegado de la clase si permitiera que pasara este tipo de problemas —complementa, abriendo su bolso. De él saca un par de camisetas—. Puedo regalarte una. Dime cual quieres —concluye, sonriéndome. Mientras observo su rostro, las palabras de halago de victoria a mi costado salen a relucir.

Hasta que seamos diferentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora