Capítulo XXXI | Nuestros pensamientos

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El fin de semana no ha sido del todo agradable. En primer lugar, el viernes por la noche, en casa de Camila, junto con Victoria mantuvimos una conversación extensa. No les dije lo que había pasado entre Jordan y yo, sólo me limité a decir que es muy probable que me siga gustando.

Y después de nuestro beso lo confirmé; él me gusta, y no sé cómo podré verlo a la cara después de todo eso. Cada vez que recuerdo lo que pasó el viernes... sus labios cálidos, su respiración agitada y su mirada... me sorprende que después de eso no haya salido corriendo, o me haya mandado un mensaje diciéndome que se arrepintió.

¿En verdad le gusto o sólo se dejó llevar por el momento? De tanto pensarlo no sé si he podido descansar bien. He estado esperándolo en el trabajo, en mi buzón de mensajes, en la puerta de mi casa... en cualquier lado que pueda aparecer, pero no lo ha hecho.

Mi ingenua cabeza solo quiere comprobar si en verdad le gusto. Necesito una respuesta para saber a qué tengo que enfrentarme.

Me aterra que sea como la última vez y me lastime...

Llevo las manos a mi cabeza y la golpeo con pequeños puños.

«Basta de pensar, Hera», pienso, para después tomar un par de zapatos del almario. Después de vestirlos, camino hasta la sala y tomo asiento sobre el sofá, mientras veo sobre el comedor a Billy jugar con la computadora.

Eso me hace pensar en Aren. Su hermana me hizo muchas preguntas sobre nuestra relación, y la respuesta fue la misma para todas; no sé lo que pasa por su cabeza. Las últimas semanas su comportamiento estuvo extraño, como si algo en él hubiera cambiado. Pero no puedo encontrar un motivo para pensar que ese cambio se debió a mí.

Me pongo de pie y me acerco a mi hermano.

—¿Estás jugando con Aren? —le pregunto, apartando los audífonos de sus orejas. Cada vez que los veo no puedo evitar pensar que me vendió por ellos.

Billy alza su mirada por unos segundos.

—No —replica en voz baja—. No se ha conectado en todo el fin de semana.

Incluso aún más extraño.

Bueno, si considero que la otra semana tienen un partido importante, supongo que se entiende su ausencia.

—¿Terminaron?

Golpeo su cabeza de inmediato.

—Sigue en tu tonto juego —vuelvo al sofá mientras él ríe. Saco mi celular y observo la hora. Aún faltan dos horas para que el combate de Camila empiece.

Creo que siempre he tenido la costumbre de arreglarme mucho antes para salir. Siento que en cualquier momento puede suceder algo inesperado y temo no estar lista. Aunque en este caso creo que si me excedí.

Al menos falta una hora para salir y tomar el autobús.

—Papá llegará en unas horas —le hablo a Billy—. Yo llegaré en la noche. Él ya sabe, pero si te pregunta recuérdale.

Volteo a verlo, pero él parece no escucharme. Me pongo de pie de mala manera y vuelvo a apartar los audífonos de sus orejas.

—¿Me escuchaste?

—¿Qué cosa?

Golpeo su cabeza con mi celular.

—Llegaré en la noche, recuérdale a papá —menciono, mientras él se queja. Me doy la vuelta y camino hasta el sofá.

Es impresionante como puede ignorar todo su alrededor por un simple juego. ¿Acaso todos los hombres tienen esa habilidad?

Me reservo el derecho a decir algo y empiezo a buscar entre los archivos de mi celular un libro que descargué en pdf. Fue uno de los primeros libros que compré en internet y nunca lo terminé de leer por fatiga en los ojos. Mas, sin embargo, ahora mismo no tengo nada más que hacer.

Hasta que seamos diferentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora