Capítulo XX | Distancia

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No sé si debería ir a la escuela. Me siento insegura si me veo así. No sé si las demás personas están enteradas de lo que pasó, o si únicamente es un tema que quedó para las personas que me vieron.

¿Qué pensarán si me ven así?, ¿Qué pasará si me encuentro con Clara...?

No sé si sería capaz de resistirlo.

Estuve evadiendo las preguntas de ayer por la noche de Victoria y Camila, preguntándome si conocía a la persona que grabó. Yo les dije que no sabía, que no pude reconocerla, y por eso dejaron de preguntarme. Quiero evitar que siga habiendo problemas por mi culpa.

Se escucha un par de golpes en la puerta.

—Rápido, Hera —es Victoria.

Yo continúo viendo mi reflejo en el espejo. No es que me desagrade cómo se ve el cabello corto; es lo que significa. No me vería así si ellos no hubieran hecho... eso.

Abro la puerta y veo un par de pecas mirarme con atención.

—¡Dense prisa! —escucho la voz de Camila provenir desde la entrada. Miro a Victoria a los ojos y siento que debo hablar.

—No me siento bien —mascullo. Ella se acerca y toma una de mis manos.

—Te ves hermosa. Créeme —intenta subir el ánimo.

Cómo decía, no creo que el cabello sea un problema, sino lo que significa.

—Me asusta volver a verlos.

Y con sólo decir eso la privo de cualquier palabra de ánimo que podría decirme. Me mira atenta con sus ojos claros.

—¿Qué pasa? —giro mi cabeza hacia el pasillo y veo que Camila se dirige hacia nosotras.

—Perdón, lo siento... pueden irse sin mí —les indico, soltando la mano de Victoria.

—¿Por qué? Lo hablamos ayer, dijiste que podrías hacerlo —replica ella—. Si necesitas que te ayudem...

—No es fácil, Camila —interrumpe Victoria, recostándose a la pared de en frente—. Una cosa es decirlo y otra convencerse.

—Está bien —acepta ella—. Entonces tampoco iremos.

—No, no... me sentiría peor si faltan por mí. Pueden ir, yo estaré bien —intento convencer, pero sus expresiones me dicen que no me creen—. Yo estoy acostumbrada a pasar esto sola, así que estaré bien.

—Pero ya no lo estás.

Sus palabras llegan a mi pecho con la misma velocidad con la que lo dijo. Creo que aún no están conscientes de lo que eso significa para mí.

—¿Saben? —habla Victoria, llevándose sus manos a su cabeza—. Desde aquel día de la cita lo estuve pensando... ¿lo recuerdas?, Hera —me pregunta, empezando a apartar su peluca—. Dijiste que no debería esconderme... que debería estar orgullosa de haber superado esto —masculla, dejando a la vista su cabello negro. Es un par de centímetros más corto que el mío—. Dijiste que, si el mundo me rechaza, entonces debería crear el mío... ¿quieres acompañarme?

—No tienes que hacer esto... —susurro, sintiendo que en cualquier momento puedo empezar a llorar.

—Sólo estaba esperando la oportunidad de hacerlo —responde, acercándose a mí—. Si lo hacemos juntas dividimos el peso, ¿no?

Sé lo que esto significa para ella. Sé lo que puede significar para mí, y me tomaré el atrevimiento de valorar lo que está haciendo. Me abalanzo sobre ella y la abrazo.

—Hagámoslo —menciono en voz baja, permitiéndome no llorar.

—Las acompañaría, pero he gastado mucho dinero en tratamientos de hidratación —comenta Camila, dándonos la espalda—. Ahora vamos.

Hasta que seamos diferentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora