Capítulo IX | La proximidad entre nosotros

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Toda la noche estuve pensando si ahora Jordan y yo éramos amigos. Intentando recordar la única experiencia cercana que tuve, cuando me hice amiga de esa chica ni siquiera sabíamos nuestros nombres, pero aquello no hacía falta. Bastaba con que ella viniera corriendo desde su habitación hasta la de mi madre para entender que quería pasar tiempo conmigo. A menudo pienso que, aunque las clínicas sean lugares cargados de sentimientos negativos, hay momentos en los que nacen sensaciones nuevas. Aquella vez nació en mí la idea de que podría ser alguien normal.

Hasta que murió mi madre.

Mi amiga no volvió a llevar el gancho rosa en su cabello.

Y no pude reconocerla el día en el que quiso consolarme y le grité diciendo que no la conocía.

En ese tiempo nadie se me acercaba, ni siquiera intentaban hablarme por tener esta condición. Y aunque ella no lo sabía, fue la única con la que pude compartir algo tan sencillo como una muñeca. Hay veces en las que quisiera volver el tiempo atrás, y decirle que no pude reconocerla porque estoy enferma.

Me pregunto si hubiera cambiado algo; si estaría aquí, o si quizás, como han hecho los demás, me habría hecho sentir mal.

Creo que Jordan me ha devuelto todos esos sentimientos que creía perdidos. Siempre había querido escuchar lo que él me dice continuamente. En el fondo sé que no debería ser tratada diferente por esto, y él me recuerda que aún hay personas a las que no les importa que todos seamos iguales.

Cavilé mucho tiempo, y si comparo mi comportamiento con el de él, podría decir que se parecen un poco. Cuando veo a Trend es como si viera una vela a la cual le queda poca mecha, y que con cualquier brisa tenue se mueve con la intención de apagarse... Lo que sucedió el día de ayer fue una señal de que no tiene a muchas personas, y aunque quizás suene un poco paranoica, siento que de alguna manera u otra pide ayuda.

El día de hoy la escuela luce callada; todo lo contrario al día de ayer que parecía alguna ciudad de Brasil. Sobre mis orejas están los audífonos que Jordan me dio, y en mis oídos se reproduce "Leave all the rest", de Linkin Park. En los pasillos sólo veo a algunas personas, y es porque llegué un poco más tarde de lo habitual. Mientras ubico los salones; al visualizar el que encima de la puerta tiene el letrero "101", camino manteniendo mi ritmo. La puerta está abierta, y veo que sobre el escritorio aún no está el profesor. Entro visualizando sobre una de las esquinas un cabello rojizo y dejo mi bolso encima de la silla. Miro a mi alrededor y noto que los rostros de casi todos mis compañeros están apuntando a mi dirección.

—Buenos días —digo, embozando una sonrisa. Aparto los audífonos de mis orejas y escucho un silencio total. Giro mi rostro en dirección hacia Victoria y ella también me ve—. ¿Pasó algo?

Nadie responde, y algunos empiezan a reír. Entre esas risas, escucho una que es muy aguda, y que me trae malos recuerdos.

—Estás perdida, Hera —me habla alguien que está al lado de Victoria, y su voz la escuché hace un par de días. Al identificar su piel morena y el tono de su voz, me percato que es Clara—. ¿No ves que no hay nadie de tu curso? —pregunta de forma irónica, caminando hacia mí.

—Tu curso volvió a estar en el doscientos dos —habla una chica de cabello rubio, acercándose a mí—. ¿Sabes dónde es? Si mal no recuerdo debes ser nueva.

—Yo la llevo, Emma —habla Clara, tomándome de la muñeca. Sus uñas hacen presión sobre mi piel y yo, inconsciente de lo que hago, apartó su mano de mi brazo con un poco de brusquedad.

—Gracias por decirme —digo, tomando mi mochila y empezando a caminar con afán hacia la salida. Mis ojos empiezan a arder y mi boca comienza a contraerse, pretendiendo encerrar las quejas que mi mente me grita con enojo.

Hasta que seamos diferentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora