Capítulo XII | Entre dragones y elfos

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Mi mente no dejó de girar en torno a todos esos pensamientos inusuales, pero muy persistentes que me decían que algo empezaba a sucederme. No sé qué son con exactitud, pero mi cabeza no ha podido tener tranquilidad desde que volví a casa hace un par de días.

Ahora siento una extraña sensación de alegría cada vez que reconozco a Jordan por la pulsera que lleva puesta. Su cabello sigue siendo igual, su voz se escucha de la misma forma, pero ahora cuando lo busco no espero encontrar nada de eso; sólo busco el obsequio que le di, y si aún lo lleva puesto.

No hemos hablado durante estos últimos días, pero por alguna razón, no siento lo mismo que al principio. No siento que me esté ignorando, ni mucho menos que le caiga mal. Siento que, aunque ya seamos amigos, no hace falta hablar todos los días para saber que no hay nada mal.

Me causa mucha intriga el tipo de relación; porque con Victoria y Camila no hay una hora en la que no hablemos. No sabía que pertenecer a un grupo social podría ser tan anómalo.

—¡Cubre tu boca cuando estornudes! —escucho la queja de Victoria, que me hace alzar la cara y verla sentada en frente de mí cubriendo su nariz y boca con su brazo. A su lado, está Camila, quien aún no se recupera de su resfriado.

—Todos somos... —respira profundamente al quedarse sin aire—. Todos somos virus.

Victoria se pone de pie y cruza la mesa para sentarse a mi lado. Yo sonrío a medialuna y noto a Camila apretarse la nariz con sus dedos.

Es la hora del almuerzo y las tres estamos en la cafetería. Camila no ha dejado de estornudar en todo este tiempo, y la mesa vacía tras nosotras nos dice que no sólo Victoria teme enfermarse.

—Te hubieras quedado en casa —se queja Victoria, cubriendo su sándwich con el empaque—. Toda la clase estuviste tosiendo —Camila tose, lo que hace que Victoria deje de hablar para cubrir su boca—. Estornudando y botando mocos —termina.

—Todos somos virus —replica Camila, con voz ronca.

—Yo no quiero tus virus —replica ella, antes de verme—. No sé cómo puedes comer con una persona tosiendo en frente de tu comida.

—Tengo buenas defensas —digo, antes de tomar un bocado de mi arroz. Camila toma una servilleta y seca su nariz.

—Que asco —se queja Victoria, antes de que ella le lance el papel—. ¡No! —grita, llamando la atención de todos en la cafetería. Al darse cuenta, toma asiento nuevamente ante la risa de Camila y la mía.

Me parece que exagera; aunque no puedo culparla. Es muy probable que sienta algunos sentimientos de temor con respecto a enfermarse. Después de todo, ella estuvo enferma durante un periodo largo.

—Cuando te mejores juro que te golpearé —masculla Victoria, comiendo su sándwich con cuidado. Camila empieza a reír, hasta que en un momento su risa se detiene de golpe. La observo y noto que tiene su mirada perdida tras nosotras.

—Por Dios, no... —susurra, y antes de darme la vuelta para observar lo mismo que ella, escucho la voz de alguien conocido.

—Sigues siendo igual de hermosa aún con tu nariz roja —escucho la voz de Cleik, para después notarlo de pie a mi costado derecho. Camina un par de pasos más y deja una taza en frente de Camila—. Es miel con limón; tómala —indica, tomando asiento en el puesto que Victoria dejó vacío. Camila rueda su silla para alejarse un poco.

—No lo... —vuelve a toser—. No lo necesito.

Él rueda la taza hacia el otro costado de la mesa, y después apoya su codo izquierdo a la mesa y sobre su mano apoya su cabeza; la cual apunta hacia donde se encuentra Camila.

Hasta que seamos diferentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora