Capítulo XXVI | Nuestro conflicto

27 2 0
                                    

Mi estado de ánimo ha estado cambiando continuamente, y no sé bien cual podría ser la causa. Mi mente lo relaciona con la última interacción que tuve con Jordan. Aquella imagen en la estación del autobús ha rondado mi mente desde el día de ayer, y una sensación parecida a la primera vez que nos conocimos se pasea por mi pecho, yendo de un lado a otro.

No puedo dejar de pensar sobre él y Emma... sobre lo que hizo, y si tuvo la intención de hacerlo.

Centro mi mirada en el pizarrón e intento escuchar la clase, pero mi mirada se desvía hacia el asiento que está a un costado de la puerta. Su cabello lacio y alborotado me hacen notarlo. Está prestando atención, con su cabeza reposando sobre una de sus manos.

Quisiera saber lo que pasa por su cabeza... lo que pretende.

—Audífonos —escucho un susurro a mi lado, antes de sentir un leve tambaleo sobre mi silla. Giro mi vista y lo veo atento, estirando una de sus manos.

—No te daré nada.

Aren vuelve a patear mi silla.

—No me molestes —mascullo, viendo su expresión seria.

Desde hace un tiempo su presencia ya no me causa terror, y es algo de lo que me di cuenta recientemente. No sé si es debido a que ahora lo veo de vez en cuando en casa, o si por otro lado no ha vuelto a mencionar la deuda que mi padre tiene.

Ahora, ante mis ojos, es un estudiante irritante más.

Al desviar mi vista de nuevo al frente, siento como una mano se posa sobre mi brazo. Sus dedos se aferran con fuerza a mi hueso y eso hace que lo vuelva a ver.

—Dame esa mierda —susurra.

Alzo mi otro brazo y golpeo su mano con fuerza, logrando también lastimarme. Él se queja en voz baja, al igual que yo.

—No te daré nada —repito, acariciando mi brazo. Él vuelva a patear mi silla, y cuando estoy a punto de devolverle el golpe, algo hace que me detenga.

—Los dos amigos de en frente —menciona la voz autoritaria del profesor. Me quedo inmóvil y dirijo mi vista hacia el pizarrón esperando que no se refiera a nosotros, pero compruebo que su comentario está dirigido hacia mí al ver sus ojos centrados en los míos—. ¿Mi clase es tan aburrida cómo para que estén jugando entre ustedes?

Yo muevo mi cabeza en sentido de negación ante la mirada de todos.

—No hace falta preguntar —responde Aren, alzando su voz.

El semblante del profesor cambia por completo, ahora parece estar ofendido. Yo giro mi cuello y observo el chico a mi lado.

—A nadie le interesa la historia de este país —expresa, desviando su vista hacia su celular.

—Cierra la boca —pido en un murmuro.

—Los dos quedan castigados hoy —declara el profesor, dándose la vuelta—. Espérenme cuando se acaben las clases.

Siento la mirada de todos sobre mí; algunos sonríen, otros comentan cosas en voz baja. Me tomo de la cabeza y miro hacia el frente, Victoria me ve con una sonrisa en su rostro.

¿Qué le alegra?

—Eres un imbécil —le susurro a Aren, y cuando lo veo de reojo lo noto sonriendo.

Respiro profundamente e intento calmarme. De nada me servirá pelear o quejarme, porque nos involucraron a los dos. Y este profesor en particular es poco molesto, por no decir autoritario. No quedaría nada bueno si decido reclamar.

Enfoco mi vista hacia la puerta y mi mirada choca con la de alguien que me ve directamente. Su semblante pesado y sus ojos oscuros me hacen sentir como si estuviera rodeada por muchas serpientes. Desvío me vista e intento simular que no pasa nada, pero por alguna razón, siento que sólo existimos él y yo ahora mismo. Quizás sea por mis sentimientos confusos, o tal vez es por lo que me trasmite cada vez que lo veo.

Hasta que seamos diferentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora