Capítulo XXXV | Mejores amigos

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Ha transcurrido un poco más de un mes, y Jordan me continúa dando una flor cada vez que me ve. La mayor parte del día suelo sentirme culpable porque a diferencia de él, yo no hago nada para demostrarle lo mucho que me importa. De hecho, aún sigo sin ser capaz de decirle a los demás que él y yo estamos juntos. Eso no implica que no hagamos cosas que suelen hacer los novios; las hacemos, salimos todos los domingos y en la escuela cuando nadie ve, estamos juntos o nos besamos.

Sin embargo, siento que es injusto para él no recibir lo mismo que da. Él me importa demasiado, pero no sé si él está al tanto de eso.

Al salir de casa camino el par de minutos que me toma llegar a la parada del autobús. Cuando estoy a un par de metros, ahí lo veo, sentado sobre el asiento de metal. Sé que se trata de él por la flor que sostiene en la mano, en la cual también resalta la pulsera que le di meses atrás. Al llegar, tomo asiento a su lado y él me nota, pero no me saluda hasta que yo me cercioro que nadie nos ve.

—Tienes que detenerte —le digo, recibiendo la flor—. Tarde o temprano tendré que comprar un jardín para cuidar todas las flores.

Él ríe en voz baja, antes de tomarme de los laterales de mi cabeza y darme un beso. Ya nos hemos dado bastantes, pero el sentimiento sigue siendo el mismo. Me pregunto si llegará un día en el cual no me ponga nerviosa.

—Te extrañé.

—Pero nos vimos ayer.

—Desde ayer te extraño —me sonríe.

Yo bajo mi mirada y le devuelvo la sonrisa. Me limito a cambiar el sentido de la conversación al sentir que aún no hago lo suficiente por él, ni siquiera soy capaz de poder expresarme en plenitud.

Al llegar a la escuela, Jordan me deja avanzar y después de unos minutos de haber llegado al salón, él llega. Las únicas personas que saben acerca de nosotros son Victoria y Camila, y presumo que por el modo en él que me mira y todo lo que me dijo, Aren. De hecho, cada vez que nota que Jordan llega y me echa un vistazo, Aren nos ve y no podría describir a exactitud la expresión que me trasmite, pero me hace sentir incomoda. Y no incomoda por saber lo que él siente por mí, incomoda porque siento que tanto a él como a los demás les parece estúpido que él y yo tengamos algo.

Desvío mi vista hacia otro sector y espero a que Victoria y Camila lleguen para distraer mi mente de todo esto.

A la hora del almuerzo nuestra conversación se basa que en pocas semanas será el partido de los cuervos, y también nuestra competencia de matemáticas. Lo he estado pensando desde hace unos meses, y por más que practico me es difícil convencerme de que podré al menos quedar en uno de los primeros puestos. Jordan me ha estado ayudando, incluso Victoria me ha enseñado operaciones que me costaban resolver por mi sola. Pero no dejo de pensar alrededor de todo eso, y si en verdad seré lo suficientemente buena como para destacar.

Creo que también me afecta el motivo de mis deseos; en lo personal no estoy tan segura en sí quiero continuar con una carrera que involucre números. Últimamente me he decido en probar cosas buenas, quizás por todas las emociones que estuve experimentando, y me ha gustado prender mi computadora y escribir cosas; no sabía lo bien que se podía sentir escribir y crear cosas que salen de tu mente, como una ráfaga sin rumbo, pero que encuentras la manera de poner todo en orden.

Creo que nunca estuve tan indecisa hasta el día de hoy.

—Ayer nos dijeron cuál sería mi hotel —nos dice Camila, con una sonrisa.

—¿Estás nerviosa? —le inquiero.

—Para nada, daré lo mejor de mí.

—El tiempo está pasando demasiado rápido —se queja Victoria—. Parece que hubiera sido ayer cuando ganaste. Incluso suenas más segura de ti misma.

Hasta que seamos diferentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora