Capitulo Treinta y Dos.

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 —¿Te dije cuanto me gusta tu idea de un gimnasio en casa?

Sentado en el banco de una de las numerosas maquinas de hacer ejercicio que Damon había colocado en el ahora remodelado sotáno, Blue masticó distraídamente una nueva fritura mientras observaba con atención la forma en que los músculos del abdomen del castaño se contraían y tensaban con cada abdominal que este hacía. Y él tenía una vista de primera fila de ese espectaculo practicamente cada día, dado que a medida que su embarazo avanzaba, Damon estaba cada vez más renuente a dejar su lado. El tipo había leído sin parar sobre embarazos, estaba temeroso de que Shiloh se adelantara y perderse el suceso.

Como si Blue fuese a dejar que eso sucediera, el tonto iba a estar a su lado lo quisiera o no, él lo necesitaba allí.

Deteniendose por un momento, Damon lo miró y le sonrió brillante—. Como una decena de veces —respondió—. ¿Tienes pensado utilizar alguna de estas máquinas luego de que Shiloh nazca?

Metió otra fritura a su boca mientras le fruncía el ceño—. Yo hago yoga y pilates —marcó su punto al cruzar sus piernas y descansar sus manos sobres sus rodillas, aun sentado en el banco—. ¿Lo ves? Yoga.

—Si, y luego cruzas la calle y te compras donas en la tienda que esta en frente —rió, volviendo a sus ejercicios.

—¿Cómo demonios sabes eso? —interrogó, escandalizado.

—¿Realmente crees que siempre llego tarde a recogerte? —sacudió la cabeza—. Llegué temprano las primeras veces y te vi, así que ahora me tardo adrede. Además, siempre hueles como chocolate y dulces cuando subes al auto.

—¡Respeta mi privacidad, Baker! —chilló—. Yo no te huelo para ver en donde estuviste.

—No, tu me hueles porque tienes un extraño fetiche por mi olor —dijo, riendo.

El sonrojo se arrastró por las pálidas mejillas—. Yo no tengo fetiches.

Esa declaración logró que Damon se detuviese completamente y lo mirase alzando una ceja—. ¿Seguro que no tienes ninguno?

Su mirada se deslizó por el cuerpo del castaño mientras este se ponía de pie, el sudor haciendo brillar sus músculos—. N-no —tartamudeó, su boca secandose ante la vista—. Ningún fetiche.

—Mmm —asintió brevemente, deteniendose justo frente a él—. ¿Completamente seguro?

Blue comenzó a asentir, pero entonces, Damon se inclinó para tomar una de las toallas dobladas detrás de él, llevando su sudado pecho justo a su nariz. Sus neuronas hicieron cortocircuito al instante que todos esos músculos se pegaron a su rostro—. Tantos músculos.

Damon se alejó, pasando la toalla brevemente por su rostro antes de colgarla en su cuello y volver a inclinarse, su rostro a centimetros del de Blue, una sonrisa traviesa en sus labios—. ¿Decías?

—Te odio —masculló, frunciendole el ceño a esos bonitos ojos verdes.

La sonrisa del castaño pareció potenciarse—. También te amo, mi gatito fetichista —dijo, justo antes de moverse y besarlo.

Por un instante, Blue pensó en empujarlo y quejarse sobre el nombre que le había dado, pero cuando de Damon se trataba, él era demasiado malditamente debil. Además, ya le había dado suficientes momentos dificiles como para seguir con esa conducta. En el último mes, Damon había demostrado con honores lo mucho que deseaba que la relación funcionara. Desde llevar a Blue a citas sorpresa, hasta cosas tan simples como preparar la cena, Damon siempre estaba a su lado al menor indicio de incomodidad y había estado en una especie de campaña personal para incentivar la comunicación entre ellos.

Una parte de mi |Blue/Damon|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora