Capitulo Cuatro.

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 —Bien, ¿vas a decirme lo que sucede? Quiero aclarar que no estoy quejandome, ha pasado demasiado tiempo desde que te has comportado tan complaciente. No solo llegaste temprano hoy, sino que no te he escuchado quejarte aun y has sido más que disciplinado —Malcom comentó con tono curioso, de pie cerca de donde Damon estaba concentrado golpeando en el saco de boxeo—. ¿Que estas planeando, Damon?

Abrazando el saco para que detuviese el balanceo, Damon secó lo mejor que pudo el sudor que corría hacia sus ojos antes de enfocar a su entrenador—. Me he estado comportando como un buen niño, Malcom, ¿por qué me cuestionas?

El mayor estrechó los ojos en su dirección—. Porque te conozco —dijo—. Y sé bien, que cuando te comportas de esta manera, puede ser por una de dos simples razones: Hiciste algo que me va a hacer enojar y estas intentando hacer puntos antes de que descubra lo que es ó estas a punto de hacer algo que me va a enojar muchisimo y no quieres que sospeche nada.

—No sé si me gusta que me conozcas tanto.

Malcom elevó una ceja—. Damon.

—Eh, puede que sea un poquito de cada una —confesó—. Hice algo que no te va a gustar y estoy seguro de que voy a hacer muchas cosas que vas a odiar.

—Haces cosas que odio todos los días, ya aprendí a vivir con eso —suspiró con resignación—. ¿Que hiciste, Damon? Solo dimelo ahora, evitame el infarto al descubrirlo por mis propios medios.

Damon levantó la mirada, justo sobre el hombro del mayor e hizo una mueca—. Eh, creo que si vas a descubrirlo por ti mismo al final.

Dylan estaba atravesando el gimnasio hacia ellos en ese momento. Llevaba pantalones grises de algodón y una camiseta azul oscuro con una estampa algo difuminada al frente, de una banda que Damon no logró reconocer. Rizos rubios sobresalían de su cabeza en todas direcciones, sus ojos azules brillando bajo la luz del lugar mientras miraba alrededor con curiosidad. Y aun con su intento de pasar desapercibido usando ropa deportiva, el joven destacaba como un pulgar adolorido entre todos los presentes.

Dylan Hemmings era dolorosamente hermoso. Su cuerpo tenía curvas marcadas, piel pálida y suave, ojos grandes y tan azules que no parecían reales. A Damon le habían dicho muchas veces que tenía una forma de sonreir que anunciaba malas noticias, pero esas personas no habían conocido a Dylan. Esa travesura que se mezclaba con maldad en su sonrisa era una contradicción enorme teniendo en cuenta que el chico tenía rizos rubios como los de un querubín y una mirada de buen niño cuando la ocasión lo ameritaba.

Era una contradicción, el niño bueno que todo padre quiere se mezclaba con el malo al que no querrías jamás cerca de tus hijos, ambas cosas convivían en la mirada de Dylan. Damon nunca había conocido nadie igual al joven, quizá por eso era que estaba tan malditamente obsesionado con él desde que lo había encontrado nuevamente.

Malcom miró brevemente sobre su hombro antes de volver a ver a Damon—. ¿Quién es él? Por favor, dime que no es otra de tus conquistas buscandote —preguntó—. Pensé que habíamos llegado a un acuerdo con no dar tu verdadero nombre despues de lo que sucedió con el hijo de aquel politico. Apenas logramos salir de ese lío, Damon, dime que no nos metiste en otro.

Damon hizo una mueca ante las palabras del mayor, pero no encontró nada con lo que defenderse de su mirada aleccionadora. Había metido la pata esa vez, pero en su defensa, él no le había prometido absolutamente nada al chico más allá de sexo. ¿Como él iba a saber que el joven era hijo de un importante politico y al parecer tenía una vena acosadora de una milla de ancho? Apenas y había logrado zafarse de eso sin que su padre lo supiera, había tenido suerte en esa ocasión, era consciente de ello, no necesitaba que se lo recordaran cada dos días.

Una parte de mi |Blue/Damon|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora