Capitulo Diez.

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Llevando el auto hacia el frente edificio de apartamentos de Blue, Damon intentó no hacer una mueca al sentir los musculos de su espalda quejandose ante el movimiento. El dolor era un castigo y él se lo merecía, no era tan hipocrita. Eso no quería decir que era un masoquista que disfrutaba del mismo, esa mierda realmente dolía.

Estacionando cerca del cordón, apagó el motor y salió, estirando los brazos sobre su cabeza en el momento que estuvo fuera, intentando relajar los tensos músculos de su espalda. Y eso fue una terrible idea, teniendo en cuenta que sus abdominales comenzaron a quejarse ante el estiramiento, junto con sus biceps, triceps y demás músculos en todo su cuerpo. Era un milagro que aun pudiese moverse, el ejercicio diario ayudaba, pero no tanto en este caso.

Los últimos rayos solares se arrastraban por el pavimento mientras el sol se escondía en el horizonte. Dandole un rápido vistazo a su reloj, Damon hizo una mueca al percatarse de que había llegado un poco antes. Bueno, no había modo de que volviese a meterse al auto antes de que fuese completamente necesario, así que solo le quedaba quedarse por allí y esperar a que se hiciera la hora que Blue había marcado o acercarse y tocar el timbre, esperando que el rubio lo dejase entrar.

Dando un vistazo alrededor, se percató de que estaba obteniendo más atención de la deseada de los vecinos. Quizá era por su chaqueta de cuero y sus jeans rasgados, o por el bonito deportivo rojo cereza que conducía, pero no había manera de que se quedase allí para averiguarlo.

Acercandose a la puerta del edificio, buscó a través de la lista de nombres antes de presionar el indicado varias veces. Aunque lo negara, lo fastidioso venía con el apellido, y aveces él ni siquiera se daba cuenta de que lo estaba siendo hasta que alguien se lo marcaba.

—¿Se te pegó el dedo al timbre o simplemente quieres averiguar donde esta el limite de mi paciencia? —la gruñona voz de Blue se escuchó a través del intercomunicador.

Con una sonrisa, Damon respondió—. Soy Damon, gatito.

Hubo una pausa—. Obviamente, estas probando mi paciencia —dijo finalmente—. ¿Que otra explicación podría existir para el hecho de que tu mismo fuiste quién puso la hora, solo para llegar veinte minutos antes? Te lo digo, Baker, mi paciencia es escasa como el agua en el desierto.

—Lo lamento —murmuró, poniendo un tono afectado—. Es que estaba tan emocionado de que dijeses que si, que no me di cuenta de que llegaría tan temprano.

—Te lo digo ahora, la adulación no te llevará a ningún lugar conmigo.

—No, te llevó a ti a mi cama. —canturreó.

—Y te llevará a ti nuevamente a la calle si sigues ese camino —dijo con el mismo tono antes de suspirar, la puerta sonó al abrirse—. Entra, si voy a insultarte quiero al menos verte la cara.

Con una sonrisa tonta, se giró y empujó la puerta, entrando al edificio y dirigiendose directamente al ascensor. Usualmente, utilizaba las escaleras, eso le ayudaba a integrar el movimiento a su ejercicio diario, pero en ese momento, seguramente su piernas hubiese flaqueado al tercer tramo y se hubiese desplomado.

Recordaba el número de apartamento de su anterior visita nocturna con Wolf, por lo que no tuvo inconvenientes al llegar a la puerta indicada. Un par de golpes en la madera fueron suficientes para que esta fuese apartada y los ojos más azules que había visto en toda su vida, lo fulminaran.

—Debería simplemente dejarte ahí afuera por ser una molestia —dijo—. ¿Por qué demonios dijiste una hora si al final ibas a llegar cuando tu quisieses?

—Eso es obvio, de no haberte dicho una hora exacta, jamás habrías aceptado mi invitación —hizo un gesto dentro—. ¿Me vas a dejar entrar o me tendrás de pie aquí hasta que termines de arreglarte?

Una parte de mi |Blue/Damon|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora