"Gersain Rogers"

33 3 6
                                    

Yo soy Gersain, tengo diecisiete años, soy francés a pesar de que no nací en Francia, nací en Australia, pero mi madre quiso ponerme un nombre francés ya que poco después de mi nacimiento nos mudamos a París, y ahí pasé los primeros siete años de mi vida.

Mis padres siempre fueron disfuncionales, cuando era pequeño no me di cuenta, pero cuando la curiosidad por mi extraño nombre me invadió, me di cuenta. Mi primer nombre lo escogió mamá, pero mi apellido es Rogers ya que mi papá es de Oceanía, y eso no le gustaba a mi madre, ella habría preferido que tuviera un apellido francés, pero papá se impuso en ese aspecto. Y la verdad no puedo estar más agradecido por eso, hoy en día no soportaría llevar el apellido de mi madre.

Mamá siempre fue una mujer del alto mundo, y se negaba a residir en Australia, decía que ella debía estar en un país de su clase. Papá no tuvo más remedio que aceptarlo y nos mudamos.

Todo cambió cuando cumplí los siete años de edad, mi supuesta madre se fue, nos abandonó a mi padre y a mí, nunca pude perdonarla por eso y guardé un gran rencor por ella, si algún día la vuelvo a ver no sé cómo reaccionaría, lo que sí sé es que ella está muerta para mí.

Y como papá ya no tenía más motivos para permanecer en Francia, nos mudamos a Australia, el lugar que él consideraba su hogar. A pesar de estar deprimido por el abandono de mi madre, él se veía más fresco, más a gusto. Y la verdad yo también lo estaba, nunca fui muy unido a ella, era más unido a papá, y sin su presencia la tensión en la casa no estaba.

Además, Australia era demasiado diferente a Francia, aquí se sentía más libertad, podía vestirme y usar el look que quisiera, había más naturaleza, más verde y amo eso. Amo la naturaleza, amo estar en ella, amo la playa y el océano. Todo era tan diferente, que no me había dado cuenta hasta hace poco que en Francia me sentía prisionero, pero aquí siento que soy libre.

Y aunque es triste, lo mejor que nos pudo pasar a papá y a mí fue que mi madre se fuera.

Nos mudamos a vivir con mi abuela paterna, Teresa. A ella nunca le había gustado mi madre, y nunca lo ocultó, siempre lo supimos. Yo amo a mi abuela, ella es más madre para mí que la biológica.
Fue cuando conocí a Mel, mi mejor amiga en todo el universo. Amo a esa chica como no tienen idea, siempre estábamos juntos, estudiábamos juntos, jugábamos juntos, hacíamos estupideces peligrosas juntos, nos contábamos todo, cada detalle de nuestras vidas. Mi infancia fue increíble gracias a ella. Mel es como una hermana para mí y siempre quiero hacerla feliz y protegerla de todo mal.

Así fue hasta que cumplí diez años de edad, mi padre recibió una oferta de trabajo increíble en su antiguo país residente, Francia. Papá no quería volver allá y yo tampoco, pero era una excelente oportunidad laboral que no podía dejar pasar. Así que volvimos a vivir allá por otros cinco años.

Aún recuerdo la despedida con Mel, ella había llorado mucho, no quería que me fuera. Estábamos tan acostumbrados a la presencia del otro que no concebíamos la idea de vivir a miles de kilómetros de distancia. Pero yo le hice entender que nuestra amistad no se acabaría ahí, que nos llamaríamos todos los días, haríamos videollamadas a cada rato y nos mandaríamos mensajes como tarados.

Y si, tal y como esperaba, la estadía en Francia fue mala, había perdido mi libertad, mi naturaleza y extrañaba tanto a mi abuela. Pero nada se sintió más como la ausencia de mi mejor amiga. Esos cinco años la extrañé como un loco y sé que ella a mí, a pesar de que hablábamos prácticamente todos los días.

Así que después de cumplir los quince años, mi padre me dio la mejor noticia, volveríamos a Australia, me puse tan feliz, pero no le dije nada a Mel, quería darle la sorpresa, se volvería loca. Los meses siguientes la moleste bastante diciéndole que quizás jamás regresaría, estaba ansioso por ver su cara cuando me viera frente a ella.

Así finalmente volvimos a Australia, en el mes en que Mel cumplía años, octubre. No podía ser más perfecto. Volví exactamente tres días antes de su cumpleaños, me oculté hasta el gran día. Yo cumplo el 4 de diciembre, soy casi un año mayor que ella. Así que cuando regresamos, ella estaba cumpliendo quince años, y yo estaba a nada de cumplir los dieciséis.

Ese día sabía que tenía una salida con sus amigos, así que decidí esperarla en su casa en la noche. Su madre se alegró tanto de verme, mientras esperábamos me contó de la fiesta de 15 que sería 3 días después. Eso me puso más contento ya que podría estar para sus tan especiales quince años.

Cuando Mel regresó a casa y me vio, por un momento sentí miedo, lo admito, porque ella enloqueció por completo, me miraba como si me fuera a aplastar con sus brazos, corrió hacia mi como lunática y se lanzó sobre mi gritando.

Juro que creía que no saldría vivo, me dejó doliendo el cuerpo esa loca, ahora cada vez que lo recuerdo me muero de risa. Todo fue increíble hasta su fiesta de 15 años, ella estaba hermosa con un vestido princesa rojo, ella amaba el rojo, así que le regalé un oso enorme de color rojo.

Todo estaba excelente, hasta el día siguiente de esa fiesta, pasó lo peor de mi vida.

Papá era agente del FBI, yo sabía los riesgos de la profesión, pero jamás me imaginé que ese día sería el ultimo que lo vería.
Ese día le tocó hacer patrullaje nocturno, cuando vio a una mujer siendo atacada por un sujeto, y mi padre solo quiso cumplir con su trabajo. Yo sé que, aunque no hubiera estado con ese uniforme lo mismo la habría ayudado.

¡Nunca olvidaré esa madrugada cuando recibí la llamada de la policía, diciéndome que mi padre había sido asesinado!

Me dolió el corazón, lloré como nunca, amaba a mi padre más que a nada en el mundo, y me lo habían arrebatado. Desde ese momento obtuve un odio terrible hacia su asesino, ese asesino de identidad desconocida, pero cuando enterré a papá hice un juramento, sin importar qué o cuanto tiempo me llevara, encontraría a ese bastardo y lo haría pagar.

Teniendo solo quince años y a solo un mes de cumplir dieciséis, mi abuela tomó mi tutela, ella me cría desde entonces. Hace un año exactamente. Mel me ayudó mucho a superar la tragedia, no sé qué haría sin ella y sin mi abuela, eran todo lo que tenía. Y no podría perderlas, ya no soportaría perder a nadie más.

Aun así, lo de papá me marcó, así que decidí entrar a estudiar criminalística, era aprendiz y trabajaba en una academia. La academia donde estudió papá, él era considerado un héroe ahí. De paso con el dinero que ganaba ayudaba a mi abuela cuando lo necesitaba y costeaba mis gastos personales.

A pesar de que tenía el gran monto de dinero que me dejó mi padre, no quería abusar de eso, solo sería para emergencias. Además, me encantaba trabajar y aprender la profesión de mi padre en esa academia, algún día sería un gran criminólogo y agente del FBI. Y algún día haría justicia por mi padre.

En mi cumpleaños dieciséis, Mel me sorprendió con una pequeña celebración junto a mi abuela, me regaló un equipo básico de criminalística, me encantó ya que todavía no había comprado nada, dado que apenas estaba empezando a estudiar, pero al parecer ella creía tanto en mí que me dio ese regalo, ella confiaba en que yo sería un excelente profesional. La celebración fue en mi casa, no tenía muchos amigos, solo conocía a los amigos de ella, quienes también vinieron ese día a compartir conmigo, aunque la verdad ya los consideraba mis amigos también y por lo que vi ellos también a mí.

Y para cuando fueron los dieciséis de Mel, tuvo una fiesta en su casa, recuerdo que busqué por todos lados un regalo apropiado para ella, luego tardé horas en envolverlo ya que era una caja enorme de regalo y por ello terminé llegando tarde a la fiesta, pero no importaba, había llegado.

Yo la apoyaba mucho con su deporte, el surf, ella se estaba preparando para una competencia súper importante, estaba pasando por una etapa súper estricta, y no podía comer nada, así que la molesté con unos dulces, y le prometí que si ganaba le compraría toda la chatarra que quisiera. Y la terminó ganando, sabía que lo haría, creía ciegamente en ella.

Recuerdo cuando le compré los boletos para ir a ver un grupo de k-pop que amaba, venían a Australia por única vez, y no podía dejar pasar esa oportunidad única. Cuando se lo dije enloqueció, ella era mucho de enloquecer por todo, era loquita por naturaleza, y eso me encantaba.

Fuimos al concierto y al volver de noche, en la radio habían dicho que un loco había escapado, fue muy divertido aquello. Todo estaba mejorando mucho, pero es como si tuviera una maldición que no me dejaba ser feliz. Que afectaba a los que amaba.

Esa maldita noche de Halloween, de la fiesta en la playa. Estaba con ella, estábamos riendo, pero ella se fue a surfear y nunca regresó.
Recuerdo haberme quedado paralizado mirando a la nada, más allá del océano, esperando verla salir, no podía conciliar el hecho, no quería que fuera real, así que no lo hice real, no podía perderla a ella, no podía.

Aún tenía esperanza, pero nunca salió del agua, yo creo que aún seguía negándolo, porque los días siguientes me la pase en la playa, en distintas zonas, esperándola, sin embargo, nunca volvió. Veía como la buscaban sin éxito, y todo lo que había estado omitiendo en los últimos días salió, lloré, porque tenía miedo, miedo de que ella ya no regresara, miedo de que estuviera muerta.

Hice mi propia investigación las primeras semanas, era entrometido y con mi trabajo en la academia pude ver ciertos datos privados de la investigación. Lo intenté, pero no conseguí nada, es decir, no sé en qué estaba pensando, si los profesionales no pudieron, ¿por qué yo sí?

Mi abuela notó que mi estado de ánimo empezó a decaer mucho, incluso había empezado a beber un poco, así que decidió enviarme a terapia, había pasado por demasiadas cosas en poco tiempo, sin mencionar los traumas que me dejó mi madre cuando se fue. No le tenía fe a la terapia, pero estaba equivocado, me ayudó bastante a sobrellevarlo, a entenderme mejor a mí mismo y empecé a sentirme mejor.

La ausencia de Mel todavía me pegaba fuerte, pero vivía con ello. Lo que más me molestó fue que desapareció haciendo lo que más amaba, que cruel era eso. Su ausencia me dolía como el primer día, la extrañaba como los mil demonios y no saber qué fue de ella era lo peor, a veces le hablaba al océano como si de alguna manera mis palabras le llegaran a ella, no me resignaba a que nunca la volvería a ver, me negaba a aceptarlo.

Diez meses desde que Mel desapareció, diez largos meses, cuando un día a la tarde, se me dio la mejor de las sorpresas, la mayor de las alegrías, y supe que mis esperanzas no habían sido en vano, el día en que sonreí genuinamente después de meses. Ella había vuelto.

¡Mel había regresado!

Me había tomado completamente por sorpresa, estaba en casa tomando un vaso de cerveza, mirando a la chimenea, cuando tocaron el timbre, estaba solo en casa, así que fui a abrir, y cuando la vi allí parada, dejé caer mi vaso al suelo haciéndose añicos.

Ella me sonrió con lágrimas en los ojos, y yo tenía los míos abiertos como si estuviera viendo un fantasma, me tomó eternos segundos procesar mis emociones, hasta que escuché esa hermosa voz que tanto había extrañado.

— Hola — dijo dejando caer unas lágrimas. Mis ojos se humedecieron al instante — volví — apenas fue audible.

Yo me acerqué a ella y acaricié su mejilla, realmente estaba frente a mí, realmente era ella.

— Bonita — susurré, ella asintió con una risa dolorosa y yo la abracé como nunca lo había hecho, con tanta fuerza.

Podía oírla sollozar, mis lágrimas eran silenciosas, pero sentí una alegría como hacía mucho no sentía, sentí que acababa de recuperar una parte vital de alma.

— Lo sabía, jamás perdí la esperanza — dije.

— Perdón — dijo con la voz rota — no sabes cuanto te extrañé, cuanta falta me hiciste — siguió. Yo la hice callar, no tenía que disculparse.

Ella había vuelto, y era lo único que importaba.

༼⁠ ⁠つ⁠ ⁠◕⁠‿⁠◕⁠ ⁠༽⁠つ

Luna Negra: Lo que nos uneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora