1. 𝘕𝘰 𝘴𝘰𝘺 𝘎𝘢𝘺.

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-Pero... ¿seguro que es gay...?
-Si no me crees, que te lo confirmen JJ y Film luego. El chico ha debido de quedar con otro de primero que es amigo de una amiga de un amigo mío. -Min acompaña la explicación dibujando puentes invisibles que unen un amigo con otro-. Pero yo ya lo sabía.
-¿Lo sabías?
-¿Que le gustaban los chicos? ¡Claro! En serio, tengo como un sexto sentido para esas cosas. -Y entonces me guiña un ojo, aunque lo recibo casi como un disparo.
¿Soy yo o me lo ha dicho para que lea entre líneas? Intento mantener la calma, no debería agobiarme. Y, sin embargo, me siento como un pájaro encerrado en una jaula que se agita violentamente.
-Su novia no sabe nada, y se supone que nosotros tampoco. Tiro sutilmente del cuello de mi camiseta, tendría que contárselo. Es el momento. Abro la boca, pero no me oigo decir nada. La palabra gay se queda anclada en la punta de mi lengua. Y supongo que por eso necesito escribirlo abiertamente en este diario. Espera, ¿es un diario? La última vez que tuve uno fue con nueve años. Escribía en él cosas sin importancia con un bolígrafo invisible. Después encendía una linterna mágica y las letras aparecían solas. «Por arte de magia», solía explicarle a mi madre. Ojalá fuese tan sencillo ocultar aquello que no quieres que nadie sepa sobre ti. -Cambiando de tema: sigo con hambre. ¿Hago mal pidiéndome ahora una palmerita de chocolate? -Min espera paciente mi aprobación, como una niña golosa.
-¿No estabas a dieta?
-Le he echado dos sobres de azúcar al café, creo que la dieta me la he saltado para el resto del día, ¿no?
-Ve a por tu súper palmera de chocolate, anda.
-Palmerita -me corrige Min-. Y no me mires así por usar el diminutivo. Yo no tengo la culpa de estar acostumbrada a cosas más grandes...
Su tono deja muy claro a qué se refiere. Entrecierra los ojos y dibuja una perversa sonrisa. Vale, yo me pido lo mismo que debe de estar recreando mi amiga en su cabeza, con o sin chocolate.
Min me deja solo. Miro las otras dos sillas libres, que deberían estar ocupadas por JJ y Film. Los cuatro cursamos tercero de Publicidad y Relaciones Públicas en la Facultad de Ciencias de la Información. Mi momento preferido es cuando hacemos dos de las cosas que más me gustan: juntarnos aquí, en la cafetería de la uni, y, por supuesto, tomar café. Les envío un mensaje y Film me contesta que siguen esperando para hacer las fotocopias porque «hay una cola muy larga». Una. Cola. Muy. Larga.
Seguir siendo virgen me está pasando factura.
Me digo a mí mismo que basta de pensar en esas cosas. Y entonces, como si el destino decidiese sacarme el dedo del medio, veo entrar por la puerta al Chico de los Ojos gatunos y oscuros.
Querido diario, esta es una parte importante de mi historia, porque estoy hablando de Bright Vachirawit Chiva-aree. Y ¿quién es Bright Vachirawit Chiva-aree? El tío con el que la mayoría de los estudiantes desearían tener una cita, servirle un café y terminar en la cama. Metro ochenta y tres de testosterona. Piernas infinitas. Pelo negro peinado de manera informal. Mandíbula fuerte y masculina. Labios acorazados y carnosos. Y una voz que te imaginas susurrándote «𝑣𝑜𝑦 𝑎 𝑐𝑜𝑟𝑟𝑒𝑟𝑚𝑒 𝑑𝑒𝑛𝑡𝑟𝑜 𝑑𝑒 𝑡𝑖, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑒𝑠𝑜 𝑎𝑛𝑡𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑔𝑟𝑖𝑡𝑒𝑠 𝑢𝑛 𝑝𝑜𝑐𝑜 𝑚𝑎́𝑠».
Tomo un sorbo de café. Y lo único que consigo es tener más calor.
-¿A quién estás mirando?
El tiempo parece dar una zancada, porque de pronto me doy cuenta de que Min no solo está sentada enfrente de mí, sino que se ha comido ya un tercio de la palmera y no me he enterado de nada. Intento recomponerme lo mejor posible.
-¿Eh? A nadie.
-Lo que tú digas. Oye, Win, ¿a ti te sabe bien esto? -pregunta señalando su café-. Porque creo que voy a empezar a cambiarlo por el de las máquinas de afuera. Además, aquí si pides un capuchino te miran con mala cara y terminan poniéndote café con leche. Ni se molestan en fingir que lo intentan.
-Ajá -respondo sin prestarle atención, porque en realidad vuelvo a mirar a Bright. Uno de sus colmillos se marca en la comisura cuando se muerde el labio inferior. Su sonrisa se hace más grande y le oigo soltar una carcajada. Bueno, no la oigo porque hay mucho alboroto, pero ya sé cómo suena. Es una de esas risas que te deja desarmado, incitándote a cerrar los ojos y abrir la boca.
Por si acaso. Por si un beso.
Bright acaba de sacar un plátano de uno de los bolsillos de su mochila. Lo mira con recelo antes pellizcar la punta y tirar hacia abajo, desnudándolo. La fruta se abre como una flor en primavera. Sus labios se separan y los dientes relucen mientras se lo introduce en la boca. Mi imaginación se chupa los dedos.
Joder.
Se lo está metiendo entero.
-¿Otra vez? -protesta Min-. En serio, ¿a quién miras todo el rato?
-A nadie, a nadie.
-Win, siento decirte que todo eso de disimular... no es precisamente tu fuerte.
-¿Por qué dices eso?
-Te lo he preguntado para que me lo contaras tú. Pero en realidad ya lo sé -comenta mientras hace chocar la cucharita sobre la taza, como si fuera a levantarse y lanzar un anuncio importante delante de todos los alumnos-. Está en la mesa del fondo.
-No es verdad.
-Ya claro, ahora hazte el loco. ¿En serio creías que no iba a darme cuenta? ¿Cuándo pensabas decírmelo? ¡Soy tu mejor amiga! Esto no está pasando.
El sudor se extiende por mi espalda como una reacción alérgica. ¿Por qué hace tanto calor? Intuyo que Min va a añadir algo más, pero necesito que me dé tiempo para recuperarme. Analizar la situación. Preparar una excusa.
-No me gusta.
-Acabo de verte mirar su culo. -Levanta una ceja-. Siempre he pensado que te gustaba Love, la verdad, pero no entiendo qué ves en ella -dice, encogiéndose de hombros-. Además, yo tengo más culo. Y creo que el suyo es operado. O, bueno, eso me han dicho.
Love. Min piensa que me gusta Love.
Intento que mi cara de alivio no sea demasiado evidente. El nudo que apretaba mi garganta se afloja y siento que todo vuelve a su sitio, yo incluido.
-¿Lo ves? -dice, señalándome-. Se te ha puesto una sonrisa de imbécil en cuanto la he mencionado.
-Bueno, yo creo que es suyo -contesto recuperando el aliento-. El culo, me refiero. -Pero el mío es mejor.
-Pero el tuyo es mejor.
Me guiña un ojo, satisfecha. Y ya no siento que me esté disparando. Love está justo detrás de Bright. Los dos dándose la espalda y en distintas mesas. Si se levantaran a la vez, sus sillas chocarían y sus miradas coincidirían. Sería como una novela romántica en la que dos perfectos desconocidos que juran no creer en el amor terminan experimentando un fuerte flechazo. Busco a la altura del techo un bebé con alas blancas y un pañal esponjoso. Espero que si un día Cupido se digna a echarme una mano tenga preparadas una docena de flechas en las que ponga mi nombre. Voy a necesitarlas todas.
-No dejan de mirarnos -anuncia Min de sopetón-. El grupo de... Bright.
Me pongo alerta. ¡¿Qué?!
Mi amiga está en lo cierto, todos nos miran mientras hablan entre sí, como si comentasen un partido de futbol en el salón de su casa. Faltan las pipas y las latas de cerveza. Uno de ellos ríe y le da un golpecito en el hombro a Bright de forma amistosa, pero a él parece no hacerle mucha gracia.
Mis ojos coinciden con los de Bright. Me desconcierta que esté mirándome directamente a mí, y sobre todo la forma en que lo hace. Siempre es borde y distante, un bloque de hielo, pero en esta ocasión noto una pequeña descarga. Calor. Dejo que la sensación electrizante me pellizque, como un dolor agradable extendiéndose de arriba abajo.
-¡No los mires! -susurra Min, a la vez que me da una patadita por debajo de la mesa. Después baja su escote tanto como lo permite la tela. Cruza los brazos pegándolos al pecho y los sube discretamente hacia arriba, en un push up improvisado-. ¿Crees que estarán hablando de mí? ¿Se habrá dado cuenta?
-¿Que te mueres por sus huesos? -Igual que yo y media facultad-. Probablemente. Sí.
-Pero es demasiado guapo para estar conmigo. Demasiado... todo. ¿Tú crees que hacemos buena pareja? Sé sincero.
-No lo sé, Min.
-Habla más bajito, coño. -Está tan nerviosa que parece capaz de saltar de la silla en cualquier momento y estrangularme como no obedezca-. ¿No lo sabes? ¿Eso qué quiere decir?
Quiere decir que pega más conmigo.
-Viene hacia nosotros. Háblame de cualquier cosa -me pide mientras pone un codo en la mesa y se esconde, apoyando la mejilla en su mano. -¿Qué? ¿De qué quieres que te hable?
-Nada, olvídalo. ¿Estoy guapa?
Voy a responder, pero mi voz se ahoga al sentir la proximidad de un nuevo cuerpo. Una sombra de anchos hombros se proyecta sobre la mesa y ocupa todo el espacio, reclamando nuestra atención.
-Hola. -Su voz grave y rasgada consigue erizarme la piel-. Eres Win, ¿verdad?
¿Cómo sabe mi nombre? ¿Y por qué se ha dirigido a mí en vez de a Min?
Asiento tantas veces que debo de parecer el perrito con cabeza balanceante que se pone en la parte delantera de los coches. ¿Por qué soy tan ridículo?
Bright se remueve incómodo. Después mira hacia los lados, como si de pronto le molestara que hubiese tanta gente en la cafetería. Su camiseta negra le marca el abdomen de una forma que deja bastante poco a la imaginación. Me entran ganas de quitársela y pasar mi lengua sobre sus perfectos abdominales.
-Yo soy Bright.
-Soy Min -se presenta mi amiga, risueña.
Pero Bright no le presta atención. Solo me mira a mí.
Min debe de haberlo notado, porque acaba de cruzar los brazos y pestañea muy rápido, como si no se creyese lo que está viendo. Ya no intenta elevar el pecho en contra de la gravedad. Ha perdido la sonrisa y parece molestarle no ser el centro de atención.
-¿Sois novios?
-No -responde Min, casi ofendida por la pregunta.
«Ahí está -pienso-, él también ha oído ese maldito rumor.» Bright me estudia como si estuviese decidiendo qué hacer conmigo ahora que sabe que no somos pareja. De todo, por favor.
-Apunta mi número.
Me doy cuenta de que no es una pregunta.
¿Esto acaba de pasar?
No respondo. No sé qué hacer. Todo esto me pilla por sorpresa. Bright pone los ojos en blanco, parece desesperarle la idea de que alguien le esté haciendo perder el tiempo:
-¿Te gusto o no? Apunta mi número.
A Min le empieza a dar un ataque de tos. Bueno, mejor dicho de celos. Los dedos de Bright repiquetean sobre la madera. Se rasca el cuello y me mira, algo irritado.
-¿Te lo tienes que pensar mucho o qué?
Un mechón de pelo le cae hacia abajo dibujando una curvatura perfecta. Me imagino ese mismo mechón pegándose con el sudor de su frente. Moviéndose adelante y atrás mientras nuevos mechones caen a la altura de sus ojos y revolotean entre gemidos.
-Win, te está hablando a ti.
Las mariposas de mi estómago han dejado de dar vueltas para terminar bailando La Macarena. Por un momento creo que nada es real, que todo forma parte de un sueño, ese en el que te despiertas en la mejor parte. Supongo que a mí me tocará hacerlo ahora. Y cierro los ojos. Pero al abrirlos todo sigue igual: Bright y Min me están mirando, y algunas personas han dejado de hablar para prestar atención a lo que ocurre en nuestra mesa.
Win, concéntrate. Te está pidiendo que anotes el número.
Sí, lo sé.
Pero vas a contestarle que no.
¿Y eso por qué?
Porque soy tu conciencia y te aseguro que no es buena idea. Si lo haces, ¡sabrán que eres gay!
Ah, ya.
-No voy a apuntar tu número. -Me oigo decir.
El rostro de Min se relaja.
-¿Por qué no? -quiere saber Bright.
Por el puto armario en el que estoy metido, que si no te pegaba una buena besuqueada que ni el molino de Don Quijote.
Bright parece confuso, pero no está cabreado. Es como si no esperase la negativa. Como si nadie lo hubiera rechazado nunca y de repente se sintiera inexperto, sin saber muy bien qué hacer.
-Creo que te has confundido con mi amigo -suelta Min. -La pregunta se la he hecho a él. Por cierto, tienes chocolate en un diente. Límpiate.
¡Borde!
Min da un respingo y se lleva las manos a la boca, avergonzada.
-Eres un cabrón.
Pero en realidad me lo dice a mí, por no avisarla antes.
Ahora mismo, aunque por dentro me sienta flotando en una nube (tiene forma de plátano gigante y Bright empieza a metérselo en la boca), la imagen que proyecto es muy distinta. Me esfuerzo por parecer frío y serio.
-¿Vas a decirme algo o qué? -me dice él, mirándome a los ojos.
-No soy gay.
Esas tres palabras se convierten en una especie de bote salvavidas.
-Está bien, siento haber molestado.
Sus amigos lo esperan con aplausos y comentarios sarcásticos hasta que Bright los manda callar a todos. La cafetería se llena de un silencio espeso y ojos curiosos que revolotean entre su mesa y la nuestra.
Durante unos segundos nadie dice nada porque están demasiado ocupados asimilando lo que acaba de pasar.
Nosotros también.














Y aquí vamos de nuevo, una nueva adaptación¿Qué tal?

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Y aquí vamos de nuevo, una nueva adaptación
¿Qué tal?

Los cuerpos de la habitacion roja. (Adap. BrightWin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora