13. 𝘜𝘯 𝘣𝘦𝘴𝘰.

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Ha terminado la semana de castigo y Min y yo volvemos a incorporarnos a
las clases. Estoy contento por ver a mis compañeros y quiero ponerme al
día con las asignaturas lo antes posible. Cuando llega la hora del café, les pregunto por cómo ha reaccionado la gente al saber que fuimos expulsados por practicar sexo en los baños de la facultad.
JJ y Film se miran antes de volverse hacia nosotros, pareciendo decidir quién empieza a contarlo. Como ninguno de los dos se anima, al final Film le da un codazo a JJ y le pide que lo haga él:
—Algunos cuentan que en el baño solo se os oyó discutir. Ni gemidos ni
leches. Supuestamente tú, Min, te acababas de enterar de todo lo que había pasado con Bright y le habías dejado por esa razón. Celos y desconfianza.
—Vamos, que soy la cornuda de un gay.
—Exacto. Aunque otros creen que estabais follando, e incluso hay
quienes juran haberlo visto con sus propios ojos. No sé, las opiniones
siguen divididas. —Hace una pausa—. Yo sé que no ocurrió nada. —Y nos
estudia como intentando confirmar que así es.
Trazo círculos con la yema sobre mi frente, empieza a dolerme la cabeza.
—No ha funcionado. Genial y ¿ahora qué?
—La culpa es nuestra, Win, no lo hemos hecho bien. ¿Darnos la mano
por los pasillos y entrar en el baño de las chicas? Es casi un juego de niños.
Además, solo nos pilló una estudiante. No es creíble, aunque nos hayan
expulsado una semana. —Min hace una pausa y luego me parece verla sonreír—. Pero... pero estás de suerte, porque se me acaba de ocurrir una
idea.
—¿Otra? Min, que ya sabemos cómo termina esto...
—Cállate y escucha lo que te voy a proponer. Tres palabras: casa-de-Luke. —Levanto una ceja y aclara—. Hay una fiesta allí, este viernes.
Tiene que estar tomándome el pelo.
—Luke, por si no lo sabías, es el mejor amigo de Bright.
—Lo sé. Justo por eso deberíamos hacerlo allí.
—¿Hacer el qué exactamente?
—Vamos a follar, cariño. Bueno, a fingir que follamos. —Le saca la
lengua a JJ, que ha empezado a reírse—. Será en una de las habitaciones de la casa. Piénsalo, estará lleno de gente que conocemos de la uni. Solo nos hace falta encontrar el momento adecuado para encerrarnos
y... luces, cámara, ¡acción! No va a salir bien, de ninguna manera.
—Lo dices como si fuera fácil. Lo primero, ya hemos visto que fingir
tener sexo no da resultados; lo segundo, está claro que ninguno de nosotros es bienvenido. Sobre todo yo.
Min pone los ojos en blanco y luego me mira como si fuese tonto.
—Win, como ya te he dicho, cuando nos expulsaron solo nos había visto
una persona. Una persona. Si lo hacemos en esa fiesta nos oirán cientos de borrachos. Eso será más que suficiente para que deduzcan lo  que estamos haciendo dentro. Luego, cuando notemos que empieza a haber mucho movimiento en la puerta, salimos despeinados y, no sé, tú puedes ponerte la camiseta del revés. Y ya está, los machitos te harán la ola para entrar de nuevo en Heterolandia. —Me guiña un ojo—. Si te preguntan, puedes
contarles que yo también... bajé. Pero solo si les dices que ha sido la mejor
mamada de tu vida.
Film casi se atraganta.
—Dios, Min, tú estás más salida que el pico de una mesa.
—Y que lo digas —se le suma JJ.
—Vaya, vaya... ¿Tan buena eres? —Quería ser gracioso, pero sueno más
como alguien que intenta ligar con ella, lo cual se me hace sumamente
incómodo.
—Nadie se ha quejado nunca. —Min hace más amplia su sonrisa—. Entonces ¿qué? ¿Lo intentamos de nuevo?
Saco el ordenador de la mochila y le pido a Min que vigile mis cosas
porque me voy un momento al baño. Film me recuerda que tengo tres
minutos antes de que la puerta se cierre y no me dejen entrar, por lo que voy derrapando por el camino. Al llegar me desabrocho el cinturón y me concentro para hacer pis. En principio, estoy solo. Me ha dado tiempo a echar un vistazo rápido y las puertas de los inodoros estaban abiertas y vacías. No es que tenga problemas para mear delante de otros chicos, pero me siento más cómodo cuando tengo total y absoluta intimidad.
Al terminar abrocho mi pantalón, con el inquietante presentimiento de
tener a alguien detrás de mí.
Espero un poco, como el que espera a que ocurra algo. Un nuevo sonido.
No sé.
Me gustaría convencerme de que me lo he imaginado. Que sigo solo.
Pero el calor de un segundo cuerpo invade mi espalda, poniéndome los
pelos de punta. Sea quien sea, está demasiado cerca.
Al girarme, mi nariz choca contra algo duro y ahogo un grito.
Y entonces mi campo de visión se reduce a dos ojos. Dos ojos negros,
fríos y grandes.
Antes de poder reaccionar, sus manos tiran del cuello de mi camiseta y
me empujan al otro extremo del baño. Mi espalda se golpea contra la pared.
Respiro de forma entrecortada, muerto de miedo.
—¡¿Estás loco?!
Da dos pasos hasta volver a tenerme a escasos centímetros. No puedo
dejar de pensar en lo grande que es y lo pequeño que me hace sentir.
Las cejas esconden la mitad de sus ojos, en un gesto de enfado. Pero lo
que me preocupa es la forma en la que sus dedos se hunden en mi garganta, porque ya no puedo emitir sonidos. Mi voz se ahoga bajo su fuerza y siento que las lágrimas empiezan a mojar mis mejillas.
Todo sucede demasiado rápido como para que entienda qué está pasando. Por qué hace esto ahora. Intento buscarle algún sentido cuando lo
oigo decir:
—¿A qué crees que estás jugando?
—Bright, yo no te he hecho nada.
—Y una puta mierda.
Mi pecho se mueve arriba y abajo, tratando de buscar el aire que le falta.
Necesito que pare.
Desesperado, empiezo a arañarlo con las manos, pero solo consigo que
me apriete con mayor intensidad. ¡Me va a ahogar! Noto cómo me sube la
sangre a la cabeza y se me queda una sensación electrizante en la frente.
Empiezo a pegar patadas al aire, hasta que consigo acertar en algo duro y
me suelta con un quejido.
Por fin.
Lo veo frotarse la rodilla con una mueca de dolor. Me quedo quieto, sin
saber cómo salir de ahí. Podría gritar y pedir ayuda, pero la garganta me
arde y, cuando intento hablar, casi no consigo oírme a mí mismo. Siento el
cuello maltratado y respiro con dificultad durante los siguientes segundos.
Da unos pasos hacia mí y yo retrocedo instintivamente hasta volver a
tocar la pared.
—Déjame en paz.
—Déjame tú en paz a mí —contesta Bright. Su mano sujeta de nuevo mi
cuello, es demasiado fuerte como para poder escapar de él—. No vuelvas a
besarte con Min en mi puta cara.
—¿Qué?
—Ya me has oído. No te lo voy a repetir.
Está a tan poca distancia que su nariz se aplasta contra la mía. Me hace
daño. Después su mano suelta mi cuello. Respiro. Me doblo sobre mí
mismo y acaricio con cuidado la zona resentida.
—Ponte de pie.
Obedezco.
—¿Todo esto es por celos? ¿Desde cuándo te gusta mi amiga? —me atrevo a preguntar.
Bright se asegura de que estamos solos, pero aun así me deja sin
respuesta. Las venas de su cuello comienzan a hincharse, resaltando bajo su piel. Sus ojos se hacen más salvajes, como si fuera un animal aunque parece tener un tic en uno de ellos.
Necesito salir de aquí antes de que la situación empeore.
—Tengo clase. Déjame irme.
—Tú no te vas a ninguna parte.
—Pero ¿qué más quieres de mí?
—Nada. No quiero nada.
—¿Por qué haces esto?
Cierra los ojos y lo veo expulsar aire con fuerza.
—Necesito pensar...
—¿Pensar?
Bright se revuelve el pelo nervioso y retrocede un paso. Entrelaza los
dedos por detrás de su nuca y hunde la cara en sus codos.
—Win, no le cuentes nada de esto a nadie, ¿vale?
—Está bien.
Intento marcharme, pero su brazo se extiende firme y enorme, impidiéndomelo.
—Espera, todavía no he terminado. —Su voz suena dura y amenazante.
—Déjame salir
Cuando voy a empujarlo, Bright se engancha en mi camiseta, arrugándola bajo su puño. Con un posesivo movimiento tira de ella, acercándome inevitablemente a él. Inclina la cabeza y siento el calor de su aliento cerca de mis labios. Me quedo quieto, sin saber qué es lo siguiente que va a hacer conmigo.
—A la mierda... —susurra.
Y entonces me besa.
Sus manos me sujetan la cara. Cierro los ojos y dejo que Bright marque la
intensidad. Primero chupa mi labio superior, después el inferior. Cuando
intenta meter su lengua dentro, dejo la boca entreabierta. Nuestras lenguas
resbalan, elevando aquel beso a un nivel más obsceno que las caricias
iniciales. Se mueve de una forma tan experta que es como si no hubiese
hecho otra cosa en toda su vida. El beso me llena de una sensación mágica, haciéndome sentir que mis pies se separan del suelo para empezar a flotar en aquel espacio.
Al separarse unos centímetros me muerdo el labio para controlar mi
frustración.
—¿Te gusta? —me pregunta con su increíble voz, grave y rasgada—. Te
gusta. Claro que te gusta.
—Sí...
—No creo que Min sepa hacerte esto.
Jadeo al oírlo, llevando mi mano a su pelo para volver a acercarlo hasta
mí.
Necesito que me bese más. Que no deje de hacerlo nunca.
Y lo hace. Bright aprieta sus labios contra los míos, muerde, chupa y me
acaricia con más fuerza que antes.
¿Se puede hacer el amor utilizando únicamente la boca como punto
erógeno? Porque ahora mismo siento que este hombre me está follando.
Al poco rato sus labios vuelven a separarse de los míos. Son suaves, más de lo que había llegado a imaginar. Después sopla en mi cuello, intentando calmar la zona resentida. La sensación es increíble. Calor y frío se juntan, y yo me quiero morir del gusto.
Lo oigo gruñir de placer antes de abandonar el cuello y reclamar mi
boca.
Su cuerpo se frota con el mío en un movimiento delicioso. Noto un bulto
gordo y pesado aplastándose contra mi erección, un bulto que segundos
después crece todavía más, cuando ya creía que no podría ser más grande.
Bright tiene su erección encajada en mi entrepierna, restregándola por
encima. Es un placer distinto al de besarnos, y me invaden unas ganas
terribles de sentirlo dentro de mí. Tengo tanto calor que es imposible que no se haya empañado ya el espejo. Jadeo mientras mi cuerpo se retuerce buscando estar más cerca del suyo.
—Fóllame... —se me escapa.
Al decirlo, su cuerpo deja de moverse. Lo imito. Por la forma en la que
nos miramos, sé que hasta ese momento ninguno de los dos se había parado a pensar en lo que hacíamos. He tenido la erección de Bright frotándose contra la mía y, aunque ambos seguimos teniendo demasiada ropa, sabemos que ha sido un momento demasiado íntimo para tratarse de... un beso.
Trato de echar la cadera ligeramente hacia delante para volver a sentir su
polla contra la mía. Me tranquiliza comprobar que sigue estando duro, pero la reacción de Bright no es precisamente de alivio. De hecho, no esperaba verlo tan cabreado ahora, ni que me apartase de un empujón.
—¡¿Qué mierda haces, Win?!
—Tú eres el que me ha besado primero.
—Pero yo no quería... ¡Joder! ¡Te he notado el puto rabo!
—Y ¿qué me quieres decir con eso?
—Que eres un chico.
—Pero eso ya lo sabías antes de...
—Calla. No sigas por ahí. —Gira sobre sí mismo, nervioso—. Le
cuentas esto a alguien y...
—Se lo cuento a alguien... ¿Y qué?
—Yo que tú no lo haría. —Siento un escalofrío por la forma en la que
pronuncia las palabras. Su mirada se ensombrece—. Si llego a enterarme de
que lo haces, juro por Dios que te mato. Espero haber sido suficientemente claro con este tema.
Antes de que pueda responder, Bright desaparece de mi vista. La puerta se
cierra y el silencio ocupa el hueco que ha dejado.
Llevo la mano a la zona de la nuez. Ejerzo un poco de presión con el
pulgar y el índice para tratar de calmar el dolor, pero no funciona.
Después toco mis labios. Están hinchados y mojados.
La mayor parte del calor que siento se concentra en mi boca, donde también
se mezcla con un desagradable sabor metálico. Vuelvo a pasar mis dedos
por los labios y me doy cuenta de que es sangre. Me tranquilizo al
comprobar que la herida solo se ha abierto en un mínimo espacio. Mientras me limpio, no paso por alto lo distinto que me veo ahora en el espejo. El rubor en las mejillas me hace parecer más vivo que nunca, iluminando la piel de mi cara y dándole color.
Creo que aún no soy plenamente consciente de lo que acaba de pasar y
de lo que eso significa.
La suavidad de sus labios apretándose contra los míos. Nuestras lenguas
dándose calor. Mis dedos tirando de sus mechones mientras él me sujeta la
cara con las manos. Ese momento sigue tan presente que parece imposible que se haya acabado. Por lo menos, me gusta pensar que la misma saliva con la que cicatrizo mi herida se esté mezclando con la de Bright en mi boca.
Estoy excitado y feliz.
Quizá parezca precipitado admitir que acabo de imaginarme con él en el
día de nuestra boda, recordando este momento justo antes de dar el «sí
quiero». El traje de etiqueta me favorece y Bright lleva uno hecho a medida, así que está increíblemente sexi con él. Además, le he comprado una corbata azul, acorde con sus ojos. Yo me he decidido por una pajarita roja, que combina con... No sé. Bueno, ¿el diario cuenta? ¡Viva los novios!
Gracias, gracias.
Un estudiante entra en el baño y me llevo un susto de muerte. Al volver
a la realidad, me doy cuenta de que llevo bastante rato aquí metido y... la
clase de Derecho.
Yo tenía clase de Derecho.
Pongo la oreja sobre la puerta y escucho a mi profesora hablar sin mucho entusiasmo. Con un poco de suerte y una buena excusa podría convencerla para que me dejase entrar, aunque la idea de sentirme observado por cien personas no me gusta en absoluto. O sea, me muero de vergüenza. Además, sigo teniendo los labios hinchados y enrojecidos. ¿Esto último vale como excusa para no intentarlo?
Ni siquiera puedo irme a casa hasta que termine la clase, porque mi
ordenador y mi mochila siguen ahí. Leo un par de wasaps de mis amigos,
preguntándome dónde estoy. Son de hace ya casi veinte minutos. Mientras
espero intento ocupar mi mente con otra cosa que no sea Bright, pero no sirve de nada. Lo único que hago es llevarme una y otra vez los dedos a la boca para confirmar que, de alguna forma, el beso que me ha dado sigue ahí.

Los cuerpos de la habitacion roja. (Adap. BrightWin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora