28. 𝘌𝘴𝘵𝘢́𝘴 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘪𝘦𝘯𝘥𝘰 𝘢 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘪𝘦𝘯.

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Ajusto el nudo del albornoz y llamo a la puerta antes de entrar. Bright ha salido de la ducha primero. Ahora está tumbado sobre la cama, con el dedo índice sobre la barbilla y la mirada puesta en una pequeña cámara de vídeo.
Reconozco mi voz gimiendo de placer. Lo primero que pienso es que nos van a oír sus padres, después vuelvo a caer en que vive solo. Me ruborizo al entrar en la habitación, esa estúpida cámara no deja de reproducir mis
gritos.

¿En serio soy tan escandaloso?

Bright sonríe y pasea su dedo hasta la boca.
—Interesante...
—¿Interesante? Deja de ver eso, Bai.
—Somos nosotros, ven a verlo conmigo.
—Ya sé que somos nosotros, pero no quiero. Me da corte.
—¿Te da corte oírte gemir y no oírte cantar? —Acompaña el apunte con una sonrisa de cabroncete.
Le saco el dedo corazón.
—No es lo mismo. Ya hemos hablado de esto —protesto.
Vuelve a reproducir el vídeo.
—Joder, gimes tan bonito que esto debería subir tu autoestima.
—Sí, preciosísimo.
—Tú hazme caso. No digas que no hasta que lo veas durante, por lo menos, un par de minutos.
—¡¿Un par de minutos?! Pero si con solo oírme ya quiero que lo quites.
—¿Puedes hacerme ese favor? ¿Por mí?
—No.
—De acuerdo.
Apaga la cámara y la guarda dentro del estuche. ¿Se ha enfadado? Hace un gesto para que suba a la cama, no se ha enfadado.
Los dos miramos el estuche, pensativos. Bright pasa su mano por mi pelo mojado mientras juguetea con la cremallera.
—¿Seguro que no quieres verte? Sales precioso.
Vuelve a sacarla y hace el amago de encender el aparato. Ve mi expresión y decide que no es buena idea.
—Te he dicho que no quiero ver el vídeo.
—Y por eso la cámara está apagada.
—Pues guárdala.
—Solo quiero tocarla.
—Pues tócame a mí.
Bright entrecierra los ojos y sonríe, dando golpecitos sobre su nuevo
juguete.
—Hum... Se me ocurre algo: mientras pongo el vídeo yo te hago lo que
quieras, ¿sí?
—No hay trato.
—Win, eres un bruto.
—¡Me da vergüenza!
—Vergüenza no es la palabra que encaja contigo después de haber visto
las primeras imágenes... Pareces estar en tu salsa. Vamos —dice juntando
las manos sobre su boca—, solo un minuto y vuelvo a ser tuyo. Un minuto, no te pido nada más, pequeño.
Chasqueo la lengua y pongo los ojos en blanco.
—No vas a parar hasta conseguir lo que quieres, ¿verdad?
—Siempre consigo lo que quiero. Y cuantas más veces me digas que no, más ganas voy a tener de poner el vídeo. Por lo que, en parte, es también culpa tuya.
—Bright, no seas así...
—Era una broma, ¿bien?.
—No era broma.
—No, no lo era —confirma divertido. Besa mi frente con ternura y masajea mi hombro. Cierro los ojos.
Oigo gemidos. Soy yo, maldita sea. Bright ha aprovechado el momento de debilidad para reproducirlo.
Encima va y lo acerca para que también pueda verlo yo.
—Ya te he dicho que... Uy... joder... —Cambio de opinión en cuanto veo
un trocito de la escena. Y claro, me vengo arriba—. Bright, ¿ese soy yo?
Pues no lo hago tan mal, ¿no?
—Eres increíble, pequeño. Mírate.¿Ves por qué consigues hacerme
perder la cabeza?
En las imágenes descubro sorprendido lo sexi que parezco.
No está mal. No está nada mal. ¿Dónde he aprendido a moverme de esa forma?
La posición cambia y se hace más excitante. Ahora salgo abierto de
piernas y con Bright colocado en medio. Como él también tiene las suyas ligeramente separadas, puede verse a la perfección la forma en la que su pene entra y sale dentro de mí.
Es increíble, una puta maravilla.
Mi cabeza comienza a recibir mil respuestas sobre lo que estoy viendo.
Las más repetidas son:
«La espalda de Bright es demasiado perfecta»
«el de abajo soy yo, joder, soy yo de verdad» y
«no sabía que tenía tan buen culo».

—Win, ya han pasado más de cinco minutos. Quiero que me digas qué
opinión tienes ahora sobre lo que estás viendo.
—Me gusta. Me gusta de verdad.
—¿Cómo te hace sentir?
—Bien. Me veo distinto y...
—¿Sexi? ¿Poderoso?
—¡Sí! Sí.
—¿Entiendes por qué quería grabarnos?
—Creo que sí.
—Y ¿sientes que esto que hemos hecho está mal?
Dudo antes de contestar a su pregunta.
—No lo sé. Es raro.
—¿Por qué es raro?
—Somos nosotros follando. Tú y yo. Eso en sí mismo ya es bastante raro, ¿no crees? —Asiente con una sonrisa—Y tampoco me imaginé que grabaría nunca una especie de peli porno casera.
—¿Lo incluirás en tu diario?
—Imbécil. Por supuesto que no.
Ja.
—Está bien. Veamos el resto. Me acomodo en su pecho y saltamos la parte en la que discutimos. Cuando termina le pido:
—Quiero que me lo pases.
—Ni de coña. Esto no va a salir de aquí. —Su expresión se vuelve seria y distante, como si los dos fuésemos dos niños y yo en vez de jugar con él tuviese la intención de robarle una pelota que es suya y de nadie más.
—¿No confías en mí? ¿Crees que voy a ir enseñándolo por la facultad?
—Win, confío en ti, pero no en la suerte. La suerte es caprichosa y puede hacer que alguien más termine enterándose de todo esto.
—La suerte deberíamos ser nosotros.
—Esa frase te ha quedado muy bonita, se nota que escribes.
—Ya, para con la broma.
—Quiero que entiendas que esto es diferente. Yo no quiero hacer público nada.
—Ni yo tampoco.
—Pues no se hable más. El vídeo se queda aquí y podrás verlo siempre
que quieras.
Eso no tiene ningún sentido. Se supone que la funcionalidad del vídeo es verlo cuando esté en mi casa solo y quiera masturbarme. ¿De qué me sirve verlo en la suya, si se supone que ya estaré con él?
—Sigo queriendo el vídeo —insisto.
Pero Bright no da su brazo a torcer.
Al final me rindo. Era eso o terminar enfadados.
Le doy un último beso antes de despedirme. En el trayecto del ascensor me entretengo viendo los stories que Min ha subido a Instagram. Según parece, ella también está en Gran Vía.
Le envío un wasap. Resulta que se ha venido sola para hacer compras.
¡Perfecto! Quedamos en la entrada del Primark y la saludo efusivamente cuando la encuentro entre la multitud.
Decidimos ir a tomar algo y entramos en una preciosa cafetería en la que sirven churros con chocolate. Min guarda sitio en una de las mesas con
vistas al exterior y yo me encargo de ir a pedir.
Cuando el dependiente se da la vuelta, me doy cuenta de que es Nani, el chico de Grindr.
—Parece que no te alegras de volver a verme —comenta en voz muy baja.
—¿Qué? ¿Por qué dices eso?
—Es la sensación que me ha dado.
—Pues no es cierto. Me alegro. Es solo que...
—No te lo esperabas. Lo sé, yo tampoco.
Asiento con la cabeza.
Nani baja la mirada hasta mi boca. Carraspeo fingiendo no haberme enterado y entonces vuelve a mirarme a los ojos.
Estoy incómodo, nervioso y empieza a picarme todo el cuerpo. Ya es
mala suerte coincidir con él en una cafetería, de entre todos los sitios de
Bangkok que hay para tomar algo.
—Oye, no quiero sonar borde, pero ¿desde cuándo trabajas aquí?
—Desde hace un par de semanas. —Nani se aparta para dejar pasar a una compañera antes de recuperar su posición—. Por cierto, ¿qué ha
pasado? ¿Borraste la app?
—Eh... Sí. La borré esa misma noche.
—Llegué a pensar que me habías bloqueado. Y no sé, si hice algo mal
cuando tú y yo...
—No, no tiene nada que ver con eso —lo interrumpo—. Te portaste genial conmigo. En serio.
—¿Entonces? ¿Por qué no me pasaste tu número o algo antes de desaparecer?
Porque te usé para poner celoso a otro chico.
—Porque soy imbécil.
Nani fuerza una sonrisa. Sabe que no estoy siendo del todo sincero con él, pero no vuelve a insistir.
—Bueno, tú dirás. —Señala la carta con el mentón y aprovecha para ajustarse el delantal.
—Ah, sí. Dos chocolates calientes y media docena de churros.
—¿Cómo de calientes?
—Ya lo sabes —me oigo decir.
Pero ¡¿por qué le sigo el juego?!
Él sonríe divertido y se aleja para prepararlo todo.
Entonces vuelvo a imaginármelo desnudo, tendido sobre su cama mientras yo intento sacar una foto a escondidas para mandársela a Bright.
—Ahí lo tienes. —Apoya las tazas en la barra con un leve tintineo—Espero que os guste a ti y a tu cita.
—El otro es para una amiga. —Hago hincapié en la última palabra—. Es la que está sentada al fondo con abrigo rosa. —¿Por qué tengo la necesidad
de explicárselo?
Nani sonríe y coloca una cucharita en cada plato de porcelana.
—Sí, la veo. —Relaja los hombros y su mirada se hace más amable—.
Bueno, en ese caso invita la casa.
—¿En serio? ¡Gracias!
—No las des, era una pregunta trampa. Me llegas a decir que estás con un chico y te cobro el doble. —Canturrea divertido, aunque luego aclara:
-Es broma, por supuesto.
Una señora empieza a quejarse, alegando que lleva esperando media hora para pedir un descafeinado.
Nani me guiña un ojo como forma de despedida y yo vuelvo con Min.
—Dime cuánto te debo. —Mi amiga saca la cartera, pero yo la detengo
poniendo la mano encima.
—Nada.
—No voy a dejar que me invites. En serio, ¿cuánto?
Al final no me queda más remedio que confesarle que nos ha salido
gratis.
—¡Anda! ¿Y eso por qué? ¿Conoces al chico que te ha atendido?
—No.
Min se inclina y lo busca con la mirada. Es tan indiscreta que esta vez
no puedo evitar ponerme rojo.
—Pues no deja de mirarte. Está claro que le has gustado.
¡Si tú supieras!
Y ahora, ¿qué le respondo?
Mira tú por dónde, Min, que lo he visto desnudo. No la tiene tan grande como Bright, pero el chico se defiende.
No, eso no.
—Win, ¿puedo hacerte una pregunta? —Conozco esa mirada. Solo espero que no sea nada relacionado con Nani—. ¿Nunca te has planteado tener algo con un chico?
Siento que todos los músculos de mi cuerpo se tensan a la vez.
—¿A qué viene esto ahora?
—Es simple curiosidad.
La curiosidad mató al gato, y a mí me va a hacer vomitar de nervios.
—No, no me lo he planteado.
—¿Nunca?
—Te he dicho que no.
—Está bien. Tampoco te enfades conmigo.
—No estoy enfadado.
—Pues lo parece.
Genial, otro momento incómodo. Debería empezar a coleccionarlos.
Cogemos un churro a la vez, lo untamos en el chocolate y lo probamos.
—Está caliente —apunta.

«¿Cómo de caliente?», oigo en mi cabeza.
Mierda, Nani.
—Oye, perdona si la pregunta de antes te ha sentado mal.
—Tranquila. Hoy estoy algo más arisco con todo el mundo.
Sonrío. Y cuando ella me devuelve la sonrisa, de alguna forma vuelvo a ver a la Min de antes. Algo ha cambiado entre nosotros desde que comenzó toda la historia del maldito reto. ¿Será que fingir ser una pareja nos está
perjudicando? O por el contrario ¿es solo una etapa de la vida?
—Tengo otra pregunta, aunque no sé si es un buen momento para
hacerla.
—Ah, eso sí que no. Ahora tienes que soltarla. —Min sabe que odio que me dejen con la intriga. A veces pienso que lo hace aposta.
Guarda un mechón de pelo por detrás de la oreja y deja la vista perdida
sobre el chocolate:
—¿Estás conociendo a alguien?
El trozo de churro que estaba masticando baja con dificultad por mi
garganta.
—No.
—Win..., ¿seguro?
—Te lo habría contado.
Me molesta que desconfíe de mí.
—¿Qué pasa, Min? ¿Por qué me haces este tipo de preguntas?
—Últimamente siento que no somos los mismos de antes.
—No es verdad.
—Ya no pasas tanto tiempo con nosotros. Que sí, que te vemos todos los días en la universidad, pero, joder, ahora estás más ocupado, tardas en contestar los mensajes, no coges mis llamadas de teléfono... ¿Sigo con la
lista?
—Estás exagerando.
Enarca una ceja.
—¿De verdad no me vas a reconocer que tengo razón?
—Solo digo que tampoco lo veo así. Estoy más ocupado, vale, pero eso no significa nada.
—Significa que tienes mejores cosas que hacer.
—No es eso.
—Entonces estás conociendo a alguien.
—Tampoco.
Se cruza de brazos.
—Me da igual lo que me digas. Estás conociendo a alguien y punto.

Mis ojos deciden por sí mismos mirar a Nani.
Soy imbécil.

Pero Min no se ha dado cuenta de a quién miraba. Menos mal.

Los cuerpos de la habitacion roja. (Adap. BrightWin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora