𝟸.𝟹𝟻. 𝙴𝚖𝚙𝚎𝚣𝚊𝚛 𝚍𝚎 𝚌𝚎𝚛𝚘

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Nueve días más tarde...

Sábado, 22.17 h. Casa de Min.

—Con JJ ya sabes que cero mal rollo, el problema es con Film. No es una amistad que quiera recuperar después de lo que pasó, y tampoco es que ella haya intentado acercarse para arreglar las cosas. —Min echa unos cubitos de hielo en mi copa—. ¿Vodka o ginebra?

—Ginebra —digo sacando cinco copas más del armario de la cocina.

Min me ha convencido para salir de fiesta con ella, su novio y los amigos de este.

Llevamos todas las copas al salón, conectamos Spotify a los altavoces y nos da tiempo a escuchar dos canciones hasta que llaman al timbre.

—¡Es él! —Se levanta y corre hasta el telefonillo.

Un minuto más tarde lo tenemos en la puerta.

Podd es unos centímetros más alto que yo. Tiene una nariz alargada, cara en forma de diamante y unos ojos color miel. Es delgado de cintura, aunque su espalda es sorprendentemente ancha. Huele a vainilla y tiene una sonrisa simpática.

—Win, te presento a mi novio Podd. Podd, te presento a mi mejor amigo Win. —Min sonríe de oreja a oreja, mirándonos—. Podéis daros un abrazo, dos besos, chocar los puños o lo que sea.

Estoy preparado para darle la mano, pero él la ignora y directamente me da dos besos.

Me cae bien este chico.

Me cuentan su historia: se conocieron a través de Tinder y después de hablar durante una semana decidieron quedar para tomar un café en Gran vía

—Fue conexión a primera vista —explica Min, apoyando su mano encima de la de Podd.

Él se inclina para besarla y casi tira una copa al suelo. Sonríen con complicidad, haciéndome testigo de esa conexión de la que hablaban.

Se ven asquerosamente lindos los dos juntos.

A la una menos cuarto todos (Podd, sus amigos, Min y yo) estamos haciendo cola para entrar en la discoteca, cerca de la plaza de Bangkok. Los tres amigos de Podd van vestidos con polo, cada uno de un color: rosa, azul y verde. Parecen la versión pija de Las chicas superpoderosas.

—Qué frío —bufa Min.

Le ofrezco mi abrigo, pero ella dice que mejor si la abrazo para entrar en calor.

—¿Qué te parece Podd? —pregunta en voz baja, apretando su mejilla en mi pecho.

—Parece buen chico. Me gusta mucho para ti.

Como si nos hubiese escuchado, su novio se gira y le guiña un ojo a Min antes de volver a hacer caso a un amigo suyo (polo verde), que lleva la mitad del tiempo de la cola hablando sobre lo mucho que echa de menos a su ex.

Podd le pasa el brazo por el hombro e intenta animarlo, le dice que no se raye más, que esta noche es para disfrutar con los colegas y que ligará seguro.

«Pero yo no quiero conocer a otra. Yo era feliz con ella», responde el amigo.

La conversación me recuerda a Bright.

Empatizo tanto con su dolor que me fastidia no tener la suficiente confianza como para ir y decirle que lo siento y que estoy pasando por un duelo parecido al suyo.

Se me mete eso en la cabeza y ya no puedo pensar en nada más: ojalá tuviese el valor de contarle a Min que Bright es mi hermano. Ni siquiera le he dicho que ya no estamos saliendo.

Los cuerpos de la habitacion roja. (Adap. BrightWin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora