2.22. 𝙽𝚘 𝚜𝚎 𝚙𝚞𝚎𝚍𝚎 𝚋𝚘𝚛𝚛𝚊𝚛 𝚊𝚚𝚞𝚎𝚕𝚕𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝚢𝚊 𝚜𝚎...

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—Es que sigo sin entender cómo me hace algo así —mascullo. Estoy en casa de Bright. Los dos de pie, en mitad de su salón—. Es mi hermana, joder. ¡Mi hermana!
Bright apoya sus manos en mis hombros y desliza sus pulgares en círculos, acariciándome.
He venido como un resorte hasta aquí nada más enterarme. Necesitaba contárselo, desahogarme con la persona que amo. Necesitaba ver su cara de sorpresa al confiarle lo que acabo de ver. En cambio, Bright mantiene la expresión fría y se muestra muy tranquilo. Eso me descoloca y me hace sentir ridículo, como si yo fuera un niño que tiene una rabieta. Y no es una rabieta, tengo mis motivos para estar enfadado.
—Cálmate, ¿vale? —me pide suave—. Ya sé que es tu hermana. Pero es solo sexo sin sentimientos, nada más. Tampoco es tan horrible.
Me cruzo de brazos.
—O sea que crees que exagero.
—No he dicho eso.
—Pero lo has pensado —insisto—. Vamos, puedes decírmelo. Crees que no es para tanto y que estoy haciendo una montaña de todo esto.
Bright resopla. Deja de acariciarme y se rasca el puente de la nariz.
—Win, estás cabreado y lo entiendo, en serio.
—Y ahora viene el famoso «pero» —me adelanto.
—Pero creo que tenemos otros problemas más importantes que atender.

El comentario me duele. Durante un minuto no decimos nada, tan solo nos miramos.
—Tú lo sabías —suelto de pronto.
Bright enarca una ceja.
—Sabías que mi hermana estaba follando con Luke.
—Win...
Da un paso hacia delante, pero yo retrocedo con otro para mantener la misma distancia.
—Mira —digo furioso—, es evidente que nosotros tenemos nuestras diferencias, porque aún sigo sin entender cómo puede ser que tu mejor amigo sea el tipo más homófobo que existe en nuestra universidad. —Sí, por fin se lo he soltado—. Pero después de cómo Luke se ha portado conmigo y de la relación que tenemos nosotros..., esperaba, no sé, que por lo menos me avisaras de que ahora además se está follando a mi hermana, que es posible que me lo encuentre paseándose con la polla al aire por mi puta casa.
—Decidí no contártelo porque no quería verte sufrir por nada más.
—¿Desde cuándo lo sabes?
—A ver, no están juntos, solo son follamigos.
— Follamigos. Oh, vale, entonces no pasa nada, adelante con eso — digo con ironía.
La imagen del miembro de Luke se proyecta en mi cabeza como si estuviera en una sala de cine. No es agradable. Hago un aspaviento para borrarla.
—¿Te acuerdas de la noche que coincidimos en una discoteca?
—¿Te refieres a cuando te pusiste celoso y no nos dejaste entrar en el baño a Nani y a mí? —contraataco. Mierda, no sé por qué soy tan imbécil de soltarle esto. Este tema ya lo hablamos en su día. Fui yo el que actuó como un niñato.
—Estaba celoso —admite—. Pero tú eres libre de hacer lo que quieras con otros chicos.
—No parecías tenerlo tan claro esa vez. —Estupendo. Vuelvo a ponerme a la defensiva. No paro de cagarla.
—Intentaba protegerte.
Lo miro a los ojos. ¿Protegerme de qué?
—Claro, era por eso.
Bright pierde la paciencia.
—Mierda, Win. Tu hermana estaba follando con Luke dentro de ese baño.
Abro y cierro la boca varias veces.
—Quería evitar que tuvieses que ver algo así, bebé. Por eso no te dejaba entrar con ese tipo. ¿Lo entiendes ahora?
Recuerdo la conversación telefónica que tuve con Tu cuando estaba en Panwa: «Alguien se comió tu pintalabios», le dije yo. «Y lo que no es el pintalabios», respondió ella, confesándome que la cosa había ido a mayores. Todas las piezas encajan.
—Perdóname —digo agachando la cabeza. No puedo enfadarme con él.
Cuando Nani intentó abusar de mí decidí que no le contaría nada. Lo hice para protegerlo y no preocuparlo, y Bright, a su vez, estaba haciendo lo mismo conmigo. Me acaba de cambiar el recuerdo que tenía de esa noche —. Lo siento, he sido un imbécil.
Bright toma mi mentón haciendo una pinza con el pulgar y el dedo índice, y lo levanta para guiar mi mirada hasta la suya.
—Está todo bien.
Desliza los dedos hasta el cuello de mi camiseta y se entretiene trazando líneas durante largos segundos. Puedo ver cómo su cabeza empieza a funcionar a toda velocidad. Los dedos de Bright siguen concentrados en repetir líneas rectas que luego se convierten en curvas, y las curvas en círculos enteros.
—Dímelo.
—¿Que te diga el qué? —pregunta algo confuso.
—Lo que sea que estés pensando. Dímelo sin darle más vueltas. No importa.
Suspira.
—Sí que importa. —Sus dedos dejan de trazar círculos.
Bright saca el móvil de su bolsillo y trastea hasta dar con lo que busca. Le da la vuelta para enseñármelo. Es una conversación nuestra de WhatsApp:

Los cuerpos de la habitacion roja. (Adap. BrightWin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora