20. ¿𝘚𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘣𝘢𝘯 𝘥𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘶𝘯 𝘣𝘦𝘴𝘰?

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Necesito dos intentos para colgar porque mi dedo índice se mueve sin control, aún pensando en lo que acabo de hacer con Bright, las cosas que le he dicho y lo guarro que me he sentido. Pero, sobre todo, lo mucho que he disfrutado portándome así.
O sea que esto es tener sexo telefónico.

Increíble.

Suelto el móvil y este rebota en la almohada. Estoy exhausto. Mis pulmones inflan mi pecho y vuelven a deshincharlo, tratando de recuperarse lo antes posible. Pero ¿cómo me
recupero yo de lo que acabo de sentir?
Quiero más de Bright. Mis ganas por tenerlo desnudo y dentro de mí me crean un dolor silencioso. Un dolor que despierta cada vez que lo echo de
menos y no está lo suficientemente cerca como para poder sentirlo..., tocarlo..., respirarlo...

Cierro los ojos con fuerza antes de abrirlos. Mi cuerpo está cubierto por una fina capa de sudor que moja las sábanas. Improviso un nudo en la cintura con la toalla y me doy una ducha. Eso me recarga las pilas, y acompañarlo de un café caliente es la mejor decisión que he podido tomar. Estoy mojando una tostada en la leche cuando mi hermana entra y se sienta conmigo.

—Sé lo de Min. —Ve que no me inmuto y aclara—. Lo que hizo en la
fiesta de Luke.
—Empezaba a olvidar que tenías espías por todas partes.
—Muy gracioso. Ahora en serio, ¿te ha afectado lo suyo con Bright? ¿En qué punto estáis en vuestra relación? ¿Lo has hablado con ella?
—No se besaron —farfullo—, así que no hay nada que hablar. Yo también pasé parte de la noche conociendo a otra chica.
Me mira perpleja.
—¿Tenéis una relación abierta?
—No. No me refería a eso. A lo que voy es que no pasa nada. Los dos somos adultos y podemos hacer amigos nuevos.
—Bright no es una persona de la que uno quiera hacerse su amigo.
—¿Por qué dices eso?
—Joder, porque a Bright lo quieres para todo menos para eso. Está tremendo.
Pongo los ojos en blanco, aunque en mi mente tengo un mono con platillos haciéndolos chocar para apoyar el comentario de Tu.
—Yo llego a encontrarme en una situación parecida con Dew y me vuelvo loca.
—Ya, bueno, supongo que a mí ahora me preocupan más otras cosas.
Tu chasquea la lengua. Sé que ha entendido lo que quiero decir.
—Te refieres a lo del reto, ¿no? —Asiento con la cabeza y ella se lleva
una uña a la boca—. Ya casi no se habla sobre el tema, y no te lo digo para hacerte sentir mejor, en serio.
—Porque nunca pasó de verdad.
—Eso ya lo sé. Además, te recuerdo que yo siempre te he creído a ti.
—Gracias —suelto de mala gana.
—De nada, menudo carácter —replica—. Solo intentaba decirte que la
gente ya ha dejado de darle tantas vueltas.
—Sigue siendo una mierda.
—Estoy de acuerdo. Pero las cosas van a empezar a ir a mejor. Ya lo verás.
Se despide dándome un beso en la mejilla y vuelve a su habitación.
Termino el café y suelto una bocanada de aire. Sentado a la mesa del escritorio, me entretengo mordisqueando el tapón del boli mientras decido si seguir con esto. Me refiero a lo de escribir en este diario. No sé.
Hago una videollamada con mis amigos, nos contamos qué hemos hecho durante el día (me salto la conversación subida de tono que he tenido con Bright) y después me quedo escuchando música con los auriculares mientras retomo mi lectura:

Dicen que su boca solo era para valientes, porque te hacía el amor en cada uno de sus mordiscos y te besaba con la misma intensidad con la que se encuentran dos manos que llegan juntas al orgasmo.

Ese poema me eriza la piel y desbloquea un recuerdo de mi pasado.
La primera vez que vi un beso entre dos chicos fue en una película que echaban por la tarde. Recuerdo que era domingo, y hace unos años ese día
de la semana se reservaba para pasarlo en familia. Por aquella época Tu y yo aún coleccionábamos stickers, y cada vez que veíamos un beso en la
televisión nuestra respuesta natural era algo así como partirnos de risa.
Aquella vez no se oyó la risa haciendo temblar nuestros labios, pero el silencio que se creó después lo sentí demasiado fuerte, como si alguien hubiese gritado en mi oreja.

La pantalla se tiñó de negro y mi padre soltó el mando de la tele con el ceño fruncido.

—¿Por qué has quitado la película?
—No es apropiada para vuestra edad.
—Y ¿por qué no? —quise saber.
—Porque no. Punto.
—Esos dos chicos... ¿se estaban dando un beso? —preguntó Tu, ladeando la cabeza.
Mi padre tenía la frente arrugada y comenzó a alisarse la piel pasando un
dedo por el medio.
—Hay gente que decide ser así. —Sus palabras sonaron amenazantes,
cargadas de odio.
Un odio que no llegaba a entender, pero que por un tiempo me llevó a relacionar aquel beso como algo malo.

Los cuerpos de la habitacion roja. (Adap. BrightWin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora