14. 𝘌𝘴 𝘮𝘢́𝘴 𝘤𝘰𝘮𝘱𝘭𝘪𝘤𝘢𝘥𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘳𝘦𝘦𝘴.

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No debería sorprenderme que Bright  esté ignorando todas mis llamadas, y
que tampoco conteste los wasaps que le envío. Después de hacerse público
lo del reto y que esa «anécdota» se siga oyendo en alguna que otra
conversación trivial por los pasillos, Bright  estará muerto de miedo. Pensará que ha cometido el mayor error de su vida, que la ha cagado. Estoy convencido de que se arrepiente de lo que ha hecho. Y a la vez, sé que para llegar al punto de decidir dar ese paso sus ganas de besarme han tenido que estar muy por encima de las consecuencias que tendría que pagar después.
Bright  tiene que estar hecho un lío. Yo también.
Vuelvo a marcar su número de teléfono. Nada. Tampoco quiero parecer un acosador, pero hay preguntas que necesito hacerle, temas para aclarar y no volverme loco. Me siento como debe de sentirse una persona la primera vez que va a casa de alguien para follar. Después del polvo, ¿se marcha corriendo o se queda un poquito? ¿Adónde vas cuando tienes tan metido a alguien en tu cabeza que sientes que lo llevas contigo a todas partes? Así no se puede.
Entiendo su miedo a que me vaya de la lengua, sobre todo después de
cómo se ha portado él conmigo. Pero quiero que entienda que contarlo no
entra dentro de mis planes. No solo por el hecho de que nadie me creería,
sino porque, además, eso supondría confirmar mi propia salida del armario.
Cada vez que recuerdo el beso algo me dice que no va a volver a
suceder. Que solo ha sido una vez. Después fantaseo con la idea de saltarme las clases y quedarme todo el día en el baño de la facultad, esperándolo.
Bright  metiéndome mano por debajo de mi ropa interior, diciéndome
guarradas al oído hasta que yo no puedo más y termino suplicándole que me folle con violencia. Y entonces me baja los pantalones y yo giro ciento ochenta grados, dándole la espalda e inclinándome hacia delante. Lo oigo escupir sobre su erección y noto cómo algo duro, suave y caliente comienza a entrar dentro de mí...
Una vibración en el móvil hace que deje de escribir en el diario. Casi me
tiro de cabeza para cogerlo, pero después descubro que el mensaje no es de Bright , sino de Min: «Salgo ya de casa». Le contesto con un emoji sonriente y me ato los cordones. Los dos hemos quedado por el centro de Bangkok en menos de diez minutos. Ella cree que es para ir a tomar algo. No tiene ni idea de que, en realidad, me va a ayudar con algo que se me ha ocurrido para provocar que sea Bright  el que me llame a mí, sin tener que volver a hacerlo yo.
Y no, no puedo compartir mi plan con Min.
Pero ella es la clave para que todo salga como quiero.
—Min, ¿te parece bien que nos saquemos una foto? —le digo mientras muevo la silla para acercarme.
Los dos estamos en la terraza de un bar. Con el buen tiempo que hace, tomarse una cerveza fresquita se convierte en la opción más tentadora.
—¿Una foto? Claro. ¿Por qué no iba a parecerme bien?
—Me refiero a una foto de pareja. Besándonos. —Evito mirarla a los
ojos para hacerlo más fácil—. Es para subir algo yo también a mi Instagram. Por lo de seguir fingiendo que somos pareja y eso.
La sonrisa de Min desaparece.
—Claro. Es verdad.
—Si no quieres, no tenemos por qué hacerla.
—¿Sabes? En realidad me parece buena idea.
—¿Pero...?
—Pero nada. Haz la foto.
El camarero nos toma nota y regresa con dos jarras.
Antes de probar la cerveza, Min se lleva la mano inconscientemente a la
boca y empieza a morderse una uña. Ella nunca se muerde las uñas.
—Te noto rara. ¿Seguro que todo va bien?
—Sí. Todo va bien. —Aparta la mano y se frota la pierna, después levanta la jarra y le da un largo trago.
¿Estaré presionando a Min? Quizá no le apetece seguir ayudándome con
el rollo de parejitas y se sienta en la obligación de continuar por eso de que somos amigos.
¿Debería hacerlo? Porque eso de usar a Min para poner celoso a Bright ...
Sí, ponerle celoso. Esa es la idea. Ese es mi plan genial.
—¿Win?
—Dime.
—Nada, que estoy esperando. La foto.
—Ah, perdona. Es verdad.
Saco mi mano temblorosa y Min se acerca para sellar sus labios contra
los míos. El beso es frío y solo dura los segundos que tardo en disparar el
flash. Cuando termino, nos sonrojamos algo incómodos y me doy prisa por buscar las fotos en la galería para no tener que prolongar el silencio que se crea. Elegimos la que más nos gusta y me ayuda a editarla.
—Oye, Min, quiero darte las gracias. No sé. Siempre me ayudas con todo.
—Deja de darme las gracias, anda.
—En serio, eres la mejor.
Y siento no poder contarte la verdad.
Sonríe, pero hay algo raro en la forma en que lo hace.
—Ya, bueno. Somos amigos. Tú harías lo mismo por mí.
Un par de horas más tarde bajamos juntos al metro y nos despedimos con
un abrazo. Desde hace un minuto tengo la foto que quería flotando en
internet. «Para siempre. Te quiero», deja Min escrito en comentarios. Estoy a punto de contestarle lanzando tres corazones, pero la pantalla me muestra una nueva imagen y empieza a temblar bajo mi mano. Leo el nombre de Bright  mientras el tono de llamada ruge como un león cerca de mis oídos.
No contesto.
Vuelve a llamarme quince minutos más tarde (creía que no volvería a
hacerlo y que había perdido mi oportunidad). Esta vez sí acepto la llamada, porque ya he salido del metro y puedo hablar mientras camino por la calle.
Casi puedo oír cómo aprieta el móvil desde el otro lado de la línea.
—¿Te divierte hacer esto? ¿Crees que tienes el control de la situación?
Pues te diré una cosa para que te quede bien claro, Win: en realidad eres un puto cobarde de mierda y esto puede salirte muy caro.
—¿Es una amenaza?
—No me gusta que me tomen el pelo y tú ya lo has hecho en cuanto has
subido la puta foto besando a Min. ¿De qué vas? Además, tú eres maricón.
—Y tú un completo Imbécil . —Me oigo contestarle.
—¿Qué?
—¡Imbécil ! ¡Eso es lo que eres! —Las palabras me salen solas, estoy cansado de él y de su actitud conmigo—. Primero me das tu número, me
dices de quedar y cuando voy a besarte me partes la cara. Luego me entero de que esa cita fue en realidad una puta apuesta. Después lo cuentas en la universidad y con eso me sacas a la fuerza del armario.
Y ahora... ahora que intento recuperar mi privacidad, vas tú y me besas. Pero, espera, porque luego eres lo suficientemente cobarde y egoísta como para tener los huevos de desaparecer sin darme ningún tipo de explicación. ¿Te gusta volverme
loco, Bright ? ¿O es que estás empeñado en joderme más la vida?

-¿Intentas recuperar tu privacidad? Todo el mundo sabía que eras gay
desde mucho antes. No me jodas, Win. Se te nota.
Es increíble que tenga la cara de salirme con eso.
—En cualquier caso, yo decido cuándo contarlo o si quiero hacerlo. ¿Es que no entiendes que esto es algo que solo me pertenece a mí? ¡No tienes ningún derecho a hacerlo tú! ¡Ninguno!
—A ver si eres capaz de decírmelo a la puta cara.
—Te diré eso y lo de maricón. Ya me ha quedado bastante claro que tú
también lo eres.
—No te confundas conmigo.
—¡Ja! Entonces no te importará que cuente lo que pasó en el baño, ¿verdad?
Se crea un silencio de esos que hablan por uno mismo.
—Lo imaginaba.
—Win, te juro que... te juro que si lo haces te mato.
—Y ¿qué harás cuando quieras besarme de nuevo?
Su respiración se agita en el micrófono.
—Lo que quiero es que desaparezcas de mi vida.
Algo se rompe en mi interior, como si el polvo que tapaba las grietas se
hubiera ido a otro sitio y ahora pudiese recordar que todas las heridas seguían ahí.
—Que me lo digas tú, siendo el responsable de que ahora la mía esté
patas arriba... Te juro que a mí se me caería la cara de vergüenza. Pero creo
que aún eres incapaz de ver lo egoísta que estás siendo conmigo.
—Lo del reto no fue idea mía.
—Pero aceptaste.
—Sí.
—¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste?
—Es más complicado de lo que crees.
Y entonces me cuelga
flotando en el espacio que nos separa.

Los cuerpos de la habitacion roja. (Adap. BrightWin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora