Tomamos un taxi que nos lleva a Pukhet, donde está nuestro hotel.
Durante el trayecto bajo la ventanilla y aprovecho para mirar el paisaje. El cielo, despejado, limpio de nubes. El sol pegando con fuerza y haciéndome cosquillas en la cara. El viento revolviéndome el pelo. Enormes palmeras de entre quince y veinte metros de altura repartidas por el paseo marítimo. Huele a sal, a tierra y arena mojada, a césped recién cortado y flores aromáticas. Pukhet, que en su día fue un puerto pesquero, huele a vida, a naturaleza.
Cierro los ojos y disfruto de la sensación de estar tan lejos de Bangkok.
El taxi se detiene en la puerta de nuestro hotel. En las fotos la fachada parecía más cuidada, pero aquí uno puede ver las imperfecciones, la pintura blanca levantándose por algunas grietas que han intentado tapar con vegetación. Bajamos las escaleras que nos llevan a la entrada y esperamos en el mostrador de recepción a que alguien nos atienda. Dos minutos más tarde aparece una mujer bajita y con ojos saltones. Nos toma los datos y comprueba que todo está en orden antes de entregarnos una tarjetita a cada uno.
Film, impaciente, me empuja para entrar primero en la habitación, deja la maleta en mitad del pasillo y se tira en plancha sobre una de las camas.
Tenemos un baño bastante amplio, bidé e incluso una larga bañera de hidromasaje. La terraza es pequeña, pero entran una mesita redonda y dos sillas de plástico. Me asomo y veo la zona de la piscina, la de adultos tiene forma de pera y la infantil es circular. Casi todas las hamacas están reservadas con una toalla, aunque apenas hay gente porque es la hora de comer. Hay una mujer leyendo un libro con visera, dos chicas guapas de nuestra edad tumbadas en el bordillo haciendo toples, un hombre que intenta sacarles fotos sin que se note demasiado, haciendo zoom en la pantalla del móvil para conseguir una imagen más detallada. Una señora se acerca y le quita el teléfono, y a juzgar por lo enfadada que está y lo pálido que se queda el señor, deduzco que son marido y mujer. Que haya altavoces y esté sonando en ese momento Dragostea Din Tei, del grupo O-zone, hace que la escena parezca sacada de una comedia.
Abro la maleta y empiezo a guardar la ropa para evitar que se arrugue. Las camisas, en las perchas, los bañadores, calcetines y calzoncillos, en los cajones de abajo. El aire que entra en la habitación huele a cloro, crema solar y humedad concentrada.
Comemos paella en un restaurante que está cerca del hotel. Subimos a las habitaciones para hacer una siesta de veinte minutos y después nos cambiamos de ropa. Me pongo un bañador rojo y una camiseta blanca.
Film me dice que así parezco un socorrista. Ella se ha puesto un bikini morado y la toalla le cuelga de su hombro izquierdo. Nani y JJ llaman a la puerta y nos damos prisa por cogerlo todo antes de salir. Tenemos un paseo hasta llegar a la playa, y quiero matar a Film porque se está parando en todas las tiendas para mirar bisutería, vestidos, revistas, postales... a lo tonto se nos va a ir el sol.
—Me adelanto con Win para pillar sitio, ¿vale? —dice Nani.
JJ va a protestar, pero entonces Film lo mira con ojos de cachorrito y se ablanda, cambiando de opinión:
—Llevaos también nuestras toallas. Os llamaré cuando terminemos, tened el móvil a mano.
Me quito las chanclas y dejo que la arena se cuele entre los dedos de mis pies. Avanzo con Nani por la superficie blanda y cambiante. Hay movimiento en la playa: un grupo de chicos jugando a futbol con un balón de gomaespuma, una pareja dándose el lote, un bebé mamando de la teta de su madre, niños grabándose con el móvil mientras hacen una coreografía (seguramente para TikTok) y un grupo de quince o catorce personas jugando a Los hombres lobo de Castonegro.
Caminamos relativamente cerca de la orilla. Lo que más me llama la atención es comprobar lo limpia que está el agua, transparente, como si ahí no hubiese ningún secreto que esconder a nadie. Casi me siento como un intruso, como si mis mentiras fueran a manchar el mar entero.
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Los cuerpos de la habitacion roja. (Adap. BrightWin)
Fiksi PenggemarMe llamo Win y tengo tres normas: 1. Nadie puede descubrir mi secreto. 2. Solo podemos hacer el amor dentro de la habitación roja. 3. Y la más importante, no voy a enamorarme de él. ⚠️Contenido Homosexual ⚠️Contenido EXPLICITO 🔞