02. El alfa herido que trajo la lluvia.

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Al llegar el otoño, dos años después de tal desafortunado incidente, el ejército de fuertes guerreros regresó de su última campaña de expansión en el sur de la manada. La victoria se había alzado para los Park frente al inmenso poderío de la manada Kang, quienes habían disputado un pedazo de tierra con sus antiguos aliados en su ambición por obtener más materia prima del que les pertenecía por ley.

La manada Park, mostrándose generosa frente a sus enemigos, decidió brindarles alternativas de conciliación a través de un tratado que les permitiera a ambas manadas gozar de la fortuna que ese pedazo de tierra les proporcionaba por igual. Las conversaciones se dieron de manera secuencial, siendo cinco las reuniones que se realizaron para llegar a un acuerdo equitativo para ambos pueblos. Desafortunada fue la negación recurrente del líder Kang después de la insistencia de sus vecinos, pues el inicio de la guerra se dio después de tanto alargue y los ejércitos disputaron hasta que la manada Park se alzó como ganadora y dueña, no solo del pedazo de tierra disputado sino también de la mitad de los territorios enemigos.

Varias familias se reencontraron después de meses de guerra, muchas parejas se abrazaron en cuanto el ejército cruzó la entrada del pueblo, pero tal y como la felicidad de ver a los suyos una vez más pintó la manada, también lo hizo la tristeza, pues las bajas eran notorias. Más de la cuarta parte había caído en el campo de batalla, y las familias afectadas alzaron sus rezos a los dioses para que guardaran las almas de sus familiares perdidos, mientras enterraban sus cuerpos (o partes de estos en muchos casos) en una ceremonia inmensa realizada por los líderes.

La familia real prestó los insumos necesarios para que las familias subsistieran unos meses más y facilitó puestos de trabajo para que no murieran de hambre cuando las donaciones escasearan. Las acciones fueron agradecidas de manera inmediata, a través de regalos o rezos a los dioses por la preservación de la salud de la familia entera, quienes habían atravesado por un sinfín de problemas a lo largo de aquellos dos años.

Los asaltantes de aquella noche oscura fueron enjuiciados y asesinados dos semanas después de la catástrofe, en una ejecución pública que solo satisfizo el alma vengativa de varios pobladores, más no regresó lo que habían perdido en el camino. Los líderes de estos, vecinos de los Park, envidiosos por el poder que gozaban, tuvieron el mismo fatal final que los sicarios, anexando a sus tierras aquella pequeña manada que encontró la devastación por malas decisiones tomadas.

Con las acciones ajusticiadas, se creyó que todo estaba saldado, pero el príncipe Jimin nunca volvió a encontrar la paz que le habían arrebatado esa noche. Conforme la noticia de su infertilidad se fue propagando por el pueblo, las habladurías de una maldición sobre la Casa Real fueron tomando fuerza. Todos creían que Jimin estaba maldito por las malas decisiones de su padre, por lo que intentaban alejarse de él todo lo que podían, incapaces de tener una conversación con el desdichado hombre.

Jimin dejó de ser el milagro de los Park para convertirse en la calamidad de estos mismos. Poco a poco fue dejado de lado por los pobladores y las recurrentes peticiones de cortejo que recibía a diario fueron disminuyendo hasta que no hubo alfa en la aldea lo suficientemente interesado en desposar a un omega infértil y solitario, por muy príncipe que fuera.

La crueldad de su propio pueblo y el estigma impuesto en él por tal acontecimiento influyeron en la personalidad del noble príncipe, quien dejó de ser impávido y confiado y se convirtió en un callado y triste omega que vivía de manera solitaria en la cabaña aledaña al bosque que nadie más visitaba aparte de su propia familia y amigos.

Fue demasiado triste para Jimin, pero eventualmente se fue acostumbrando al trato indiferente de los demás, como también se acostumbró a la frustración de su sueño. Ya no soñaba con tener una familia, pues había perdido cualquier oportunidad de obtenerlo; actualmente se había encargado de ayudar al orfanato principal de la manada, donde pasaba la mayoría de la semana conviviendo con los niños que allí residían. Su labor no era nada del otro mundo: se encargaba de jugar con ellos, compraba ropa nueva para los mayores y juguetes para los bebés, ayudaba a las cocineras con la preparación de los alimentos y leía cuentos para ellos antes de retirarse a su hogar, pasada la hora de la cena. Llegaba al orfanato muy temprano en la mañana y se iba al anochecer. Hacía aquello tres veces por semana, pues los otros días se encargaba de ayudarle a su madre en los deberes reales y realizaba sus propias esculturas para venderlas por sí mismo a las otras manadas.

Don't go way ; ggukmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora