IX

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Mis piernas no respondían, por alguna razón se habían detenido justo en la puerta de la casa de Davis

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Mis piernas no respondían, por alguna razón se habían detenido justo en la puerta de la casa de Davis. Escuchaba las voces provenientes desde el interior, el desgarrador llanto de Claire se escuchaba desde lejos y solo me hacia querer salir de ahí. Aprete con fuerza mis puños, sentía la sangre acumularse en mis venas, listas para estallar. Tome suficiente valor antes de apretar el timbre, no paso mucho para que la puerta se abriera, una mujer de edad a la que reconocí de inmediato. La madre de Davis, sus ojos claros estaba enrojecidos e hinchados debido a todas las lágrimas que seguramente había derramado, podía notar el cansancio en ella debido a las ojeras que tenía acumuladas bajo sus ojos, había tanta tristeza en su mirada que era desgarrador verla. Me quite mi gorra poniendo está en mi pecho.

— Lo siento tanto. – Fue lo único que salió de mi boca. Intentaba mantenerme firme, pero ese nudo en mi garganta solo me lastimaba.

— Eres Alina ¿No es así? – Asentí con un movimiento de cabeza. – pasa querida.

— Gracias.

En el fondo de la casa, en un reducido grupo estaban mis compañeros de escuadrón, bueno al menos una parte de ellos, McMiller, Austin, Peters y Clancy y mi comandante claro, alce la mano apenas para saludarlos. Luego iría con ellos, la madre de Davis me llevo hasta otro lado de la casa en donde estaba Clara junto a la pequeña quien no parecía tener idea de lo que estaba pasando. Avance hacia ella para poder darle un abrazo y mis más sentidas condolencias. Nos quedamos charlando un rato, recordando los buenos momentos de Davis y lo payaso que podía ser en ocasiones y lo infantil que era con las personas que le importaban, en lo leal que podía ser.

— Señor. Chicos.

— Hola capitana.

— Peters. Que mala ocasión para volver a verlos.

— ¿Está bien? – Cuestiono Austin, el más joven del grupo.

— No voy a mentirles, estoy hecha mierda.

— Si le sirve de consuelo capitana. – Esta vez fue McMiller quien hablo, algo raro pues apenas si le conocía la voz. – El jamás dejo de pensar en usted, hablaba a diario de usted capitana.

— Gracias.

Regrese a la base después de una semana de haber estado fuera, una larga semana que esperaba no terminara nunca. El funeral había sido hermoso, triste pero hermoso. El sonido de los cañones resonando en el aire para brindarle un último adiós a un gran soldado. Davis estaba en un lugar mejor, mi querido amigo ahora descansaba de este mundo cruel. Mientras avanzaba por la base salude a algunos de mis compañeros, ya tendría tiempo para ver al trio dinámico del FBI, el experto en autos, la chica de las computadoras y Daniel, el que mejor podía esconderse sin ser encontrado aun cuando era exageradamente alto. Un equipo sin igual y bueno, aunque lo negara, también quería ver a Drex, el chico violento que daba buenos golpes. Pero primero tenía que informar a Redfield de mi llegada, aun cuando fuera incomodo verlo por lo que había pasado, tenía que informarle que ya estaba de regreso, lista para continuar con el entrenamiento.

Me detuve en la puerta de su oficina, las manos me temblaban. Dios soy una de las personas más valientes que existen, una soldado condecorada que a sus 25 años obtuvo el honor de convertirse en capitán. Eso no se ve a diario. La puerta estaba entreabierta, apenas di un par de golpecitos, tal vez fue mi imaginación, pero escuché un adelante desde el interior. Ingrese, viendo una imagen que dudo pueda borrar de mi cabeza, sentí nauseas, el estómago era un mar de emociones y todas las mariposas habían muerto en segundos y estaban listas para salir expulsadas por mi boca en forma de vomito. No sé porque ver aquello me dolió tanto, Chris estaba besándose apasionadamente con la agente Valentine. Por un segundo se separaron, sus ojos se encontraron con los míos, mismos que comenzaban a llenarse de lágrimas ¿Qué mierda me pasa? Ni siquiera debería importarme el que ellos se estén así de juntos. Después de todo ¿Qué somos nosotros? Solo un capitán y una recluta sin lazos.

— Lo siento señor. La puerta estaba abierta. – Me di un golpe en la pierna al escuchar mi propia voz, temblorosa. – solo... solo quería informar de mi llegada Capitán.

— Bien. Puedes retirarte o mejor ve al gimnasio y entrena. Tienes una semana de entrenamiento pendiente. – El que me hablara en ese tono me dolía, frio e insensible. Totalmente distinto al Chris que me acompaño en mi momento de dolor. – retírate.

— Si señor. Agente. – Aprete los dientes intentando verme fuerte. Le dedique una última mirada antes de cerrar la puerta y subir a la habitación para poder cambiarme de ropa y comenzar a entrenar.

Drex estaba tendido en la cama leyendo una revista, con los auriculares puestos ignorando completamente lo que pasaba a su alrededor. Me deje caer a su lado, como si fuéramos amigos de toda la vida, lo había juzgado tan mal que me arrepiento. Aunque lo egocéntrico y arrogante no se lo puedo quitar, eso es algo totalmente natural en él y es lo que lo hace especial y único. Pase mi brazo por su cintura dejando mi cabeza recostada contra su pecho, mientras las lágrimas salían de mis ojos con tanta facilidad que me sentía estúpida por estar así de débil. Drex no dijo nada, solo me abrazo por los hombros presionando sus labios contra mi frente.

— No sé qué pasa, pero no tienes que estar de esa forma. Eres la mejor del grupo. Y lo digo en serio Alina, eres la mejor. No lo diría jamás, pero es cierto.

— Lo se. Pero solo abrázame un rato más.

— De acuerdo. 

 

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