Un gran pedazo de tierra.

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Finalmente aquella niebla espesa se disipo a su alrededor, pero cuando eso sucedió era un nuevo día y todo lo que podían ver era el ancho mar solamente. Mas, sin embargo, lo que flotaba cerca del bote anunciaba que no estaban demasiado lejos de la zona donde se habían quedado solos. Esto era un conjunto de barriles y una que otra maleta que tal vez les ayudaría estando en esa situación.

Una de las maletas golpeó el bote, produciendo un sonido sordo que despertó al señor que iba con los gemelos. Sus ojos se abrieron desorientados buscando la causa del sonido. Se levantó y tomo con cuidado la maleta, la abrió pero no la saco del agua.

– ¿Qué será?

El ruido despertó a uno de los niños. Bill se levantó y miró cómo el ayudante ataba la maleta al bote. Mientras, este rebuscaba entre ropa unisex algo que comer, o qué beber, sin éxito.

– ¿Dónde está mi abuelo? – Volteaba a mirar hacia todos lados con el entrecejo fruncido – ¿Cómo se llama? – eso era lo principal, saber quién iba cuidando de ambos.

– David Jost y deja de preguntar cosas, ¿no ves que estoy ocupado? – Contestó sin mirarlo, concentrado en su tarea – ¡Maldición!, ni comida ni a... esperen – de una caja sacó una de cuatro botellas de cristal llenas de líquido transparente. Tom despertó en ese momento y se acercó para sacar una pequeña caja de música – Si tenemos suerte, esto será agua. Veamos – le sacó el corcho con algo de dificultad y se llevó la boquilla a la nariz – ¡Maldición! No es agua, es alcohol. Hump, servirá de todos modos – volvió a meterla junto con las otras – ¿Qué más hay aquí? ... Vendas, gasas, una aguja e hilo ¡Vaya, sí que iban bien preparados!

– ¡Es de Chopin! – Dijo refiriéndose a la melodía – Yo se tocarla en el piano.

David inspeccionó el bote, cosa que hasta ese momento no había hecho y tomó como si nada una lata de debajo de su asiento. No tenía nada escrito, sin embargo la abrió y se llevó a la boca su contenido, el cual parecía algas marinas. No tuvo problema en comerlas.

– Señor Jost, ¿puedo hacerle una pregunta?

– Ajá.

– ¿Es usted pirata?

El no respondió, pero sonrió y siguió comiendo, cuidando de dejarles a los niños un poco.

El crepúsculo se hizo presente y con este, algunas molestias.

– Tengo sed – se quejó el mayor.

– Yo también – le siguió su hermano.

Hasta ese momento se habían entretenido observando fotos que venían en el mismo equipaje. El señor Jost suspiró y cambió el tema, aún no era hora de cargar con penas, según su punto de vista. Quizás el día de mañana fuera mejor.

– Escuchen – señaló al sol, que a esa hora se hallaba enorme frente a ellos, allá en el horizonte – Escuchen el sonido que hace cuando toca el agua – el sol pareció tocar el agua – ¿Lo escucharon? – Creo que sí – respondió Bill, emocionado.

– Yo no escuche nada.

– Pues se pone más caliente. El agua allá debe de estar hirviendo. ¿Ya lo escucharon?

– Yo sí lo escucho ¿Ya lo escuchas Tom?

– Yo creo que sí... ¡Sí, lo escucho! – su rostro estupefacto esbozó una sonrisa.

Jost se conmovió al mirarlos emocionados, creyéndose esa historia. Por ahora el asunto de la sed y el hambre quedaban desplazados y era justo lo que quería, distraerlos de sus males. Si no encontraban tierra pronto, entonces sí debía explicarles las cosas de la vida. Pero no, no ahora, ahora eran su responsabilidad y debía cuidarlos.

Otra noche paso, en calma de nuevo.

Muy temprano en la mañana, cuando el sol llevaba un rato en el cielo, esta vez fue Tom quién despertó primero.

– Percibo el aroma de las flores – dijo entre sueños.

– ¿Flores, cuáles flores? – dijo Jost y volvió a dormirse.

Tom despertó y cubrió sus ojos color caoba de la luz del sol. Se incorporó, buscando lo que causaba tal aroma, que poco a poco se hacía más evidente. Miró hacia su izquierda y soltó una exclamación.

– ¡Señor Jost, Bill, miren!

Ambos se levantaron y dieron gracias.

– ¡Es tierra! ¡Nos salvamos! – David fue el que más se alegró, conociendo cómo era de cruel el mar – La vela ¡Rápido!

Los niños, con grandes sonrisas en sus rostros le ayudaron a colocar una vela improvisada que habían hecho con un vestido de mujer, el viento la lleno y comenzaron a acercarse hacia aquella milagrosa isla. Riendo, los gemelos tuvieron la confianza de inclinarse y rozar la superficie del agua, que rompía contra sus palmas. Debajo de ellos, los pececillos que nadaban en el arrecife huyeron cuando un espectro de espuma apareció arriba. Sin duda era un momento feliz.

Todavía riendo, toparon con la arena y David bajo para inspeccionar un poco.

– ¿Dónde estamos?

– En el Nirvana, ¿dónde más? No más "Sí señor" "No señor" ni recibir órdenes. No más partirme la espalda cargando leña – avanzó un poco, la isla parecía desierta – ¡Vengan, vamos a explorar!

Salió corriendo hacia las palmeras y se perdió entre ellas. Los niños sonrieron y no dudaron en seguirlo.

Desde las hojas, metros arriba se escuchaban miles de sonidos diferentes, podían ser aves o monos, o alguna cosa aún no descubierta ¡era emocionante! Avanzaron abriéndose paso con las manos entre la maleza y Bill rio cuando un periquito voló sobre su cabeza.

– Shh, escuchen – ordenó Jost – Síganme.

Algo se escuchaba, algo diferente a un ave o a un animal. Era un leve rumor, como si algo estuviera temblando. Se acercaron y no era otra cosa más que una cascada pequeña con agua dulce corriendo por ella. Ya no tendrían sed por más tiempo.

La laguna azul - TWCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora