Con un buen maestro se aprende rápido.

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Al siguiente día todos estaban desparramados en la arena, tomando el sol, esperando ver un barco en la lejanía, y sobre todo examinando las cosas que habían llevado con ellos, y las que seguían llegando.

Bill miraba algunas fotos que venían en el primer equipaje, concentrado.

– ¿Qué ves ahí, Bill? – preguntó David mientras hacía una red con el relleno de un vestido.

– Es la historia de unas personas graciosas que se casaron.

– Veamos – Jost se acercó y tomó las fotos las que aún estaban en blanco y negro.

Tom se encontraba a unos metros con una rama larga, con ella hacía figuras distraído en la arena.

– ¿Tú tienes hijos David? – le preguntó el mayor desde lejos.

– Sí claro, en San Francisco, jamás los veo pero sé que están bien. Yo no tengo tiempo para verlos, pero son increíbles – sonríe – son cómo ustedes... Y todos tienen mis ojos – presumió con una sonrisa autosuficiente.

– No veo el bote del abuelo – se quejó Bill mirando hacia el horizonte.

– Sobre eso niños... – era hora – No creo que su abuelo vaya a venir pronto, y mientras lo haga, ustedes deben de aprender cómo conseguir comida y qué hacer aquí en la isla. ¿Ustedes quieren aprender a sobrevivir?

Los niños se pusieron de pie, alegres por aprender mientras su abuelo iba por ellos, les emocionaba tener algo en qué ocupar su tiempo y no aburrirse.

– ¡Enséñanos lo que sabes, David!

Y así los niños empezaron a aprender del mejor maestro que pudieron haber tenido. Nada de modales, nada de aprender a tocar instrumentos, esto era algo más esencial, aprender cómo sobrevivir, cómo obtener comida, pescar, cazar, hacer un refugio etc. Y esas enseñanzas fueron lo que los mantuvieron vivos durante el tiempo que estuvieron ahí.

– ¡Vengan acá, cabrones! Tarde o temprano los alcanzaré.

– ¡No es que seas diferente de nosotros David!

– ¡Además no tenemos traje de baño!

– ¡No es correcto andar desnudos por toda la playa!

Los gemelos corrían sin ropa alguna por toda la orilla de la costa, la ropa comenzaba a molestarles en ese ambiente tan tropical, además, era difícil pescar, cosa que ya habían aprendido a hacer.

Y los días pasaron de prisa.

David les mostraba como una vez que tuvieras el pez en las manos, debías abrirlo por la mitad y sacarle todas las entrañas, porque podían traer enfermedades. Por la noche, con un pequeño catalejo observaban las estrellas, y Jost les mostraba cómo cambiaban y lo que pasaba cuando cambiaban. Ambos aprendieron a cazar cangrejos, y aves de la isla. Luego David les enseñó cómo hacer una atadura simple, por la que no pasaba ni una gota de agua, paso por paso. También aprendieron a hacer otras cosas, esta vez sin importancia, como motivo de distracción. En días de viento, ahí en su careciente refugio compuesto por una cortina, Jost los ayudaba a poner las cosas en su sitio. Después de un tiempo los gemelos pudieron aplicar el conocimiento de una atadura simple en un techo y paredes para un hogar más en forma. Todos contribuían, acarreando las paredes o en el caso de Tom, helechos para una mayor protección de la intemperie. La casa por fin estuvo en pie.

En una corteza de palmera, escribían los días que pasaban y casi sin que se dieran cuenta, habían pasado dos meses y medio desde que habían arribado ahí.

Los gemelos llegaron corriendo y riendo con David portando barcos de junco.

– ¡Mira David! – mostraron sus juguetes.

La laguna azul - TWCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora