Solos.

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Dos días después de haber impuesto la ley, los gemelos, traviesos como ellos solos habían desaparecido de la vista de David, quien de inmediato se lanzó a buscarlos por toda la isla, imaginándose lo peor. No fue hasta que, desesperado regreso a la choza, que los encontró riendo como si nada hubiera pasado, una vez más, jugando a que se casaban, esta vez con Bill de blanco.

– Mírame – pidió Tom a Jost entre risas y colocándose bien el chaleco que llevaba puesto.

Este solo torció la boca, se merecían un castigo... por otro lado, eran solo niños. Tomó una serpentina del cuello de Bill y se la puso, riendo irónicamente aún con mala cara. Los niños al verlo hacer esto se carcajearon cerrando los ojos y doblándose, David los miró y sonrió sinceramente.

Todo el día decidió pasarlo junto a sus hijos, como él les llamaba interiormente, dispuesto a olvidarse de los caníbales por un momento y hacerlos reír. Para esto, se puso un vestido más completo de mujer, complementándolo con un sombrero. Los niños lo contemplaron vestirse así mientras bebía del barril que habían encontrado, el que contenía ron.

Entrada la noche, Bill y Tom sentados cerca de la fogata veían a David bailar a su alrededor y cantar. Este se mecía de un lado a otro sin coordinación ni ritmo hasta que cayó de pompis al piso.

– Siempre te pones gracioso cuando bebes del barril – le dijo Tom riendo.

– Oh vamos, mi baile es algo serio – murmuró con voz pastosa.

– Pues enséñanos como bailas – dijo Bill.

– ¿¡Aaaaaah síiii!? Pues vengan a bailar conmigo. – se levantó y tomo a cada uno de la mano, logrando que le siguieran la corriente mientras cantaba alguna canción de marineros.

De pronto se detuvo, en la nota alta de su canción y con cara de sueño, se desplomó sobre el suelo, totalmente dormido. Los gemelos lo miraron con decepción, estaban divirtiéndose, e ingresaron a la cabaña para dormir.

De lo que ya no se percataron, fue que al amanecer, cuando el cielo aún se veía gris, David, aún bajo la influencia del alcohol, tomó el barril de ron y se lanzó al mar, buscando llegar a la isla vecina.

Varias horas pasaron, y cuando al levantarse a medio día y buscar a David fue que se percataron de que no estaba por ningún lado. Corrieron hacia la playa, con catalejo en mano, a veces iba a la isla vecina por fruta. Miraron por el centro y ahí, en la playa, estaba acostado, totalmente dormido.

– Ahí está, vamos por él – dijo confiado.

Subieron al bote y se encaminaron hacia allá, buscando meterle un gran susto. Cuando llegaron pudieron verle bien, ahí acostado, abrazando el barril y boca abajo.

– ¡Despierta Jost, somos nosotros! – gritó Bill.

– ¡Despierta, despierta, despierta! – complementó Tom con una sonrisa.

– Vamos David – río el menor y le dio vuelta, quedándose helado al instante.

Los ojos fríos e inexpresivos de David los miraban. Su piel azul estaba reseca y ahí en su boca algo comenzaba a salir. Primero fueron las patas, después el cuerpo y cuando salió pudo verse un cangrejo: David estaba muerto. Lo supieron en cuando observaron su mirada gélida.

Bill, reteniendo las lágrimas que se acumulaban en sus ojos, tomó a Tom de la mano, quien lloraba con cara de pánico, miedo y tristeza, y volvieron al barco.


Una cosa era aprender a cazar, a pescar y básicamente a sobrevivir con ayuda de alguien mayor, alguien que consideraban como un padre más, y otra muy distinta era ya estar solos, sin nadie apoyándolos y tener que hacerlo todo por las malas. Esto, sólo a tres semanas antes de que cumplieran trece...

La laguna azul - TWCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora