Llegó el amanecer y Tom salió del lado de su hermano para bañarse.
El lugar donde lo hacía era una especie de caverna abierta, con una cascada y una laguna pequeña, pero profunda. Esta vez, como era un simple baño, fue a sentarse sobre la parte más baja, que apenas le llegaba a la cintura de pie, y a los hombros sentado.
Mientras, lejos de ahí, Bill pescaba con lanza. De pie en el bote observaba la superficie, esperando un buen blanco y ¡zas! Atrapo un pez de casi cinco quilos, un animales enorme. Con eso sería suficiente, tenía ya otros dos iguales a sus pies, saciarían el hambre de ambos.
El mayor pasaba sus manos llenas de aguas por su rostro y por su cabello con los ojos cerrados, pensando, reflexionando. Recordaba el beso que le había dado a Bill el día anterior. Recordó la textura de sus labios, el sabor fresco a sal de mar, la sensación de hormigueo en su estómago, la emoción...
Los recuerdos pasaron a ser eso, a ser parte de su imaginación ¿Cómo habría sido si su hermano le hubiera respondido el gesto? A su mente vino la imagen de Bill restregando sus labios fuertemente contra los suyos hasta quedarse ambos sin aliento. Luego se recostaban sobre la arena, el menor sobre él, sin dejar te tocarse. Tom por su parte acariciaba la espalda del otro y sus hombros.
Imaginaba, muy concentrado sin abrir los ojos, sin percatarse de que su mano subía lentamente por su pierna, apenas rozando su piel, lo que, combinado con sus "pensamientos graciosos" como él les decía, le hacían respirar entrecortadamente y sentir aquello extraño en la boca del estómago.
Mordió sus labios fuertemente, Bill ahora besaba su cuello, y eso se sentía muy raro, muy... bien, tanto, que quería, no, tenía que responderle de alguna manera. Subió un poco la rodilla y la restregó en aquella parte del menor ¿le dolería? Por los ruidos que hizo al parecer no era dolor lo que sentía, así que siguió haciéndolo.
Visto desde otro punto, parecería que Tom estuviera lastimándose con algo: tenía el ceño fruncido, los labios apretados, respiraba entrecortadamente y con esfuerzo, una mano se hundía con fuerza en la arena y la otra se cerraba firmemente sobre su pierna.
Tragó, cada vez se sentía mejor, los besos del otro pasaban de su cuello a su pecho, rodeando uno de sus "botones" con la lengua. Se le escapó un quejido, más no era un quejido, era un gemido. La sensación de mariposas enfurecidas en su estómago cada vez se hacía más fuerte. Hecho la cabeza hacia atrás cuando su gemelo fue bajando su mano por su torso, tal solo rozando su piel, erizándola, haciéndola más sensible, llegó al filo de los pantaloncillos que cubrían su cintura, metía la mano y...
– ¡Basta! – se dijo a sí mismo abriendo los ojos, obligándose a dejar de pensar en eso.
Estaba sudado y agotado mentalmente. No quería pensar en eso, era... extraño.
Bajó la vista y sus pupilas se dilataron. Su miembro (como David les decía que se llamaba) había crecido, se había hinchado. Según las enseñanzas de su maestro, eso era algo malo, algún animal te había picado o estabas herido por dentro ¿Qué habría pasado? ¿¡Y si iba a morir por eso!? Su rostro se llenó de pánico y su corazón de miedo.
– ¡Bill, auxilio! – Gritó con todo lo que sus pulmones le permitían – ¡Bill, ayúdame! – continuó, totalmente aterrado.
Este, que acababa de tocar tierra con la cena corrió como alma que lleva el diablo cuando escuchó el gritó. Siempre había protegido a Tom, siempre y de todo.
– ¿¡Qué ocurre!?
Llegó casi casi escupiendo las entrañas y buscando aire. Ahí en el centro de la lagunilla estaba su hermano, con el rostro desencajado por el terror y viendo hacia abajo. No entendió la razón hasta que miró su entrepierna.
– ¡Estás hinchado! – exclamó con un terror igual al del menor y trató de bajar torpemente por las rocas.
– ¡No! – le contestó Tom, no por miedo a que se cayera, sino porque se había dado cuenta de algo.
Era de su miembro que subían esos extraños cosquilleos que se sentían bien... con algo de desconcierto comprendió que eso pasaba cuando la sensación de las mariposas estaba presente.
– Vete, estoy bien. – le dijo ahora con preocupación en el rostro.
– Pero si hace un minuto...
– No quiero que me mires, vete de aquí – recalcó con tono duro y cerrando los ojos.
– No me iré, estás hinchado, ¡podrías estar herido y ni siquiera lo sabes!
– ¡No estoy herido! Me dolería y no me duele, así que vete – Bill no se movió ni un ápice de su lugar – ¡Vete! ¡Que te vayas! – tomó un pedazo de rama que tenía cerca y se lo lanzó.
El menor esquivó la rama y observó a su hermano cerrar las piernas fuertemente y abrazarse las rodillas. Se veían espantado, desconcertado, y él estaba preocupado. Así lo dejó solo y regreso a la playa para preparar la cena.
Una hora después, cuando a base de agua fría ya se le había pasado la urgencia a Tom, ambos estaban en la playa, cerca de la casa y era hora de hablar.
– ¿Qué te ocurrió? – Preguntó Bill con la mayor de las preocupaciones en la voz – ¿Porque se hinchó?
– No lo sé – contestó el mayor de forma cortada, evitando su mirada y arrojando pedazos de madera a la fogata que crearon.
– Eres un mentiroso – le dijo con tono furioso y ojos llameantes.
– ¡Estoy diciendo la verdad! No sé porque pasó.
El rostro de Bill se suavizó, su hermano sonaba sincero.
– Tom a las personas no se les hincha algo si no estuvieran heridas por dentro, o les haya picado algo. ¡Quizá estés lastimado y no lo sabes!
– ¡Que no estoy herido!
– Entonces déjame ver – lo dijo con buena intención. Se acercó un poco, alargando la mano para examinarlo.
– ¡No! – Se alejó – ¿No entiendes que no quiero que me veas?
– ¿Pero por qué? – pidió explicaciones, crispando las manos, desesperado.
– Sólo no lo hagas – le contestó Tom indiferente y frío.
– ¡Eso no es justo! – Perdió los estribos, frustrado de la impotencia – ¡Yo te cuento todo Tom! ¡Yo no tengo secretos contigo! Y es injusto... ¿pero sabes qué? Yo siempre me preocupo por ti y si tú dices que no estas herido ¡bien! ¡Pero no vengas a pedirme cuidados cuando te estés muriendo! – se levantó y se fue muy enfadado.
Tom frunció el ceño, triste de no poder decirle nada. Era muy vergonzoso, muy... íntimo... Además, estaba seguro de que si eso le pasaba a él, no tardaba mucho en pasarle también a su hermano.
– Ya entenderás Bill – les soltó al aire y arrojo con violencia el último pedazo de madera al fuego, enojado consigo mismo.
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La laguna azul - TWC
FanfictionBill y Tom de 12 años se pierden en una isla desierta y aprenden a sobrevivir por sí mismos. ¿Qué pasará cuando crezcan?