Para ese momento, Bill ya había ganado corpulencia al hacer todas las tareas que eran designadas para él, y aparte las que debían de hacerse por Tom.
Esa tarde se encontraba buscando cangrejos en la orilla, mientras Tom disfrutaba asoleándose montaña arriba; se arrastraba por el suelo arenoso, con una piedra en mano, cavando superficialmente. Un sonido captó su atención y se detuvo. Eran los tambores que se escuchaban puntualmente cada luna llena. Se irguió y lanzó lejos la roca que llevaba. Miró a su alrededor, esa era su oportunidad, Tom se encontraba lejos, arriba, en la montaña, acicalándose. Con un suspiro de ansiedad se dispuso a entrar en la selva, con el propósito de seguir aquellos tambores.
Tenía que ver quiénes eran los que visitaban la isla cada treinta días. Pero... ¿y si estos eran hombres malos? ¿Y si atrapaban a Tom y le arrebataban al bebé de sus entrañas? Su pecho se contrajo con miedo, y comenzó a llamar a su hermano a gritos.
– ¡Tom! ¿Tom, dónde estás? – gritó a plena voz, pero siguió con su camino.
La luz cada vez escaseaba más, en el horizonte, el sol se ocultaba, dejando paso a las sombras. Y ahí, por la cada vez más oscura selva, corría Bill. La idea de que aquellos visitantes atrapasen a Tom se le había metido bien profundo en la mente, y quería alcanzar el sonido de los tambores, para visualizar su pesadilla hecha realidad, o bien, quitarse esa preocupación.
Cuando al fin el sol se metió, y lo único que iluminó la selva fue la luz de la gran redonda, William arribaba al sitió de los tambores, solo que ahora podía escuchar también canticos en una lengua extraña, que más bien parecían balbuceos. Con el cuidado de no hacer ningún ruido, fue acercándose cada vez más, hasta que, en el muro de helechos, pudo presenciar a sus vecinos, sus ojos se abrieron por la sorpresa y la curiosidad, pero también por el miedo y la incertidumbre de lo desconocido.
Seis hombres, con la piel oscura de nacimiento, y aún más, tostada por el sol, bailaban alrededor de una gran fogata. Sus vestimentas eran algo extrañas, para Bill, porque no llevaban tela alguna. Portaban faldas hechas de hojas, al parecer pequeños jirones de hoja de palmera. Tenían collares hechos de lo que parecían huesos a simple vista. Y en la mano derecha, sostenían un báculo de madera. Bill los observó atentamente. No había ni rastro de Tom, así que suspiró, tranquilo. Debía de haberse ido en ese momento, pero su curiosidad al final pudo más.
Gritos ensordecedores se presentaron de improvisto, causándole un sobresalto. De la cueva; que el recordaba perfectamente, porque ahí fue donde consiguió comida rápida para su gemelo, cuando este enfermó al pisar el pez roca; salió otro hombre, y después de este, otro, la diferencia de este último es que llevaba marcas en el rostro pintadas de blanco. Su expresión denotaba miedo ¿Por qué? Detrás de él salió un hombre más, y fueron diez hombres en total, contando al que se mantenía de pie sobre la roca en la que Thomas había yacido. Este hombre mantenía también un báculo con la mano, pero era diferente, tenía forma de triángulo, y en la otra mano, tenía otra vara alargada, pero esta terminaba en una gran roca atada a la madera.
Los dos hombres que acompañaban al de rostro marcado a su salida de la cueva, lo condujeron, o mejor dicho, lo arrastraron hasta la piedra alargada. Tal parecía que el hombre no quería ir ahí, luchaba contra ellos, se debatía, pero al final terminó siendo recostado ahí, y a los pies del hombre que tenía ambos báculos. La danza se detuvo y los seis hombres se acercaron. El ambiente se tensó en esa zona, Bill claramente pudo sentirlo. El miedo, el pánico que sufría aquel hombre que yacía allí. El hombre de las varas largas extendió una, la de los tres ángulos, y la colocó en el cuello del de rostro marcado, así no pudo mover la cabeza más. Luego levantó la otra vara, que terminaba en una roca, y con decidida fuerza, atestó un golpe certero al cráneo del hombre acostado. Los rostros de todos los demás hombres se tiñeron de rojo. Bill estuvo a punto de soltar un grito, pero alcanzó a cubrir su boca, y salió corriendo.
Aquellos eran hombres malos. Jamás debían haber ido ahí. Bill sabía, sabía para qué habían asesinado a aquel hombre, su inconsciente se lo decía... para comer su carne.
Corrió lo más rápido que pudo a través de la selva, sus ojos aún se mantenían abiertos debido al pánico. No pudo pensar nada más, hasta que encontró el camino a la playa, y con este, a casa.
Entró a la cabaña hecho un lío, sudado y con el largo cabello alborotado. No había señal de Tom. Esto acrecentó su miedo. Tomó su chaleco, se lo colocó y salió con prisa de nuevo.
– ¡Tom! – Gritó mientras sus ojos se llenaban de lágrimas debido al terror – ¡¡Tom!! – no obtuvo respuesta, y echó a correr a la selva de nuevo.
Los bastos helechos comenzaban a cubrirse de neblina, lo que hacía más difícil su camino. No sabía dónde buscar, la isla era muy grande. Se llevó las manos a la cabeza y se estrujó con rabia y pánico el cabello.
– ¿¡Dónde...!?
Estaba por ponerse a gritar de pura impotencia ante la situación, y de pronto, un gritó lo devolvió a sus cabales solamente para llevar a la epítome el pánico, el miedo y la impotencia que sentía ya de por sí.
– ¡Bill! – escuchó no tan lejos el grito desgarrador de su gemelo. En su interior, la conexión que habían tenido desde bebés le dijo que éste se hallaba en problemas, que un dolor insoportable lo torturaba – ¡Bill! – escuchó de nuevo.
¿Por qué gritaba así? ¿Los hombres malos lo habían capturado?
Sus pupilas se constriñeron y echó a correr de nuevo, esta vez hacia los gritos que propinaba, con gran dolor, su gemelo.
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NOTA: Dado los tiempos que corren, donde a mucha gente le falta el sentido común, no, el tono de piel de las otras personas no tiene nada que ver con que sean malos, simplemente es como son, y de hecho (SPOILER...) no son malos, simplemente tienen otra cultura. En la segunda parte del fanfic se muestra a otros personajes con el mismo tono de piel (original) de Bill y Tom, y quienes sí son malos, aunque de nuevo, su piel no tiene nada que ver.
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La laguna azul - TWC
FanficBill y Tom de 12 años se pierden en una isla desierta y aprenden a sobrevivir por sí mismos. ¿Qué pasará cuando crezcan?