Verliebtheit.

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Dos semanas pasaron desde que Tom piso al pez piedra y subieron al monte con dios. En todo ese tiempo Bill había cuidado de su hermano. En cuanto se aseguró de que estuviera fuera de peligro y cómodo, bajo a la cueva donde se había estado hospedando su otra parte, recogió todas sus cosas, y volvió con ellas. Desde ese día no había capricho que el menor no le concediera a su gemelo, sentía que era su culpa, y como lo era, debía enmendar ese error. Fue una cosa que hizo muy bien, al final de las dos semanas, Tom podía caminar perfectamente, ya no dolía. Comía y dormía bien. Además ya no tenía fiebre ni nauseas. Estaba completamente curado. Aunque la enfermedad le había dejado huella, su rostro era más fino y anguloso a causa del peso perdido, pero eso no le afectaba y no era algo que no se pudiera arreglar. Por eso, en cuanto el enrojecimiento en la planta del mayor se borró totalmente, salieron a hacer una de las cosas que más amaban: nadar.

En el tiempo que Bill cuidó del otro no hubo peleas, en su lugar hubo mimos, caricias... y besos, los que comenzaron como un agradecimiento por parte del mayor, y se fueron tornando en algo natural y usual. A Tom esto ya no le extrañaba, pero detenía las cosas cuando Bill comenzaba a hacer "cosas extrañas".

Salieron corriendo de la casa tomados de la mano, cosa que se les había hecho costumbre. Las figuras se hundieron en la clara agua y ahí fueron despojándose de sus ropas, como cuando eran niños. Pronto, comenzaron a juguetear. Bill escapaba cuando su hermano trataba de tomarlo por los pies, y éste a su vez, huía de los brazos del otro cuando lo rodeaban por la cintura.

A pesar de que Tom había adelgazado, seguía siendo el que más dominaba, en cuanto a quién tenían que cumplirle sus caprichos se refiere.

En dado momento, ambos se dispusieron a jugar a las "atrapadas" y fueron nadando por el arrecife, procurando alejarse del fondo, los peces les rehuían, y si acaso el mayor pisara otro de aquellos peces, moriría seguramente. Y fue éste, quien temiendo por su vida, decidió llevar el juego a otro plano. Salió corriendo del agua, tal como entró, y se abalanzó contra los arbustos, aunque al final no sirvió de nada escapar. Justo cuando se detenía para tomar un respiro, la alta figura de Bill lo derribó por la espalda, y Tom azotó con violencia sobre las hierbas. Solo en ese momento, al menor se le ocurrió la idea de que podría haberle hecho daño, y rápidamente se hinco para dejar de aplastarlo. Pensó que su gemelo se levantaría molesto, pero éste se dio vuelta riendo a carcajada limpia.

Bill quedó absorto mientras veía el rostro alegre de su hermano. Su sonrisa resplandecía. Su voz grave se volvía aguda con cada carcajada. Sus ojos avellana, idénticos a los suyos brillaban. Y sus mejillas estaban teñidas de rojo. Tom, cuando se dio cuenta de cómo lo miraba su hermano, calló y se puso serio. El menor miró los labios del otro, luego su rostro y lentamente fue acercando su rostro al del otro, que automáticamente cerró los ojo. Sus labios se unieron en un dulce beso.

Comenzaron a restregar sus labios enérgicamente, hasta que se separaron por falta de oxígeno.

– ¡Ya no puedo respirar! – se quejó el mayor con una risita.

– ¡Oh, no te dejaré! – le advirtió el otro y se lanzó a morder juguetonamente su cuello.

Ambos reían y se retorcían por el control... hasta que Bill se separó y lo miró a los ojos, entonces todo se volvió silencioso, sus respiraciones se agitaron.

– Siento algo extraño en el estómago – dijo Bill.

– Yo también – confirmó su hermano mientras miraba sus labios.

Pasó un minuto antes de que alguno dijera algo. Fue el menor el que rompió el silencio.

– Mi corazón late muy rápido.

La laguna azul - TWCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora