Oportunidad desperdiciada.

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Amanecía, y a lo lejos podía observarse un arcoíris que se levantaba desde la superficie del agua.

Bill, que había tomado la decisión de no hablar con su hermano luego de que lo dejara "a medias" la noche anterior, tomó un mango de la canasta de alimentos y dedico una mirada severa y cargada de rencor hacia Tom, que lo miraba desde las escaleras, antes de salir.

– ¿¡Oye, qué te pasa!? – le gritó desde la ventana, pero este sólo paso de él.

El mayor torció el gesto y se apuró a vestirse con su clásico taparrabos. No entendía ¿qué había hecho mal? El creía que Bill sabía que no estaba preparado... para lo que estuvieron a punto de hacer, fuera lo que fuera y creía que entendía, claro, hasta que su hermano salió enojado por esa puerta.

Cundo terminó de colocarse su ropa, salió, dispuesto a seguir al menor y aclarar las cosas. Entonces descubrió que no estaba lejos, estaba justo ahí, apenas cien metros de donde se encontraba. Sentado sobre la roca, mirando hacia el océano, pero... ¿qué estaba haciendo? Sacudía su mano rítmicamente a la altura de su cintura y cuando lo hacía volvía la vista bruscamente hacia el cielo, con la boca abierta.

– ¿Qué estás haciendo? – gritó.

Bill dio un brinco tremendo, al punto de casi caerse hacia las olas a sus pies. Volteó con rostro furioso pero asustado, como quien se sabe pillado haciendo algo que le gusta pero es malo.

– ¿¡Qué es lo que quieres!?

–... ¿Por qué no me hablas? – preguntó con expresión triste y lastimera.

– ¡Estoy hablando contigo ahora! Y bien ¿¡quieres dejarme ya, SOLO!? – contestó con otra pregunta.

Tom frunció el ceño, negó y salió corriendo dejando a Bill con rostro arrepentido y queriendo decirle que lo perdonara, que no estaba enojado, que entendía que tuviera miedo, pues él también tenía miedo, que podían esperar todo el tiempo que fuera necesario, pero no, no pudo decírselo.

El mayor volvió a la casa y recogió todo trapo sucio que vio regado por la habitación, era hora de lavar. Cuando ya llevaba lo necesario subió al monte y se sentó en una pequeña roca, al borde de una lagunilla desde dónde bajaba toda el agua dulce.

En su mente pasaban muchas cosas, era un total lío. Sabía porque Bill se comportaba así: por su negativa la noche anterior... ¿acaso debía de haberle dicho que sí a lo que fuera lo que estuvieron a punto de hacer? Pero... es que tenía miedo, no entendía del todo bien lo que sentía. No podía explicar razonablemente qué eran esas mariposas en su estómago ¡por qué de repente su miembro se sentía tan caliente! Cuando Bill lo tocaba, o siquiera cuando lo miraba...

– ¡Tsk! – no entendía, y eso le frustraba. Tomó la prenda que lavaba desde hacía quince minutos y la golpeó contra una roca.

No podía seguir así.

– Seguramente no es nada malo, Tom... debes de tenerle confianza, es tu hermano, ¡jamás te lastimaría! – suspiró, en realidad le aterraba.

Mientras, Bill, que había terminado con su "trabajo manual" se dedicaba a buscar comida en las copas de los árboles. Estaba concentrado, pero algo en el horizonte cercano llamó su atención. Algo blanco que destellaba y contrastaba con el azul del mar. Volvió su mirada y lo vio. Un enorme barco, de velas blancas pasaba frente a la isla ¡Era una oportunidad única! Comenzó a hacer movimientos rápidos con los brazos desde la cima de la palmera.

– ¡Hey! ¡Hey, acá! – dejó caer dos cocos que había acumulado en sus brazos y se dejó caer sobre el césped.

No volteó atrás, tenía que llegar rápido a la cima del monte, dónde Tom lavaba ropa, ahí tenían una gran hoguera preparada para casos como esos ¡Sólo tenía que llegar! Corrió lo más rápido que pudo, esperando que su hermano viera el barco y encendiera la hoguera para salir de una vez de ese lugar.

La laguna azul - TWCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora