Poniéndo en práctica todo

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Llovía, como siempre que hay momentos malos.

Los gemelos, acurrucados en el portal de la choza y con sólo una lámpara de aceite encendida pensaban en qué sería de su futuro de ahora en adelante ¿Vendría su abuelo por ellos? ¿Sobrevivirían siquiera? ¿El fantasma asesino vendría a comérselos? Eran muchas interrogantes.

– No te preocupes Tom, estaremos bien – dijo con algo de inseguridad.

– Vámonos Bill, llévame lejos de aquí – le contestó su hermano llorando.

No podían quedarse, no con el recuerdo fresco de David muerto en sus mentes. Al alba, ambos vestidos con los ropajes que hacía mucho tiempo no usaban, los mismos que vestían cuando llegaron, partieron al lado este de la isla. Se llevaron los cofres que había arrojado el mar y sólo les tomó quince minutos llegar mientras navegaban.

– ¡Ahí! – Exclamó el mayor al ver una gran extensión de arena blanca – Será un buen lugar para vivir.

Tenían hambre y tuvieron que poner sus conocimientos en práctica.

Tomaron cada uno un extremo de la red que poseían y la lanzaron a la bahía... Sólo una hora después estaban asando los pescados que habían picado, no eran mucho pero servían para todo aquel día. También colocaron al fuego cocos; David mostró que sí quemabas por fuera los cocos, solo había que presionarlos y se partirían por sí solos. Complementaban con bananas y mangos. Una buena comida sin duda.

Al contrario de lo que pensaban, sólo el primer día fue difícil, pues tuvieron que dormir a la intemperie. Conforme avanzó la semana las cosas mejoraron. Juntaron hojas de helecho, ramas largas de los árboles caídos, hojarasca y demás, comenzando a construir el que sería su nuevo hogar.

Primero fue una pequeña choza que apenas los protegía del sol y la brisa marina. Pero mejoraron, poco a poco, y el refugió se convirtió en una choza, y la choza en una casa.

Las cascaras de coco, Tom las convirtió en platos, limando la superficie llena de "cabello", dejándolos blancos. Para decorarlos usó escarabajos negros, que abundaban, los trituraba y hacía figuras curiosas sobre los platos.

Juntos, usando las tijeras, arreglaron los grandes pedazos de tela, buscando cubrir mejor sus cuerpos del sol y la ocasional lluvia, sin importar que el resto de los días anduvieran sin ropa alguna por toda la playa y nadando de igual manera.

La ahora casa, fue arreglada de tal modo que tenía dos pisos y camas individuales, porque cada vez les incomodaba un poco más el dormir tan apretados. También estaba decorada por "muebles" donde acomodaban los platos y los cubiertos, hechos por madera y hueso. Tenía un suelo, formado por juncos y hojarasca. El techo protegía de la lluvia y el calor, a tal punto que cuando el sol caía a plomo la casa se mantenía fresca. La cabaña, si es que ya podía llamarse así, no estaba sobre la arena, tenía una base fuerte de columnas, porque cada noche subía la marea, así, implementaron unas escaleras, grandes rocas cargadas por ambos y apiladas por tamaño. Más arriba, construyeron un punto de vigía para cuando, si alguno de los dos observaba un barco, prendiera la enorme fogata que había junto. En la playa, en otro punto, con tiras de corteza fabricaron un tendedero, donde se colgaba la ropa lavada.

Ellos no se quedaron atrás, se hundieron en el arrecife buscando almejas y sacando las perlas de su interior y las juntaron con conchas más pequeñas, formando collares y pulseras.

Jamás les falto nada, David les había enseñado con prisas, pero les había enseñado bien.

El hogar no se formó con rapidez, pero pareció así. Un día tenían trece años y nadaban desnudos en el mar, y al "día siguiente", seguían nadando, pero a la luz del sol sus cuerpos habían cambiado. 

La laguna azul - TWCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora