Capítulo 40

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Naburus





Un solo sonido.

Un sonido que perforó los oídos de JiMin haciendo que un grito se atascara en su
garganta.

Sus diablillos con los ojos llenos de lágrimas se acercaron al cuerpo moribundo e inerte de Jungkook intentando protegerlo. Una risa malvada y vil resonó en el aire. El demonio era incapaz de apartar la mirada del rostro de Jungkook que miraba a un punto fijo con el rostro blanco y lleno de sudor. De la comisura de sus labios manaba un hilo de sangre.

Con la respiración entrecortada se acercó con dos grandes zancadas al cuerpo de su amado y se arrodilló a su lado. Los diablillos le miraron con los ojos brillantes y llenos de lágrimas mientras él intentaba tocarlo nuevamente en vano.

Qué más da si no lo puedo tocar-se dijo -. Lo único que quiero es salvarlo.

Desesperado, JiMin extendió las manos sobre el vientre de kook y cerró los ojos para concentrar todo su poder. Buscó en su interior la magia de sanar sin encontrarla y abrió los ojos. Sintió que algo descendía de sus ojos y que se le humedecían las mejillas. Volvió a buscar dentro de él su poder curativo incapaz de darse por vencido y aceptar que ya no poseía aquel don.

- Pero si esta mañana estaba rebosarte de fuerza - murmuró entre dientes para si mismo - Vamos - se apremió - ¡cúrate! - Un sollozo salió de su boca mientras intentaba con sus manos hacer desaparecer aquellas grotescas hendiduras del vientre de Jungkook.  Ni siquiera se le habían manchado las garras de sangre.

¿Dónde está Jiho? - pensó con la mente turbia como un río lodoso. ¿Dónde estaba su mejor amigo cuando más lo necesitaba? Él tenía el poder de curar y estaba seguro que lo salvaría si él se lo pedía. Pero Jiho no estaba. Él lo había echado del castillo porque su amigo no quería que se autodestruyese a sí mismo y porque odiaba a Jungkook. Si, Jiho odiaba al amor de su vida y por ello no lo salvaría.

Solo él, JiMin, podía hacerlo y aquel poder se escurría de sus dedos.

Fuera de sí, JiMin dejó escapar un alarido lastimero junto con más lágrimas. Era la segunda vez que lloraba en toda su vida. La segunda vez que sentía que se le desgarraba el corazón y lo llevaban a algún lugar que iba más allá del oscuro abismo.

- ¿Por qué no puedo curarlo? - se preguntó a sí mismo. Cúrate, ¡cúrate maldita sea!

- Es inútil mi querido JiMin- dijo una voz jocosa muy cerca de él-. Ese humano está más que muerto.

Naburus hizo acto en escena y contempló a su mayor enemigo con una sonrisa socarrona en sus labios. JiMin, aún de rodillas, contempló el extraño cuerpo de Naburus con la respiración embravecida como la de un toro acorralado. El cuerpo de su archienemigo era más horrendo que el de antaño. Su piel estaba cuarteada y de un color tremenda mente oscuro como si estuviese ennegrecida por el sol. Sus ojos ya no eran azules sino blancos y no tenía ni cabello ni cejas. En vez de eso tenía dos cuernos en cada extremo de su cráneo. Sus garras eran retorcidas y huesudas y sus dos alas no tenían plumas y se asemejaban a la de los murciélagos. Solo eran cartílago y membrana. Y para acabar en la base de su espalda solo había una cola muy gruesa y con la punta muy afilada.

-¿Qué me dices de esto JiMin? - le preguntó Naburus. ¿No te lo esperabas verdad? Y quien podría ¿cierto? Vamos confiésalo, Tú esperabas a tus dos patéticos diablillos y no a mí.

El interpelado se incorporó lentamente sin apartar la mirada de los blancos ojos del otro demonio. Ahora entendía porqué no habían regresado los dos diablillos hydrus. Él los había matado.

El Castillo de las Almas (Amante Demonio)JIKOOK👣 adptDonde viven las historias. Descúbrelo ahora