Había olvidado lo que era sentir que mi cuerpo me pertenecía. Esa sensación de poderío, de completo control sobre lo que me ocurría.
Algo tan normal que había perdido.
Lo había recuperado
Gracias.
En ese punto, con la respiración hecha un desastre, las mejillas rojas y acaloradas, la mirada puesta sobre aquel hombre que había compartido aquel momento tan íntimo conmigo.
Los ojos de él estaban posados sobre los míos y en ellos estaba reflejado un sentimiento tan profundo que sentía que el corazón se me saldría del pecho.
Los sentimientos eran algo tan complicado de entender. La manera en la que eclipsaban tu estado de ánimo, capaces de llevarte a la cima más alta o de hundirte en lo más profundo.
Siempre había creído que sentir era algo de valientes, porque no todo el mundo tiene la capacidad de afrontar lo que sucede en tu corazón, requiere de un coraje que no todos tenemos.
En los ojos de Silas no había duda alguna. La manera en la que expresaba ese sentimiento tan puro e intenso era real, era honesta y llena de expresividad, sin miedo a mostrarlo.
Se inclinó ante mí como si me venerara, posando sus manos sobre mis muslos.
—No me des las gracias por algo que te pertenece, por algo que has conseguido tu sola.
Puse mis manos junto a las de él.
—Sin ti no me habría atrevido.
Y era verdad. Aunque no quería quitarme mérito de lo sucedido, no podía evitar reconocer que sin Silas no hubiera podido hacerlo. Él me había dado ese empujón que necesitaba.
Y lo agradecía.
—Yo solo he estado ahí para alentarte y...—se puso de pie con rapidez, sus manos seguían sobre mis muslos cuando se incorporó frente a mí, sus labios rozando los míos ver cómo te tocabas... cómo te corrías frente a mí, cómo gemías mi nombre como si fuese yo el que te tomara... —su voz ronca hizo que un estremecimiento me recorriera el cuerpo entero —fue como tocar el puto cielo con mis manos, Alana.
Cada vello de mi piel se erizó al escucharlo. Su mirada oscura me recorrió de arriba abajo.
Jamás creí que alguien podría hacerme sentir algo como lo haces tú —confesó en un tono más suave que hizo que mi corazón se encogiera. De pronto su expresión se tornó diferente, intensa —. No necesito que me toques para entregarme...tu mera presencia me hace estremecer... solo tú...
Silencio. Cuando estuvo a punto de confesar lo que quería decir, permaneció callado. Aunque no hizo falta que dijera nada más. Sus ojos decían todo lo que no se atrevía a decir con palabras.
Y aquello era de las cosas que me gustaban de Silas, que con una mirada era capaz de expresarme todo lo que quería decirme y yo lo entendía...
Aquel lenguaje no verbal, en el que hablábamos sin necesidad de pronunciar palabras, aquella comunicación que teníamos ambos con solo un choque de miradas...
Yo también sentía que su mera presencia me producía más que una simple caricia. Incluso sin tocarme me derrumbaba ante él, solo su aroma era capaz de acelerar mi corazón, solo siendo él daba vueltas a todo mi mundo.
—No hace falta que digas nada —dije enredando mis manos en su cuello —. Tu mirada dice todo lo que necesito saber...
Sus ojos brillaron y entonces me besó, fue un beso muy distinto a los que nos habíamos dado. Sus labios se posaron sobre los míos como una delicada caricia ejerciendo una suave presión que caló en cada parte de mi piel. Todo en mí revoloteó ante ese sentimiento. Tan delicado, tan ligero que podía sentir que en cualquier momento empezaría a levitar.
La certeza de mis sentimientos por Silas quedo instalada en aquel momento en mi pecho. Estaba empezando a quererlo.
Estaba empezando a sentir algo muy profundo por este hombre.
Estaba depositando mi confianza en aquel chico que me besaba como si la vida se le fuera en ello. Que me besaba como si fuera la primera vez que lo hiciera y temiera que fuera la última.
Cuando se separó, ambos juntamos nuestras frentes y permanecimos un rato en silencio.
Y sin más, Silas me tomó de la cintura y me bajó del mesón, me dio un beso en la frente, me alisó la falda y me mostró el resto de la casa.
El resto del día transcurrió con una tranquilidad que hacía meses no conocía. Pasar una tarde de almuerzo en la que Silas cocinaba y luego pasábamos el resto de la noche viendo Orgullo y Prejuicio y toda la saga de Harry Potter acostados en el sofá de su sala de estar, con el bosque de fondo, se había convertido en mi plan favorito. Un plan que desearía incorporar a mi rutina.
Sin darme cuenta, empezaba a acostumbrarme a tener a Silas en mi día a día.
Y tenía miedo de acostumbrarme a su presencia para luego perderlo.
Porque aquella pérdida no sabría si sería capaz de soportarla.
—¿Estás bien? —La voz de Silas me susurró por detrás.
Estábamos los dos acostados en la cama de su habitación. La luz nocturna de la luna y las estrellas iluminaban de forma tenue la estancia gracias a que las paredes estaban conformadas por ventanales de cristales del cielo al techo.
Me giré para verlo mientras su brazo me rodeaba por la cintura. Me acerqué más a él y apoyé mi cabeza en su pecho.
—Ese es el problema —admití en un susurro —, que nunca había estado tan bien, nunca me había sentido tan a gusto con alguien... lo siento todo...surrealista.
Una de las manos de Silas se había abierto paso a mi espalda para darme suaves caricias de arriba abajo. Sentí su pecho hincharse en una inhalación profunda.
—Debes dejar de sentir remordimientos por tu felicidad, Alana. Mereces ser feliz como cualquier persona.
¿Lo merecía? Eso era lo que no podía dejar de preguntarme. Realmente no estaba segura de poder afrontar ese escudo que yo misma había construido en mi corazón.
***
HOLAAAAAA MIS AMORESSSSS he vueltoooooooo, la verdad es que esto de la rodilla me deprimió tanto que no había sido capaz de abrir la laptop y escribir una sola página. Me desmotivó tanto que no era capaz de leer, casi no comía y sí, lo de la rodilla fue algo muy dificil de lidiar en el ultimo mes. Soy una persona que vive de estar nueve horas de pie todos los días en una tienda cargando peso, y atendiendo a la gente, además de eso, yendo al gimnasio y estudiando.
Esta lesión me limitó en muchisimos aspectos de mi vida que pufff, agradezco inmensamente que aunque la recuperacion haya sido lenta, no se haya vuelto algo más grave y que ya pueda estar al 100%.
Y sobre todo, MIL GRACIAS A USTEDES POR ESTAR ALLÍ por estar al pendiente, por dejarme sus comentarios preguntando por mi salud, por seguir aquí al tanto de la historia.
De verdad que sus comentarios y su apoyo me han motivado cada día a escribir y continuar. A partir de esta semana retomaré las actualizaciones como venía haciendo antes de que todo se desmoronara, y nuevamente mil gracias por la paciencia y por su apoyo.
LES MANDO UN BESO ENORMEE Y NOS LEEMOS PRONTO
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El día que aprendí a amarme
Novela JuvenilAlana Acosta lleva una rutina tranquila en su día a día: trabajar, ir a casa, descansar y prepararse para el día siguiente. Un plan muy básico. Vivir de esa manera es lo que le ha dado la estabilidad y la tranquilidad que necesita, ya que gracias a...