Purgar el veneno

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Victoire trató de ignorar la mirada de todos mientras tomaba su lugar en la mesa, agradeciendo la prudencia de sus compañeros al guardar silencio y no preguntar sobre su hinchazón y rostro ojeroso.

San Valentín pasó de ser uno de sus días favoritos a uno de los peores a pesar de los esfuerzos de sus amigas por contentarla, y a juzgar por sus miradas lastimeras a su persona, todo Beauxbatons y Durmstrang notaron su mal de amores. Apenas pudo poner una sonrisa cortés cuando la coronaron reina de las rosas la noche anterior, y después de eso se fue rápidamente a la cama para esquivar cualquier interrogatorio o felicitación, pues no había tenido ánimo para responder a ninguna de esas interacciones con la amabilidad que todos merecían de su parte, y jamás se hubiera permitido ser grosera con extraños amables por despecho...

-Te guardé algunas de estas: no me gustan mucho, pero sé que son de tus favoritas- dijo Logan mientras le ofrecía unas galletas de chispas de chocolate y menta que habían servido la noche anterior, cuando Victoire había estado demasiado disgustada como para probar bocado dulce. Logan las había hechizado para mantenerlas como recién salidas del horno, Victoire notó al tomarlas, y el pequeño gesto de su amigo la hizo sonreír como si le hubiera regalado el mundo.

-Gracias, Logan- dijo amablemente, ignorando la mirada cómplice de Zade.

-Me alegro de que te hayan hecho sonreír...-dijo sonrojado, pero sonriente.

-...Tú me hiciste sonreír- corrigió suavemente mientras empezaba a comer el postre, contenta de poder hacerlo feliz con tan poco esfuerzo, pero antes de poder decir algo más, la voz de las gárgolas adornando las esquinas del comedor, un espantoso rugido gutural en francés, la llamó a la oficina de Madame Maxime-. ¿Zade, estás bien? - preguntó Victoire preocupada al ver a su amiga pálida, asustada cuál gato erizado-. ¿Zade?

-Sí, no te preocupes- respondió todavía algo inquieta, antes de reaccionar-. Entendí tu nombre, ¿qué quieren esas cosas feas contigo? ¿Debo preocuparme?

-Tengo que ir a la oficina de Madame. Espero que no sea nada grave...- explicó mientras guardaba las galletas: ya tendría tiempo de merendar después-. Si llego a tardar mucho, expliquen a los profesores el porqué, por favor...

- ¡Claro, rubia! Y suerte, seguro no es nada malo- animaron sus amigos mientras la dejaban partir, continuando como pudieron con su desayuno tras el susto por las escabrosas estatuas, siempre vigilando todo: a veces olvidaban que estaban vivas.

Mientras se dirigía a la oficina de la directora, Victoire se preguntaba cuál podría ser la causa de la llamada, ya que no podía pensar en un motivo: su conciencia estaba libre de toda culpa, sus calificaciones no habían mermado a pesar de no estar del todo centrada en sus estudios debido al Torneo y sus dramas, y dudaba mucho que fuera a regañarla por su poco entusiasmo al ser coronada reina... ¿a menos que sí?

-Bonjour, mademoiselle Weasley: entrez, s'il vous plaît- saludó la directora con formalidad, asustándola. Madame Maxime jamás usaba ese tono con ella, hablándole en su lugar siempre con un tono que reflejaba todo el cariño que sentía por su antigua alumna, su madre, a quien seguramente le recordaba. No era una buena señal.

-Bonjour, Madame Maxime- saludó con educación, e incapaz de resistir la presión de no saber en qué se había metido, Victoire preguntó-. ¿Estoy en problemas?

- ¿Está en problemas, mademoiselle Weasley? - preguntó Madame irónicamente, haciendo que su estómago se hundiera. Algo en su rostro probablemente mostró su nerviosismo, pues su actitud cambió para ser más amable con ella-. Es lo que quiero saber...- suspiró cansinamente, preocupada, antes de conjurar un accio. Cualquier rastro de nerviosismo o miedo abandonó el rostro de Victoire al ver el ramo de flores rosas, blancas y azules, de donde reconoció rosas y nomeolvides...

T&V: Antes del beso en el andén.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora