Capítulo ocho.

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08

Ya era el gran día, viernes

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Ya era el gran día, viernes. Dormí una siesta luego de almorzar, al levantarme me duché, me cambié y me maquillé lo mejor que pude.

Jamás había estado tan tensa y nerviosa.

Faltaban sólo unos minutos para que se hagan las nueve de la noche, así que bajé. La limusina llegó exactamente a la hora que me dijo aquel hombre y juraría que mi corazón se quedaría quieto en aquel instante.

- Buenas noches. -dije al subirme.

- Buenas noches, Armstrong. Será un viaje algo largo, tiene bebidas y algunos snacks que puede disfrutar durante el camino.

Tenía razón. Había demasiados paquetes de snacks y variedad de bebidas. Me limité a sólo tomar la mitad de una cerveza, ya que mi estómago giraba por la ansiedad.

Traté de distraerme un poco, pero en cuánto menos lo pensé el auto bajó su velocidad.

- Llegamos. -dijo el conductor y se giró a verme.- En la entrada, a la derecha, hay un timbre, apriete el botón y diga su nombre. Disfruta la noche.

Bajé del auto y seguí las indicaciones. Juraba que vomitaria allí mismo.
El portón se abrió y me adentré al lugar. Era demasiado bello para ser real.

El jardín estaba perfectamente cuidado, los colores de la gran hacían contraste con los de los árboles.

Llegué a la puerta y di un gran suspiro, buscando calma.
Antes de tocar la puerta se abrió y me encontré con su figura esbelta.

Llevaba una camisa y pantalones de vestir, el pelo suelto y precioso, característico de ella.
Me tomó por la cintura y me acercó, nuestros labios estaban a pocos centímetros.

Mierda... Moría por probarlos nuevamente.

Su aroma me envolvió, mis manos se aferraron a su camisa por la tensión del momento.

- ¿Por qué estás nerviosa? -habló Freen.- No muerdo, aunque lo haré si me lo pides. -se alejó con una sonrisa juguetona y se sentó en el sofá.

Me quedé sin palabras, quieta y ansiosa por lo que iba a pasar.

- Siéntate. -habló Freen, nuevamente.

La botella de vino estaba a la mitad, la mujer se paró nuevamente y volvió a su asiento con una copa, la llenó y me la extendió. Ni siquiera me gustaba el vino, pero esta noche debía hacer todo lo que me pida.

- ¿Por qué aceptaste?

Su pregunta me tomó por sorpresa. Si bien la cantidad de dinero era llamativa, ella lo era aún más.

- No sé. Supongo que tengo muchas deudas.

El silencio se hizo presente por unos minutos, Freen me miraba y sonreía, yo sólo podía corresponder, me tenía embobada su belleza y estaba feliz de ser yo la chica que estaba esta noche aquí.

Ocasionalmente me hacía preguntas y yo las contestaba, bebimos alcohol una y otra vez, hasta emborracharme completamente, al igual que ella.

Saqué la valentía y me senté en sus piernas, besando sus labios apasionadamente. Sonreí durante el beso, feliz de ser correspondida.

- Eres hermosa. -dijo.

- ¿Entonces por qué no me haces tuya de una vez?

Una noche © FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora