Capítulo treinta y uno.

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Entonces estaba aquí una vez más: afuera del trabajo de Rebecca, observándola desde lejos

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Entonces estaba aquí una vez más: afuera del trabajo de Rebecca, observándola desde lejos.

Había hecho esto durante una semana entera.

Le había prometido a Noah que haría todo por ella, que cambiaría, que saldría de mi zona de confort. Y que difícil era. No estaba acostumbrada a esto, pero quería arriesgarme por ella.

Pasaba horas y horas viéndola hacer algo tan simple como preparar café, hablar con clientes y sonreír. Quería entrar y abrazarla, pedirle perdón y remediar todo con un abrazo.

Pero no podía; o eso pensaba.

Hoy, la lluvia empezó a caer fuerte poco antes de que su horario terminara. La ví salir mientras trababa de cubrirse con su delantal gris y su rostro se fruncía tratando de ver lo poco que las furiosas gotas le permitían. Toqué la bocina, haciendo que se sobresalte y luego bajé la ventanilla de mi auto, mientras mi cuerpo se inclinaba lo más que podía hacía la ventanilla del copiloto.

- ¡Sube! -grité fuerte.

Rebecca dudó por unos segundos, pero luego miró a su alrededor. Se subió a mi auto y cerró la puerta, mirando al frente, sin decir palabra alguna. Apreciaba ese silencio, la miré de reojo, su rostro tenía gotas de lluvia y su ropa estaba casi empapada.

- Tanto tiempo. -dije, rompiendo el silencio.

Rebecca apretó sus manos cuando me atreví a hablar. Al parecer mi voz le había provocado algo, no sabía si desprecio o emoción, o el hecho de que en algún momento debía contestar e iniciar una conversación que a ninguna de las dos las mantendría cómodas.

- Si... -respondió con timidez.

Empecé a conducir lentamente, ni siquiera sabía a dónde sería nuestra próxima parada. Ella tampoco se dignó en darme la dirección del nuevo lugar en dónde se estaría quedando.
En ocasiones me giraba a mirarla, de manera discreta. Y mierda, si que la amaba.

Una pequeña lágrima salió por su mejilla.

¿Era mi culpa?

Puse mi mano encima de la suya, que reposaba en su muslo izquierdo. Su piel se erizó, pero pronto ella la giró y entrelazamos nuestras manos. Su toque era frío y húmedo, pero era el más bonito de todos. Me sentí cuidada, y en parte, perdonada.

- No te merezco. -dije, sin quererlo. Las palabras se escaparon de mi boca.

Pero no me arrepentía, porque era verdad.

- Te he extrañado mucho. -habló ella, con su voz ligeramente entrecortada mientras acariciaba mi mano con su dedo pulgar.

- Becky, de verdad, lo siento mucho. -hablé con sinceridad mientras mi voz me jugaba una mala pasada tratando de mantenerse estable.- Eres una persona que ha llegado a mi vida de manera repentina, y eres tan especial que no supe como manejar las cosas, yo... -dije tartamudeando.

- Te entiendo, y te perdono. -dijo Rebecca antes de que pudiera seguir hablando.

Nuestras manos no pararon de tocarse hasta que finalmente estacioné mi auto al frente de mi casa.
Lugar que se sentía horriblemente vacío sin su presencia, y que sin duda, estaba contento de recibirla de nuevo.

Entramos mientras cerré rápidamente la puerta, y me acerqué a ella con lágrimas en los ojos.
Tomé su rostro con ambas manos, y con mucho cuidado, como si estuviera por romperse.

Nos miramos a los ojos, y se sintió como si fuese la primera vez que lo hacíamos. Pasó un rato largo en nuestra guerra de miradas, sentía su aliento cerca, su aroma a perfume dulce y su rostro frío. Sus manos se posaron en mi cintura y con mucha delicadeza apretó sus labios contra los míos.

Felicidad.

Dos amantes que se había vuelto a encontrar, y esta vez, sería la última, porque nunca se volverían a soltar.

🥀🌸

N/A: BuenoOO, por fin mis chiquitas están juntas de nuevo.

Una noche © FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora