Capítulo veintinueve.

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- ¿A dónde iremos? -pregunté mientras me abrazaba a su cintura y ella empezaba a conducir su motocicleta

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- ¿A dónde iremos? -pregunté mientras me abrazaba a su cintura y ella empezaba a conducir su motocicleta. El viento hacia que su aroma choque con mi rostro.

- Es una sorpresa.

El pequeño viaje duró unos pocos minutos, hasta que se estacionó frente a el restaurante más lujoso de la ciudad. "Le Blank" estaba escrito en cursiva arriba de la entrada. La cadena de restaurantes mundialmente conocida por ser la más exclusiva.

- Mierda. -pensé. Deduje que sería demasiado para una primera cita; o lo que sea que esto fuera. Me adentré junto a ella al lugar, el recepcionista nos ofreció una sonrisa.

- Buenos días. -dijo el recepcionista.- ¿Tienen una reserva?

- No, pero soy Victoria Le Blank, supongo que podría hacer una excepción... -dijo en un tono tímido e inseguro.

- ¡Oh, Victoria Le Blank! -exclamó el recepcionista mientras nos abría el paso al restaurante.- Disculpe las molestias, no la había reconocido.

- No se preocupe. -contestó Victoria con una sonrisa, mientras ambas tomábamos asiento en una mesa para dos. Pedimos nuestra comida y se formó un silencio, que no era incómodo.

Miré el lugar por unos segundos, jamás había estado sentada dentro y por disfrutar de comida exclusiva. Antes no podría habérmelo permitido, y sólo miraba este tipo de lugares con una especie de desprecio por la gente que pagaba demasiado dinero de manera innecesaria en lugares en los que sólo de aparentaba.

Pero al parecer, para Victoria este tipo de cosas eran cotidianas, y jamás me lo habría esperado de ella.

- Entonces... Victoria Le Blank... -dije con una sonrisa, mientras hacía énfasis en su apellido.

Victoria por su parte me ofreció una sonrisa temorosa, que me llenó de dudas.

- Nunca le digo a las chicas con las que estoy sobre mi familia. -dijo con timidez.- Cuando lo hacía sólo se terminaban acercando a mí por interés, y yo terminaba amándolas y ellas sólo usándome. -Volvió a hablar, sin mirarme a los ojos.

Podía percibir una especie de vergüenza, por como la habían usado sólo por su poder adquisitivo, pero ella no tenía la culpa.

- ¿Te preocupa algo? -pregunté con cuidado.

- Sólo... hace mucho tiempo que una chica no sabe tanto de mí, o por lo menos una que apenas conozco. -hizo una pausa.- Siempre me ha dado miedo a abrirme a las personas con algo tan simple como decir mi nombre completo, la mayoría de veces sólo me terminan usando o tratando diferente...

- Conmigo estás a salvo. -respondí con una sonrisa.

- Oh, no me malinterpretes. -se apresuró a hablar.- No digo que tu seas como los demás, claro que no, algo dentro de mí me dice que eres diferente.

Ambas sonreímos.

- Nunca suelo hacer esto, sabes... -me miró con algo de dudas.- Además no suelo acercarme a la gente con la intención de estar a su lado por mucho tiempo, de hecho, jamás he estado en una misma ciudad por más de seis meses. -volvió a hablar.

- ¿Eso te ha afectado mucho, verdad? -pregunté con curiosidad.

- Es algo con lo que he crecido, estoy acostumbrada, es en parte genial, porque puedo conocer gente y viajar por todo el mundo. Pero a veces siento que quiero una vida estable, una casa estable, un grupo de amigos estable. -Sus ojos denotaban angustia.

Me conmovía la manera en la que Victoria se abría conmigo. Ella se trataba de una chica que sólo te encuentras una vez en la vida, literalmente. Una caja de sorpresas, llena de aventuras y una apariencia que engaña a primera vista.

Una chica que quería ser comprendida.

- Es bueno que le veas el lado positivo. -tomé su mano en señal de apoyo mientras nos servían la comida.- Pero... hazlo.

- ¿Hacer que? -dijo con dudas.

- Establecerte. Conseguir una casa a la que puedas llamar tu hogar, conocer a un nuevo grupo de amigos, y tal vez una chica a la que amar, todo para siempre; y no me refiero a que dejes de viajar, o de tener aventuras, porque eso es algo maravilloso, que sólo la gente con suerte puede permitirse. Lo único que necesitas es algo de estabilidad en tu vida.

- Nunca me lo habían dicho, y creo que ni siquiera lo había pensado, aunque te parezca tonto. -sonrió.- Pero esa soy yo, personas pasajeras, lugares pasajeros, destinos inciertos. -hizo una pausa en la que me miró a los ojos, fijamente.- Aunque chicas como tú me hacen querer poner los pies sobre la tierra.

Me sonrojé ante sus palabras.

- Pero seguro no caes en sus encantos. -dije bromeando.

- Claro que no, soy un alma aventurera.

Ambas reímos al punto en el que las demás personas del lugar nos miraron mal.

Las palabras exactas no fueron necesarias para comprender que Victoria y yo no tendríamos un futuro por delante, y sé que ambas entendimos eso. Esto es lo más lejos que ambas habíamos llegado con una chica de una noche.

Ese día nos habíamos convertido en dos amigas que habían compartido una noche de pasión, y al siguiente mediodía una de ellas había entendido que la estabilidad no era lo suyo, mientras que la otra, odiaba los nuevos inicios, porque alguien ya habitaba su corazón y eso nunca cambiaría. Y por su parte, Victoria, no podía enamorarse, tampoco se lo permitiría, no le gustaban los corazones rotos, menos si se trataba del suyo.

Una noche © FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora