29. JAPONESES

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Tamar

Las manos sudorosas resbalan por la cabecera de la cama mientras la mano de Alek se aferra a mi garganta intensificando cada estocada, desde que el médico dio luz verde para tener sexo, no me ha  dado descanso.

— disfrútalo — su gruñido eriza mi piel — disfruta ser mi reina roja.

Ha estado dentro de mi toda la noche, no me ha dejado dormir y por ende el tampoco lo hace, es poco el descanso que me da para devorarme de nuevo, tengo marcados sus dedos en mi piel, y marcas de los chupetones en mi cuello y tetas. 

Así es el pakhan de la mafia roja, dominante y sediento de control, disfruta del poder que tiene y el haber ganado a los búlgaros y ser padre lo tienen embriagado de placer.

— eres mía — afirma mientras me penetra una y otra vez — mi reina roja.

Suelto los gemidos que mi cuerpo me exigen y siento que estamos envueltos en lava pura, somos dos enfermos sexuales disfrutando el uno del otro sin ningún pudor, haciéndonos cada vez más adictos a estos momentos de pasión descontrolada.

Me voltea deslizando mi espalda en el cabezal y llevo mis piernas a su hombro, está descontrolado y tomo un puñado de su cabello respondiendo a su fiereza.

Su mirada está tan perdida y turbia haciéndolo ver sombrío y peligroso.

— ¿eres mía? — insiste en que lo afirme.

Se que es un hombre que gusta de tener el control de todo y eso me incluye a mi.

— soy tuya

Ladea los labios en una sonrisa llena de perversión y satisfacción.

— dilo de nuevo

— soy tuya

— otra vez — ordena

— soy suya pakhan

Sus labios se unen a los míos y muerde demostrando que está a nada de explotar, su boca no dice nada pero sus ojos me expresan miles de sentimientos y emociones que me hacen sentir única e indestructible.

Su glande roza el punto exacto logrando que el éxtasis me vuelva pedazos, mi sexo se contrae, mi corazón se acelera y mi respiración se detiene, mi garganta suelta jadeos sin ningún tipo de pudor, su gruñido me hace explotar mientras dejo que me llene de su semen.

— joder

— sale lentamente de mi y se sienta en la cama regulando su respiración mientras yo admiro su cuerpo sexi y caliente.

«¿Que demonios me pasa?»

Hemos tenido sexo por horas y aún sigo deseándolo.

— mañana llegan los japoneses — no puedo evitar sentir miedo.

Miedo a que se vea obligado a dejarme y hacer lo mejor para la organización.

— no pienses en eso — camina hacia el baño — puede hacer daño al bebé.

Se que tiene razón pero no puedo evitarlo, todo en este mundo es impuesto, y he aprendido que los tratos se respetan, los acuerdos que pudieron hacerse hace años tienen la misma validez y se deben cumplir si o si.

El honor en la mafia no tiene precio y la palabra tiene más valor que cualquier documento.

— ¿Vienes? — escucho que abre la ducha. — esto no es lo mismo sin ti.

Desde hace meses siempre nos duchamos juntos, disfruto de sus manos enjabonando mi cuerpo al igual que sus dedos lavando mi cabello.

Camino hasta el baño y observo su cuerpo, sus cicatrices y sus piernas, todo en el es tan masculino, desborda virilidad y no sé si sea por las hormonas de embarazada pero ya siento ganas de que entre en mi de nuevo.

SIN PUDOR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora