4. Acechando

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Hongjoong se estremeció de solo recordar el maldito espantapájaros qué protegía Crestdale.

Miró unos segundos a su padre, sus ojos brillando con enojo, sus labios cerrados en una fina línea... Pero su ligero temblor le indicaba algo más, parecía atemorizado.

Cuando su padre al fin se esfumó, todo en él se relajo antes de girar su atención al extranjero, abrió la boca intentando gesticular una palabra, pero optó por dejarlo en silencio, quería hablar, pero podía sentir la mirada de los centinelas sobre él, necesitaban un lugar privado.

Igual antes de eso debía observar las cosas... Si era una mejor idea, no podía confiar en un extranjero.

No sabía que buscaba y si al final no era de fiar habría cometido un grave error, así que mejor guardaría un poco más de tiempo sus demonios. 

—Termina mi turno y nos vamos —le indico Hongjoong después de pensar en sus palabras.

Además debía mantenerse sereno, si daba un paso en falso todo se vendría abajo.

—Claro...

Jongho observo en silencio, podía ver que algo molestaba a Hongjoong aunque no sabía si era su presencia u otro problema.

—Te esperaré por allá —señaló el lugar con la mirada Hongjoong solo asintió antes de regresar su atención a su trabajo.

Era un poco incómodo por lo que camino apresurado entre los pasillos llenos de libros.

Se sentó en las mesas del fondo mientras tomaba un libro, aunque sus ojos se encontraron cerrándose después de unos minutos, había estado cansado los ultimos días, desde el momento en el que decidió abandonar su trabajo la incertidumbre consumía su mente. 

Al despertar vio a Hongjoong frente a él, esperando a que volviera del reino de los sueños.

Después de ese encuentro las cosas fueron demasiado tranquilas, había pasado una semana desde que conoció a Hongjoong y para ser sinceros todavía sentía que algo raro estaba ocurriendo.

Su cabaña había sido arreglada, al menos un poco y ahora tenía todo lo básico sin tener que sufrir durante horas. Lo cual era muy bueno, ya no tenía que preocuparse por que cualquier insecto anduviera en sus almohadas.

Aunque todavía tenía que resolver algunas cosas, las idas al pueblo solo le dejaban en claro que los demás eran un poco extraños.

Había visto familias, nada a destacable debía admitir. Una madre, un padre y usualmente tenían un hijo y una hija.

Muy pocos tenían dos hijos o dos hijas o tres. Debía admitir que aunque le pareció curioso, no indagó demasiado.

Tampoco es que pudiera, al parecer todos eran muy suyos, ninguno parecía dispuesto a compartirlo algo importante. Lo único que conseguía eran pláticas vacías, donde le contaban lo mismo.

La gente era extraña, todos eran amables ahora, pero... Pero sentía que lo vigilaban, que esos ojos seguían sus movimientos.

Hongjoong era una prueba de esto, estaba bajo su cuidado, lo que significaba que este lo estaba vigilando.

Todo era un poco demasiado extraño, pero no podía hacer mucho, estaba atado de manos y no quería que lo corrieran del pueblo así que debía esperar y ser paciente.

La paciencia era una virtud que debía poseer en estas situaciones.

Caminaba al lado de Hongjoong como solía hacer esos días, ambos en silencio ya que parecía que el otro era de pocas palabras, y cuando hablaba lo hacía de manera demasiado confusa para él.

Death Or FaithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora