29. Desesperanza

39 3 4
                                    

Toda esperanza se había apagado.

Nunca pensó que la oscuridad podría dar tanto miedo.

¿Cuántos días habían pasado?

Ya no había sol ni luna.

—Shh, Shh, ya no tengas miedo —acarició sus cabellos con cariño— pronto todo terminará.

El frío penetraba en sus huesos, como un eco del temor que se había apoderado de su corazón. Cada suspiro de viento, cada corriente gélida, le recordaba que la luz que una vez guio su camino se había desvanecido.

—¿Qué me vas a hacer? —se retorció en los brazos de Seonghwa.

—Solo tengo que terminar de arreglarte, para que seas mi dulce brote de nuevo —beso su cabeza con dulzura.

—¿Me va a doler? —preguntó, temeroso.

El dolor persistía, una presencia constante que pulsaba en sus cuencas vacías. No podía ver el rostro de su deidad, solo sentir sus caricias y susurros. La ceguera lo aislaba en una realidad de sombras y dolor, donde el único consuelo provenía de quien le había arrebatado la vista.

Un dolor palpitante que no se iría. 

Sin poder ver el rostro de su Deidad.

Estaba ciego.

Y dolía como el infierno.

Sus cuencas vacías mostraron su arrepentimiento.

—¿Mmm? ¿Qué color te gustaría? —Seonghwa se levantó, dejando a Hongjoong tendido en el suelo, con las cuencas vacías y sangrantes. El humano sollozaba

Hongjoong estiró sus brazos, buscando desesperadamente a Seonghwa en la negrura que lo rodeaba. El temor de estar solo, perdido en la oscuridad, lo consumía.

—Me encantaban tus ojos, lastima que hayas elegido a Jongho —suspiro, todavía molesto de saber que Hongjoong había planeado huir con Jongho y abandonar Crestdale.

El sonido inesperado alertó a Hongjoong; desconocía qué estaba sucediendo. Intentó moverse, pero el pavor de tropezar lo invadió.

En la oscuridad, no sabía dónde poner sus pies y el sonido se convirtió en un eco abrumador que lo sumía en una agobiante ansiedad. Cada paso era un desafío, una lucha contra la incertidumbre y el dolor persistente que le recordaba su nueva realidad. El sonido, antes compañero de su existencia, ahora se transformaba en un eco ensordecedor que lo sumergía aún más en su propia agonía.

—No te muevas ¿SI? Voy a buscar algo para ti —musito el espantapájaros, mientras se escuchaban las cadenas a la par que caminaba. 

—¿Seonghwa? No te vayas, por favor —rogó después de unos minutos sin poder hacer nada más que sollozar y buscar a la Deidad por medio del tacto, sin tener mucho éxito.

 —Solo será un momento, me tendrás antes de que puedas parpadear —se burló mientras abría las puertas con un fuerte rechinido que hizo que Hongjoong se tapara los oídos

La Deidad se dirigió hacia el granero, donde guardaba sus tesoros más preciados. Abrió la puerta con cuidado, y entró en la oscuridad. Encendió una vela, y buscó con la mirada el cofre, que había guardado desde el principio de la creación de aquel lugar. 

Miró hacía el cielo notando la luna pintada de rojo y supo que pronto tendría noticias de Yunho y Jongho. 

El trigo se movió a sus espaldas.

Seonghwa tomó entre sus manos el cofre y sonrió, había tantas cosas que había guardado a lo largo de su existencia, hasta que sonrió al ver el brillo de uno ojos de cristal, que reflejaban la luz, eran de un hermoso color marrón. 

Death Or FaithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora