16.05.19
Por fin pasó que me enamoré de alguien.
Vale la pena, el tiempo y la vida que me da para vivirla a su lado.
Aún tengo en mi memoria tu número y dirección, pero ya no quiero llamar ni salir corriendo a buscarte. Aún sé muy bien dónde puedo encontrarte, pero no me interesa verte si quiera. Deseo que estés bien y que todo vaya de maravilla.
En estos momentos sólo tengo la cabeza para pensar en mi futuro, y éso claramente no te incluye siquiera en mi mente...
Esta noche me doy la libertad de escribirle sólo a él mi pesar.
Amor:
En ésta noche que duermes lejos de mí vida mía, ésta noche que cae en mis hombros y me anuncia el comienzo de un nuevo día. Me advierte una nueva oportunidad de besarte, de contemplar tu presencia tan atinada en mi vida; en ésta noche me doy la libertad de contarte todos mis secretos que buscan la luz cada vez que te miro y te pienso.
Ojalá no pensara cuando tus labios honran con sus caricias a los míos, ojalá mi mente se apagara en el instante en que tu figura entra a mi campo visual. Lo cierto, es que es en ésos momentos cuando mi mente se va a otros lados, me das la paz justa para sentirme en libertad de despegar un momento porque sé que me cuidarás mientras viajo.
No voy a mentir, porque no puedo hacerlo, porque cuando se trata de nosotros se me escapa la creatividad de inventar una falacia capaz de ocultarse tras la mirada que ya sabes descifrar muy bien; no soy novata en el arte de amar, me han roto el corazón un par de veces y yo lo he roto algunas más. Me he mentido y he fingido otras cuántas. He pasado desapercibida en muchas ocasiones y en otras he sido vista de más. No siempre he sido buena, y muchas veces no han sido buenos mis amores. Pero de todos ellos aprendí. Aprendí a reconocer un buen amor cuando lo tengo, a no dejarlo ir cuando éste me tenga a mí. Aprendí a temerle a amar, a callar cuánto siento. Aprendí lo que quiero, lo que busco. Aprendí que no siempre puedo ser. Ahora parece un poco obvio entender que si dónde estás duele, ahí no es. Pero también lo aprendí hace poco.
Amé mi independencia, amé mi sensatez, incluso, me atrevo a decir que amé mi temor, y éso también lo aprendí de tí.
Ni en el mejor de los escenarios, imaginé alguna vez encontrar a alguien que completara mi vida, que entendiera mi mente, que después de tantas barreras que tardé en construir, pudiera ver mis ojos con la misma claridad con la que uno se mira a través del cristal.
Ni en el mejor de los casos imaginé encontrar un cuerpo capaz de sostener al mío con tanta fuerza, que me hiciera a mí sostener el suyo. En mi mente se prohibió la idea de permitir a alguien abrir lo que creí cerrado por más tiempo.
Romper en llanto a mitad de un abrazo que sólo tiene las intenciones de expresar amor puede sonar absurdo; lo es.
Ésa tarde todo se iluminó para mí, lo comprendí al fin. Cada decisión en mi vida, cada mal paso, cada noche que pasé esperando, cada día en el que ya no podía más y por alguna razón había un rayo de esperanza, cada momento de mi existencia me estaba preparando para tu llegada. No cambiaría absolutamente nada de mi vida, ni el más mínimo detalle de ella, porque ahora entiendo que es la historia que debía vivir para dejarte entrar.
Al principio me asusté tanto que negué cualquier sentimiento que te involucrara; pero la vida te seguía poniendo en mi camino, mi mente te seguía pensando, mis labios pronunciando, mi corazón buscando, y mi mirada encontrándose con la tuya.
No recuerdo haber encajado tan bien en unos brazos cómo lo hago en los tuyos. No se me ocurre alguna vez en que mi cuerpo haya cedido a la armonía de quién me sujetara en sus brazos.
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Mis problemas mentales.
RandomEscribí todo lo que sentí en cada noche de soledad en que la tristeza se adueñó de mí y el insomnio no me permitía olvidarlo todo. Escribí y lloré los problemas que me inundaban hasta que un día ya no pude más y terminé la historia... y mi vida.