Prólogo

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Estaba emocionada, pegando pequeños saltos de felicidad conforme escuchaba las palabras del sacerdote sin despegar mis ojos de mi futuro esposo a través de la tela del velo.

Giovani apretó mis manos para transmitirme parte de su tranquilidad, pero yo apenas podía frenarme de abalanzarme sobre él.

Estábamos él y yo y como testigos sus hermanos con sus esposas que accedieron a qué tuviéramos nuestra ceremonia discreta y yo no necesitaba nada más para estar a punto de estallar de lo feliz que era.

Quería ser su esposa.

Quería pertenecerle.

- ¿Quieres recibir a Jaela Lars como esposa, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y, así amarla y respetarla todos los días de tu vida? - El sacerdote le preguntó a Giovani.

- Acepto.- Él respondió acariciando con sus dedos mis manos, manteniendo mi cabeza en ello mientras el sacerdote repetía las mismas palabras para mí.

- Sí, sí, acepto.- Dije apenas terminó.

- Lo que ha unido Dios que no lo separe el hombre.- Declaró con voz serena.- Los declaró marido y mujer.

Me quité el velo sin esperarlo y salté con emoción a sus brazos. Giovani me atrapó y bajó la mirada hacía mí con una sonrisa divertida en sus labios antes de dejar que mis pies volvieran a tocar el suelo de la iglesia.

- Ragazza...- Comenzó a bajar y depositar un beso en mi frente, pero no lo dejé ser todo correcto.

Me gustaba moverlo, me gustaba alterar su tranquilidad. Así que, lo agarré del saco y lo bajé hasta encontrarme con sus labios. Giovani aún trató de mantenerlo casto, pero provoqué sus labios, lamiendo con coquetería silenciosa hasta que él mismo se rindió y su boca tomó posesión de la mía, tomando mi cintura y pegándome a él dejándome sin aliento con el beso.

Me soltó cuando escuchamos como sus tres hermanos se aclaraban la garganta.

- ¿Satisfecha? - Giovanni susurró en mi oído. Asentí sintiendo las mejillas calientes y él pareció más divertido al ver mi repentina vergüenza.

Está vez si se inclinó y besó mi cabeza como si fuera la cosa más preciada.

- Gracias.- Dijo tomando mi mano.

- ¿Por qué? - Le pregunté sonriendo.

- Por convertirte en una Leone.- Massimo dijo mirando a su hermano con significado.- No será fácil.

- Pensé que era por tener que soportarlo.- Nestore dijo, provocando la risa de Luciano quien se acercó para abrazarme.

- Bienvenida a la familia.

Sonreí.

Era una Leone.

***

Estaba frío.

Malditamente frío.

Desperté tragando agua en una tina con hielo más grande que mi cabeza, en dónde me estaba privando de la oportunidad de respirar y golpeé las manos del hombre que me sujetaba el cabello para mantenerme sumergida.

Me levantó y el agua escurrió por mi rostro hacia mi cuello y clavículas, mojando mi blusa desgastada. Mis pestañas permanecieron pegadas a mi piel, imposibilitándome ver.

- Respira.

Lo hice.

Me volvió a sumergir al agua y está vez con algo de oxígeno en los pulmones lo soporté mejor, pero el frío era odioso, doloroso y desesperante.

Misión: Proteger al mujeriego. Contratiempos: Enamorarse. (III libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora