Capítulo 20: Te ves hermosa llorando por mí.

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Todos los días tomé el hábito de hacerle el postre al jeque y en el segundo día él me invitó a comerlo con él, así que se estableció una especie de rutina en los días consecutivos que terminó con una posposición de la cena hasta las ocho de la noche porque descubrí que era más que solo política y milicia.

Fui perdiendo poco a poco el miedo a ser franca y tal vez por eso después de ver los artículos de debate en las noticias no pude evitar levantar la mirada de mi teléfono y verlo por un buen rato.

El general usaba su uniforme de manera impecable como siempre, sin que ningún botón estuviera fuera de lugar, tan pulcro como su necesidad de estar siempre perfecto que últimamente la idea de devastar su uniforme me acariciaba las ideas, pero lo descartaba de inmediato porque era, al final, algo innecesario.

Su cabello estaba peinado sin dejar ni un mechón fuera de lugar y sus ojos centrados en la información que revisaba con un ligero ceño entre las cejas, pero este se liberó antes de que levantara sus ojos oscuros de sus asuntos y se encontrara con mis ojos.

- ¿Tienes hambre? - Negué.- ¿Ya te aburriste? - Negué de nuevo y hablé.

- Estaba preguntándome una cosa.

- ¿Qué es? - Cuestionó.

- Estaba leyendo sobre la opinión pública y la primera ley que aprobaste después de subir al trono.- Apagué la pantalla de mi celular.- No pude evitar preguntarme, ¿Por qué? ¿Por qué volver ilegal la poligamia?

El jeque de pronto se puso muy serio y me observó por varios segundos. Dejó su pluma y cruzó sus manos llevando mi atención a ellas. Eran fuertes y no del tipo de un hombre que había pasado toda su vida entre sedas y privilegios. Tenía callos que sentía en mi piel cada vez que me tocaba y me... gustaba.

- ¿Y por qué si? - Él habló hacía mí, elevando mi atención de nuevo hacía su rostro.

- Quiero decir... Te gustan mucho las mujeres. ¿No sería ideal tener un harén con una esposa principal y varias secundarias? - Cuestioné un poco nerviosa, preguntándome si no había sido demasiado franca con él está vez. Abrí mis labios para retractarme cuando el respondió.

- En un matrimonio poligamo la tasa de muertes infantiles son mayores que en uno monógamo.- La voz del jeque era seria y sus ojos me parecieron un poco más oscuros.- Muchos hombres utilizaban el estado poligamo para demostrar que tienen el suficiente dinero para mantenerlas, como un trofeo, marcando así la desigualdad entre el hombre y la mujer que son abismales, en dónde el resto de esposas tiene que competir para mantener la atención de él porque el favor es lo que condiciona una mejor vida para ella y sus hijos. Una mujer olvidada es una mujer sin recursos que puede ser pisoteada por otras esposas y una mujer desesperada es capaz de cualquier cosa.

- ¿Cómo qué? - Pregunté intrigada.

- Mentiras, manipulación, actuación, asesinato...- Sonrió con cierta burla.- Se apuñalan unas a otras por la espalda mientras pretenden que todo está bien de cara a su esposo, pero se destruyen por poder, por supuesto amor o por dinero.- Se recostó en su silla.- Las mujeres pueden hacerse pasar por seres indefensos, pero pueden ser capaces de matar a sus propios hijos por atención. Así que no tengo ninguna intención de estarme preguntando toda la vida si el rostro que me muestran es el mismo que tienen en verdad. Tampoco me interesa meterme en sus peleas internas o tomar bandos para condenarlas a vivir en modo supervivencia toda su vida.

- Suena horrible...- Había pensado que la poligamia no era mi gusto pero aún así no imaginé que podía ser tan despiadado. Miré al jeque a quién no parecía agradarle el tema y dejé de mencionarlo, pero recordé que él anterior rey había tenido una esposa principal y el resto habían sido secuendarias y amantes. ¿El había crecido de esa manera? Me mordí el labio, pensando que era algo triste si había visto ese tipo de escenario desde que era un niño.

Misión: Proteger al mujeriego. Contratiempos: Enamorarse. (III libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora