Desperté tarde el día siguiente y ya no tenía la vía intravenosa en mi mano, en cambio, había solo un vaso pequeño en el buró que tenía unas cuantas pastillas y una nota con instrucciones para que me las tomara. Lo hice sin pensarlo mucho.
Me puse de pie buscando en el suelo el vestido y me lo puse, caminando descalza hasta el baño para lavar mis dientes. Había un cepillo nuevo a la vista y supuse que sería para mí. Lo tomé y usé llevándomelo a la boca para comenzar a lavarlos. Levanté la mirada hacía el espejo y detuve mis movimientos sin palabras.
Tenía marcas por todo el cuello que él me había provocado, así como en la clavícula y hacía abajo por el vestido. Reanudé los movimientos con mi atención en las ojeras de mis ojos y mi cabello hecho una paja sobre mi cabeza.
Escupí en el lavado y me enjuagué la boca antes de colocar el cepillo en un cajón que estaba solo. Entonces tomé un respiro y me animé a quitarme el vestido para ver la totalidad del daño.
Lo primero que entró en mi campo de atención fueron mis muñecas que estaban un poco verdes y dolían al tacto. Después note que mis pechos también estaban llenos de marcas y mis caderas tenían sus manos prácticamente pintadas... Mis mejillas se calentaron al verlo todo. Incluso mis muslos no se habían escapado de él.
¿Era un reclamo? No podía entenderlo del todo y mis conocimientos sobre su tipo no eran tan avanzados.
Giovani no era así y en realidad era exactamente lo contrario. Sin soportar que me hiciera cualquier daño...
Si se rompía un vaso me alejaba por completo y él se hacía cargo o si no estaba, debía de pedirle a alguien del servicio que lo hiciera.
En una ocasión desobedecí y lo recogí yo después de que se me resbalara un plato mientras lo lavaba.
Me corté y esa fue la primera vez que me castigó como Dom. Obviamente después de eso no volví a hacerlo, no por el castigo que en sí que me había merecido, sino porque a él realmente le afectaba que me lastimara de cualquier manera y ver esa preocupación en su rostro y en parte su decepción me pesó tanto que terminé llorando como una niña pequeña para después ser consolada por él.
La manera en que me afectaba siempre fue increíble.
Giovani era del tipo que era llamado a menudo como un Dom en el rol de "omnisciente". Él no hacía demandas ni tenía reglas tras reglas que debía seguir. Era raro que ordenara algo y generalmente solo eran sugerencias.
Giovani leía mi lenguaje verbal y no verbal para actuar en consecuencia, siendo tan sutil que me inclinaba por completo ante él. La confianza que emanaba era tan fuerte que siempre llamaba la atención en los eventos de BDSM e incluso dominas trataban siempre de complacerlo y de meterse en su cama o conseguir algún contrato como sus sumisas en cualquier oportunidad... No faltaba decir que me odiaban.
Entendí que el tipo que era Gio era raro y me sentí siempre muy orgullosa de ser su sumisa, de ir de su brazo por encima de la envidia de todas esas mujeres que no podían tenerlo porque era mío.
Obedecer a Giovani Leone era un placer, no una imposición y ese tipo de droga fue la que me destruyó cuando se fue. Me volví tan dependiente de él que al morir mi vida entera se vino abajo.
Encendí la regadera después de dejar de ver las marcas en mi cuerpo y entré en el agua tibia para refrescarme. Me dolía todo pero me lavé varias veces hasta salir y ponerme el vestido que estaba preparado en el sofá del baño junto con una nota que era la orden del jeque para que lo usara y después me dirigiera a su estudio.
Mi uniforme no estaba a la vista, así que me puse el vestido largo que me cubría por completo de color azul grisáceo junto con unos mocasines del mismo color del vestido que se veían muy bonitos y eran cómodos, pero también tenía una bata que me puse encima del vestido que se transparentaba en la zona de las mangas y parte de las piernas de manera sugerente. Una vez terminé de cubrirme, salí sin ser detenida por nadie y caminé libremente hasta el estudio del jeque moviendo mi teléfono, que había encontrado en la habitación, en mi mano de manera distraída mientras mis pasos se acercaban cada vez más a él.
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Misión: Proteger al mujeriego. Contratiempos: Enamorarse. (III libro)
RomanceEl jeque Haidar Assim Ahmad era un mujeriego de cabeza a los pies, eso era algo que Jaela sabía con certeza desde que inició el trabajo de su guardaespaldas para pagar todas sus deudas ocasionadas por ella misma, después de haberse sumido en un prof...