Capítulo 34: ¿No vas a disculparte al menos?

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Desperté sobresaltada, queriendo incorporarme de inmediato, pero un par de manos rápidas me empujaron de nuevo hacía abajo y al abrir mis ojos me encontré con la imagen de un médico con un uniforme militar de Thurkalij con ojos marrones y cubrebocas que me habló con voz gélida.

- No haga movimientos bruscos, su majestad.- Pidió.- Podría lastimarse.

¿Su majestad? Giré la cabeza confundida, notando una habitación familiar a mi alrededor. Colores oscuros, el dosel de la cama y las ventanas del cuarto de Assim Ahmad.

Tragué saliva o al menos lo intenté, porque tenía la boca seca y al sacar la lengua noté mis labios partidos.

- Su majestad.- Una enfermera me dio un pequeño vaso con agua, se lo agradecí y lo bebí sintiéndome mejor físicamente.

Reparé en mi mano derecha dónde había una vía intravenosa y luego hacía el suero, arriba en un tripie con una etiqueta y medicamentos agregados a esta. Miré al médico.

- ¿Cuál es mi estado? - Cuestioné tratando de ver algo en sus facciones, pero era tan impenetrable que sólo podía esperar a sus palabras, pero no fueron para nada iluminadoras.

- No estoy autorizado para ofrecer esa información.- Fue lo que dijo.

- ¿No? - Sonreí de lado con fastidio creciente.- Soy la principal afectada, la paciente y, ¿No merezco saber cómo está mi propio cuerpo?

- Son órdenes del general.- Él me cortó y continuó con su trabajo ignorándome.

Ni mi opinión, ni mis derechos tenían cabida en este lugar si no era orden suya. Tuve ganas de llorar, pero no lo hice, solo parpadeé.

- Quiero estar sola.- Los miré y tanto médico como enfermera intercambiaron una mirada antes se que ambos tomaran sus cosas y salieran de la habitación.

Me acosté de lado izquierdo y me protegí el abdomen, sintiéndome perdida. Recordaba mi venganza y que Assim Ahmad me había capturado, como me había levantado en sus brazos para sacarme del edificio, pero después de eso todo se había vuelto negro.

Me sentí perdida y sin voluntad.

Estaba hecho, mi venganza estaba hecha y ese hijo de puta estaba bien profundo en el infierno, pero, y ahora, ¿Qué?

¿Escapaba de nuevo?

Dudaba mucho que el jeque bajara sus barreras lo suficiente como para que yo pudiera lograrlo y estando en su país era simplemente una locura.

¿En qué momento había pasado todo esto? Era, hace unos meses, su guardaespaldas y nada más. Podía salir, viajar y moverme según mi propio criterio, pero no ahora. No en mi nueva realidad, donde estaba demasiado débil mental y físicamente como para planear algo más.

¿Qué me quedaba?

¿Resignación?

¿Pelea?

Estaba en el mismo dilema que al principio.

Estaba cansada, demasiado cansada de todo y de pronto la idea de que no me quisieran decir que tan mal estaba me hizo sentir bien.

Una parte de mi quisiera morirse, solo para joderlo. Sin embargo, otra parte de mi quería conocer a mis hijas y verlas crecer, porque yo sabía lo difícil que era la vida sin una madre que te recibiera al final del día.

Y no confiaba para nada en Assim Ahmad y su capacidad para cuidar de alguien más. Ni de que ellas no se den cuenta de que su padre es un mujeriego sin causa o que peor aún, les consiga una madrastra que les hiciera la vida imposible y si esa mujer tenía un niño que luego sería el heredero, ¿Qué pasaría con ellas? Me puse de mal humor de solo pensarlo, de muy, muy mal humor.

Misión: Proteger al mujeriego. Contratiempos: Enamorarse. (III libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora