Especial: Soy tu nueva dueña.

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Amika Demir

Desde el momento en que lo vi parecía demasiado fuerte como para ser real.

Alto, moreno, con un abdomen marcado y brazos fuertes que se despertó en cuanto un cúmulo de arena fue arrojado a su boca.

Pude verlo aliarse con alguien, analizar y pelear con un verdadero guerrero. No podía despegar la mirada de él desde el primer momento, pero no era la única.

Mis hermanas no habían dejado de hablar entusiasmadas cuando se enfrentó a ese león y lo mató para ponerse de pie como si todo alrededor le perteneciera y nos castigara por jugar con él. Mi estómago se había apretado en las escasas ocasiones en que recibí su atención y luego al bajar hice todo lo posible por ocultar mi gusto por él.

De igual manera, no había nada que pudiera proteger y ya me había cansado de intentarlo. Su futuro y su muerte no los quería en mis próximas memorias, así que lo descarté, pero no esperé que me eligiera.

Él se había desmayado encima de mi cuerpo, dejando que sus pesados huesos y músculos me aplastaran en mi posición.

Mis hermanas se habían mostrado decepcionadas, pero aún no se refrenaron cuando apareció uno de mis hombres para llevárselo a mi orden hacía mis aposentos y llamar un médico que lo atendiera.

Mi tercera hermana menor Ceren se había reído y puso sus brazos alrededor de mi cuerpo, abrazándome por la espalda.

- Ese hombre me calienta mucho, Amika. ¿Y si me lo prestas para que sea mi semental? Imagina a un bonito bastardo con esos ojos corriendo por el palacio.- Se rió contra mi oído.- Mamá estaría furiosa.- Y lo mataría, como a los otros dos que se había atrevido a dar a luz sin casarse y con esclavos, pero a Ceren no le importaba.

Tenía la enfermiza idea de que era excitante quedar embarazada por sus juguetes. Sentí repentinas ganas de vomitar al recordar lo que le había pasado al último hijo con su padre y me sacudí de su toque disimulando lo asqueada que me sentía.

Ese hombre había sido mi "amante", mi amigo y ella lo había drogado y obligado... Yo no lo pude proteger y su muerte estaba sobre mis hombros.

- Cuando se despierte, déjame tenerlo primero.- Mi hermana menor dijo con un tono enfermamente dulce.

- Esta vez no estoy de humor.- Le dije un poco a la defensiva.

- Sería una lástima que algo le pasara, entonces...Así como, ¿Cuál era su nombre? ¿Rashid? - Se rió escondiendo sus labios antes de irse.

Apreté los puños, viendo su espalda y caderas contornearse fuera de la vista.

No era capaz de protegerlos y este... cerré los ojos.

Moriría por haberme elegido.

***

Él despertó dos días después.

Había perdido mucha sangre y se le tuvo que transfundir además de pasar mucho tiempo bajo vigilancia por enfermeras y médicos. Durante ese tiempo estuvo ocupando mi cama y yo dormí en el sofá de mi habitación manteniéndome a la espera de su vida o muerte, pero en la madrugada del segundo día escuché el movimiento de sábanas y me incorporé de inmediato para verlo sentado sobre mi cama.

Me puse de pie y me acerqué un par de pasos con cautela esperando ver el odio característico de mis anteriores "amantes" cuando descubrían su nuevo estatus como mis esclavos.

El silencio se prolongó mientras él notaba el entorno en el que estaba y yo me giré junto con él para observar mis sábanas rojas junto con el dosel que se extendía a los lados, sujetadas por joyas de oro así como las alfombras oscuras y el resto de telas en mi cuarto que iban entre el color de la sangre y el negro con unos toques en dorado.

Misión: Proteger al mujeriego. Contratiempos: Enamorarse. (III libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora