Especial: Tocando fondo.

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Milenka Ahmad

Estaba furiosa con Aren.

En el momento en que me enteré de todo, había ido al estudio del rey y había entrado sin llamar, levantando la voz hacía Aren Osterggard solo para pararme en seco y enfrentarme directamente con el rostro y la altura de Klaus Ostergaard.

Había estado pálido y se veía mucho más delgado de lo que debería, pero la seriedad de sus ojos verde claro y la manera en que se entornaron hacía mi entrada, me hicieron sentir alertas rojas en mi cabeza.

Hice una inclinación hacía él sin saber tampoco que ya estaba lo suficientemente sano como para incorporarse a sus deberes, situación que Aren debió de haberme advertido desde que su padre se despertó, pero al parecer era otra de las cosas por las que decidió actuar solo y hablando de él... giré mi atención hacía Aren que estaba un metro lejos de su padre, vestido formalmente y con el cabello arreglado hacía atrás con una mirada fría hacía el frente, una tablet entre sus manos y una postura rígida. Parecía que el rey ya había estado hablando con él y no había sido blando.

Al lado suyo estaba Erik, pero él reaccionó un poco más al verme, llevando primero su atención hacía su padre y luego hacía mí. Con solo eso pude notar que estaba en problemas, devolví mi atención hacía el rey y decidí enfrentar las consecuencias.

Lo miré directamente a los ojos, yo era una princesa, pero nunca bajaba la mirada hacía nadie, ni siquiera mi hermano y mucho menos un rey, por muy respetado que este fuera y por su mirada dura podría apostar que yo no le gustaba.

- Fuera, los dos.- Él ordenó, caminando hasta llegar detrás de su escritorio.- Su alteza, siéntese.

- Padre...- Aren comenzó.

- Has dicho suficiente, sal.- Él rey lo cortó y él acató, saliendo con zancadas fuertes, claramente molesto. Cerré un poco los ojos pensando que si él pudiera calmar su molestia me sentiría menos culpable de esta situación.

La puerta se cerró detrás de nosotros y él silencio se hizo presente.

Me recordé a mi misma que mi hermano y este hombre eran muy buenos amigos, no debía de arruinar los tratados que ya tenían ambos países, pero viéndolo juzgarme sin decir nada tocó una fibra sensible en mí. Apreté mi bastón entre mis manos y caminé hasta dónde él estaba.

Era el momento de asumir las consecuencias, Malenka y esto pasa cuando eres estúpida y te dejas llevar por tus emociones.

Me senté frente al rey de Dimark, Klaus Ostergaard y esperé que tomara la palabra. Él, con sus pómulos más marcados que nunca, su mirada penetrante y el cabello de exactamente el mismo tono que sus hijos nunca se vio desde mi perspectiva tan furioso como en este momento.

¿Dónde estaría la reina? Preferiría lidiar con ella que con este hombre.

- Me sorprende que la princesa Ahmad, reconocida por su sensatez se encuentre en una posición tan comprometida.- Él comenzó.- Al mandar a mi primogénito, esperé disciplina cuando regresara, no un escándalo.

- No fue una situación planeada.- Comencé, pero fui cortada.

- Sería peor si lo fuera, princesa.- Se recostó en su silla.- Recuérdeme su edad, por favor.

- Veintidós.- Respondí con calma.

- Al enviar el expediente de Aren, ¿Me equivoqué acaso? ¿Puede recordarme la edad que tenía?- Apreté mis mandíbulas con fuerza hasta que dolió, pero respondí con calma.

- Diecisiete.- Respondí. Esa fue la edad en que ingresó al ejército de mi país.

- ¿En su país no consideran el abuso de menores? - Él rey cuestionó y yo me puse de pie sin soportarlo más.

Misión: Proteger al mujeriego. Contratiempos: Enamorarse. (III libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora