Capítulo 10: De rodillas.

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Mi madre era médico.

Lo comprendí desde muy pequeña, cuando me enfermaba y estaba para mí, sosteniendo mi mano con cariño. Cuando me hablaba con suavidad y me leía en las noches, cuando llegué a pensar que éramos una familia feliz.

Eso fue hasta que se enfermó.

***

-¡No estoy enferma! ¡Me quieren matar! ¡No! ¡Suéltame! ¡Suéltame! – Mamá se retorcía tratando de huir, golpeando a mi padre para bajar de la cama del hospital, pero él no la dejaba.

- Jamira, por favor.- Le pedía con suavidad, tratando de tranquilizarla, pero era inútil.

- ¡Me vas a matar, mierda! ¡Jensper! ¡Te odio! – Le gruñó a papá.

Retrocedí sintiendo miedo, ¿Por qué? ¿Por qué mamá no quería estar aquí? Comencé a temblar.

¿Le hacían daño?

-Déjame ir.- Pidió sin fuerza después de que una enfermera le pusiera algo. Se aferró a su mano.- No entiendes...

***

-¿En qué piensas? - Levanté la mirada de la botella de agua con la que había estado jugando cuando Sigma habló.

-En mi madre.- Hice una mueca.- Solía decir cosas muy extrañas cuando estaba en el hospital.

- Todos aquellos que tienen una diana de muerte sobre sus cabezas dicen cosas extrañas.- Divagó sin pensar mucho en sus palabras al abrir el refrigerador y luego frunció el sueño antes de poner expresión de disculpa y mirarme.- Lo siento, no me refería a que tu dijeras cosas extrañas.

Sonreí.

-Si, lo sé.- Me puse de pie y observé mi reloj que ya marcaba la hora cercana a iniciar mi guardia. Tiré la botella vacía en la basura.

En realidad, solo estaba divagando sobre mi madre.

Mis recuerdos en ese entonces no eran claros, pero ella solía ser difícil, solo hasta el final volvió a ser ella. ¿Habrá sido cuándo se resignó a morir? ¿Era esa resignación a saber que no había nada que hacer?

Mi padre solía decir que era igual a ella, pero en mi cabeza solía preguntarme exactamente en qué sentido de la palabra.

A veces me daba miedo.

A veces lo era todo.

Lancé un largo suspiro después de despedirme de Sigma y caminar hasta el estudio del jeque, dónde todavía se encontraba a pesar de la hora según Beta.

El cambio de guardia se marcó sin novedades aparentes y fue entonces que entré al estudio, saludé según el protocolo y tomé mi lugar detrás de él.

Los primeros minutos pasaron en silencio, entre los cuales noté que él estaba vestido con ropa para estar dentro del palacio con telas de color blanco y bordados dorados en las mangas así como una abertura en el pecho que había visto al entrar dónde pude ver algo de sus vellos oscuros entre la piel firme.

Era un rasgo que siempre despertaba los instintos más bajos en cualquier mujer, sobre todo con ese hermoso rostro y yo no era ninguna estúpida, también me parecía varonil y atractivo, pero nunca le di más de un pensamiento a ello.

Incluso ahora, lo descarté casi de inmediato yéndome por el camino de siempre al pensar que era hora de ir con los chicos que tuvieran un momento libre en la tarde para comprar artículos básicos en el pueblo que quedaba a una hora de distancia.

¿Qué me faltaba? ¿Jabón? Sería bueno algo de shampoo también, un par de rastrillos, un aromatizante para la sala de estar, sopa instantánea para Sigma y para mí en nuestro día en común libre que eran los viernes, ahh, ¿Tal vez palomitas? La última vez había pensado en reponer las que le robé a Alfa cuando me vi un maratón de...

Misión: Proteger al mujeriego. Contratiempos: Enamorarse. (III libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora