Capítulo 33: Ya no puedes correr.

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Cameron Brown.

Sesenta y tres años.

Director de Natural Corp.

Hijo de Julie Horan y William Brown, pasó toda su infancia en escuelas de alto valor para niños privilegiados de su círculo. Tuvo problemas a los seis años por levantarle la falda a una maestra embarazada y después a los catorce empujó a otra por las escaleras.

Arrestos menores por intoxicación alcohólica al volante en la universidad y otros mayores por cargos de violación que siempre terminaban en su inocencia.

En su adultez había más de pornografía infantil, abuso y trata de blancas. Él hombre era más sucio que el barro, mientras en el exterior la jugaba del esposo perfecto y hombre de negocios respetable que fue hasta llegar a la posición que estaba, heredando de su padre que sospechosamente murió de leucemia.

Desayunaba cereal con leche achocolatada en una cuchara de oro y un plato hondo de porcelana fina.

Y tenía un muy oscuro fetiche con las mujeres embarazadas que trataba de mantener muy escondido, pero Alvize lo descubrió casi de inmediato.

Por eso mi situación actual era más que perfecta para mi venganza. Aunque los hermanos me dieron largas, tratando de que me esperara a recuperarme del embarazo para vengarme, pero me negué en rotundo y les amenacé con buscarlo yo sola. Entonces decidimos comenzar con el plan.

Primero me hice una cuenta falsa en redes sociales inventándome de cero una nueva identidad y después le mandé solicitud de seguimiento.

Fue demasiado fácil que accediera y él me habló de inmediato preguntándome por mi familia y detalles personales en los que pude inventarme que mi esposo siempre pasaba mucho tiempo fuera de casa y me aburría siguiendo a personas que admiraba.

Le levanté el ego y las conversaciones fueron poniéndose cada vez más sugerentes hasta que quedamos de vernos a escondidas de nuestras respectivas familias para "charlar" por el gran entendimiento de almas que habíamos logrado.

El hombre era de verdad absurdo y no había nada que odiara más que un supuesto hombre de poder, rebajado al nivel de idiota por cualquier mujer.

Les perdía el respeto de inmediato.

Assim, incluso con sus frecuentes cambios de amantes nunca se dejó manipular por ninguna... Entonces, ¿Por qué siempre había accedido a mis pedidos?

No podía dejar de pensar en él.

Pensé que el capricho se me iría con el tiempo, pero cada vez lo tenía más en mente, cada vez le extrañaba más y al menos reconocía que debía de disculparme por decirle que lo mataría por lo de Giovanni, pero entonces recordaba el resto de sus planes y lo olvidaba.

Había dejado de entender lo que sentía por ese hombre y me tenía tan confundida día a día que trataba de desplazarlo lejos en mi mente.

Mi teléfono vibró y lo saqué para ver en la pantalla un mensaje entrante de Cameron.

C. B: Se me hizo un poquito tarde, amor. Pero estaré ahí en un momento. *Emoji lanzando un corazón de beso*.

Puse los ojos en blanco y el bartender me miró raro mientras servía las copas que tenía frente a él. Lo ignoré y me recargue contra la barra de espera del bar del hotel en el que habíamos quedado de vernos.

Marie Stweart: Ya quiero verte. *Emoji con ojos llorosos*.

Marie Stweart: Iré sentándome en el restaurante. Recuerda que llevo un abrigo negro y un vestido color azul oscuro. Te espero, amor.

Misión: Proteger al mujeriego. Contratiempos: Enamorarse. (III libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora