Capítulo 7: Cáncer.

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- De nuevo observas el amanecer.- Abracé a Giovani por la espalda, deleitándome con la firmeza de los músculos al desnudo que se exponían a la luz del sol.

Suspiré sin detener mis manos por sus abdominales y mordí uno de sus costados con dulzura antes de que él detuviera mis manos traviesas que comenzaron a bajar y jugar con el elástico de sus pantalones.

- ¿Qué estás haciendo? – Preguntó dándose la vuelta.

- ¿Yo? – Puse expresión de inocencia con todo y ojos de cachorro.- No sé de lo que hablas.

Giovani me besó la frente con dulzura y me acarició el cabello. Lo miré por debajo del velo de mis pestañas antes de abrazarlo, apretando mi rostro contra su olor personal y el leve rastro de su perfume. No podría describir lo suficiente el amor que sentía en ese momento y solo mis manos que lo buscaban una y otra vez podían demostrar una parte de ello.

Giovani estaba especialmente silencioso esta mañana y no pude evitar levantar la mirada preocupada por no escucharlo. Parecía perdido con sus manos acariciándome de manera pensativa.

- ¿Amor? – Pregunté extrañada sacándole una sonrisa espontanea.

- Jae.- Me miró.- No me molestaría.

- ¿El qué? – Le regresé la mirada con confusión.

- Si algún día te enamoras de alguien más.- Dijo.- No me molestaría.

- ¿Y por qué lo haría? – Lo miré sintiéndome sentimental.- Yo te amo.

- Y yo también, solo es...- Se inclinó.- Una suposición.

- Pues no supongas cosas tan estúpidas.- Hice un puchero, molesta, provocando su risa.

Me quedé estática viendo la belleza de su rostro y sentí que mis mejillas se calentaban. ¿Él era mío? Miré el anillo en mi mano y sonreí como tonta.

Era mío.

Jalé a Giovani por el elástico de sus pantalones hacía mi dirección y metí mi mano dentro, provocando que una de sus cejas se elevara.

Sonreí. Ni siquiera debía de esforzarme por ello, estaba más que listo, pero, ¿Cómo podía estar siempre tan tranquilo?

- ¿Quieres hacer algo? – Le pregunté y Giovani tomó mi muñeca antes de acercarse a mi oído y susurrarme con calma y control.

Me estremecí y mi voluntad junto con mis rodillas cedieron a su amabilidad mortal.

Mi más grande perdición.

***

Desperté mojada.

Me mordí los labios entre frustrada y deprimida por el recuerdo de mi vida sexual con Giovani, pero mi cuerpo no entendía que él ya no estaba y pedía por algo de atención.

Miré el reloj encima de mi buró y comprobé que podría hacerlo y tomar un baño antes de mi servicio de esta mañana. Así que llevé mis manos por debajo de mis pantalones cortos, pasando por mi ropa interior y separé mis piernas para pasar mis dedos por mis labios vaginales hasta llegar al pequeño botón de placer que comencé a molestar pensando en él. Recordando su aliento en mi oído o su deliciosa voz siempre tranquila, siempre dulce y su toque... arqueé mis espalda pensando en lo completa que me sentía siendo tomada por él, en lo feliz y en la seguridad de su cuerpo por encima del mío mientras dejaba escapar de mis labios el placer en forma de sonidos, sonidos que a Giovani le gustaban mucho y lograban que incrementara sus movimientos o fuera más... El clímax llegó a mi cuerpo y mis paredes internas se contrajeron varias veces alrededor de nada, haciéndome sentir cada vez más frustrada y hasta cierto punto insatisfecha.

Una lágrima se deslizó de mi ojo derecho antes de quitarme las manos de encima y observar el techo.

- ¿Por qué? ¿Por qué mierda te fuiste? – Susurré.- Sigo sin saber cómo vivir sin ti...

Giré mi cuerpo y observé al Murciélago. Lo acerqué a mi nariz e inhalé profundamente aferrándome al material suave antes de tomar la iniciativa de soltarlo.

Me levanté resignada a un nuevo día después de unos segundos más de autocompadecencia, tendí mi cama y tomé mi toalla para dirigirme al baño donde me encontré a Beta dándome la espalda y de paso mostrando su musculoso trasero mojarse bajo la regadera.

Sonreí de lado y me giré hacía mi propio lugar antes de encender la regadera y sumergirme en el agua una vez estuvo templada.

- Huele a que alguien tuvo un sueño húmedo.- La voz de Charlie sonó detrás de mí y tomó su lugar a mi lado.

- ¿Desde temprano ya estás descubriendo tus deseos? – Me burlé hacía él y continué lavando mi cuerpo, escuchando la risa lejana de Beta.

- Deberías de tener sexo, así dejas en paz al fantasma de tu marido.- Delta se burló llegando a su propia regadera y yo rodé los ojos. No es cómo si no lo supieran después de algunos años como compañeros de vida y muerte del rey.

- No hablemos de sexo desde temprano, por favor.- Sigma entró.- Me ponen de mal humor.

- Apuesto que le duele el trasero.- Charlie susurró.- Mira como camina.- Señaló los pasos tambaleantes de Sigma.- Ayer escuché mucha actividad en la habitación de Beta, ¿Estaban haciendo ejercicio? – Levantó la voz hacía ellos, pero ninguno respondió.

- Tocó extensión de los músculos elevadores del ano.- Delta se burló, pero en ese momento se le cayó el jabón y todos lo volteamos a ver al mismo tiempo antes de que la bulla se extendiera con rapidez por el baño.

- A alguien más también le va a tocar ejercitarse.- Se rió Beta.

- Vamos mi amor. Tú agáchate con confianza. - Dijo Sigma con una sonrisa lobuna y Delta se puso pálido.

- No necesitaba jabón de todos modos.- Murmuró antes de girarse de nuevo para lavarse con el shampoo. Me reí y cerré la llave terminando. Me envolví en una toalla y pasé de regreso a mi habitación donde me puse el uniforme, me sequé el cabello y me lo recogí de manera impecable en un moño alto y salí para presentarme al servicio con el rey del país.

Llamé y entré como era costumbre, pero al caminar hacía mi lugar de siempre fui interrumpida por la voz de mi general que estaba detrás de su escritorio, pero acompañado por alguien más. Él tenía entradas en la cabeza por caída de cabello, ojos hundidos y cansados, así como un cuerpo cubierto por el uniforme militar con su grado de mayor a la vista. Lo saludé en silencio después de hacerlo con el rey notando que su porta nombres decía "Cho".

- Agente Lars.- Me llamó.

- ¿Si, mi general? – Pregunté y en ese momento vi que el médico de la unidad del rey se colocaba a mi lado. Permanecí quieta, pero con curiosidad. ¿Era por la inconsistencia de mis pruebas? Se me había citado en el hospital por una irregularidad en ellas y se me habían hecho más. Los médicos habían dicho que no había nada por lo que preocuparse y debía de ser algo menor, pero por el rostro del mayor Cho estaba un poco ansiosa.

- Mayor Cho, ¿Le podría decir a la agente Lars su diagnóstico actual? – La voz del rey era fría, como siempre por lo que no sabía cómo tomarme su actitud.

El médico se apretó las manos antes de girarse hacía mí y mirarme algo indirectamente, como quién dice una noticia difícil, pero después me enfrentó y dijo dos palabras que me cambiaron el mundo por completo.

- Teniente Lars, lamento informarle que usted...- El mayor miró de reojo al jeque antes de volver a mí y soltar la bomba.- Tiene cáncer.

Misión: Proteger al mujeriego. Contratiempos: Enamorarse. (III libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora