- ¿Mamá, qué es eso? - Le pregunté hacía el líquido cristalino que cargaba de un pequeño bote cubierto de frío.
- Solo son vitaminas, Jae.- Los ojos oscuros por debajo de los párpados de mi madre me hicieron sentir extraña y sus manos extremadamente delgadas se movían hasta terminar de pasar el líquido a la jeringa. Después le sacó el aire.- Te haré lo que quieras de cenar si no se lo pones difícil a mamá, ¿Entiendes?
Asentí y dejé que me descubriera el brazo. Sentí algo mojado pasarse por mi piel y después un horrible dolor. Fue rápido, pero aún así me quise separar de inmediato. Mi madre no lo permitió y me obligó con una fuerza que no pensé que tendría a quedarme hasta que terminó de ponerlo.
Entonces me abrazó.
- Ya está, ya está, mi amor.- Me consoló rodeándome con sus brazos. Yo lloraba a lágrima viva por el dolor que me había provocado y correspondía resentida.- Esta será la última vez.
- ¿Lo prometes? - Susurré escondiéndome en su cuello.
- Lo prometo, mi amor.- Mamá dijo con su voz amorosa que tenía antes de enfermarse. Ella hundió su rostro en mi cabello y me apretó contra su cuerpo.- Prometo que nunca morirás por lo mismo que yo.
***
- No, olvídalo. No tengo tiempo para negociaciones.- Silencio.- Entonces manda a alguien para que lo resuelva y me presente el informe para ayer, ¿Enterado?
Me dolía todo el cuerpo. Abrí mis ojos que se sentían pegajosos y aunque estuvieran abiertos veía todo borroso.
Traté de buscar algo y moví mi mano, pero sentí que empujé algo y al momento siguiente sonó un cristal chocar contra el suelo.
Mi mano fue tomada por la calidez de otras más grandes y al momento siguiente sentí los labios de Assim acariciaban la palma de mi mano. Me besó dos veces antes de terminar de acercarse.
- No te muevas mucho, apenas has salido del peligro.- Escuché su voz entre autoritaria y amable mezcladas, lo cual fue un poco extraño, pero tan familiar que me relajé de inmediato y dejé de luchar contra mi cuerpo que no quería responder como yo quería.
Abrí mis labios, pero nada salió de mis labios.
Parpadeé un par de veces más y aclaré mi visión al menos lo suficiente para ver primero la barba bastante crecida de Assim. Había círculos oscuros debajo de sus ojos y su esclerótica estaba un poco roja.
Abrí mis labios de nuevo, intentando hablar, pero solo me dolió y nada salió.
El jeque se acercó y puso su mano en mi mejilla.
- Estuviste bajo soporte respiratorio artificial con un tubo en la garganta. Los médicos dijeron que eventualmente podrías hablar de nuevo.- Me explicó. Lo miré con desesperación. Quería preguntarle qué había pasado y muchas cosas más, pero simplemente no podía.
Me mordí el labio y le hice señas desesperadas para que me ayudara a sentarme. Él entendió como a la segunda ocasión y me apoyó para incorporarme.
Sentía cada uno de mis músculos rígidos y respiré agitadamente por el movimiento. Mi cuerpo había perdido toda la condición física mínima para existir. Me concentré en la vista alrededor, notando las paredes en aspecto de madera oscura en algunas partes y en otras era pintura clara, el suelo tenía el trazo de tablones de madera clara. Cerca, a mi derecha, monitores y bombas de infusión en las que un trazo verde como gusano avanzaba y se perdía, haciendo ver la funcionalidad de los aparatos. Un monitor con mi tensión arterial en amarillo. Según Nestore eso significaba que no estaba bien, pero tampoco mal. Al menos en sus palabras.
ESTÁS LEYENDO
Misión: Proteger al mujeriego. Contratiempos: Enamorarse. (III libro)
RomanceEl jeque Haidar Assim Ahmad era un mujeriego de cabeza a los pies, eso era algo que Jaela sabía con certeza desde que inició el trabajo de su guardaespaldas para pagar todas sus deudas ocasionadas por ella misma, después de haberse sumido en un prof...